En las últimas semanas la atención mediática regresó a Elba Esther Gordillo, ese personaje “clásico” de la política en México. La disputa se dio con un viejo discípulo de la maestra, Miguel Ángel Yunes. A partir de ahí, fueron y vinieron acusaciones de corrupción sobre el manejo de recursos públicos. Las cifras no son poca cosa. Sergio Aguayo Quezada calculó que “en los tres primeros años de gobierno de Felipe Calderón (2007-2009), el grupo político encabezado por La Maestra ha manejado recursos públicos por un mínimo de 345 mil 785 millones de pesos y un máximo de un billón 611 mil 771 millones”.
Al final, la historia terminó evaporándose con el escándalo mismo. Por esos días La Maestra declaró a un periódico español que sabía de su “mala fama”. En medio de las críticas, advirtió a uno de sus amigos de carecer de “autoridad moral” para criticarla.
La Maestra es con seguridad una de las personas más poderosas del país, aunque su poder no se traduce en una mejor educación pública. Más allá de la figura mítica, ¿por qué los resultados desastrosos en la educación? ¿Dónde están las claves del desastre? A simple vista uno pensaría que el problema es el dinero. Pero el rubro al que más se destina dinero público es a la educación. Tan sólo para este año, se ejercen del presupuesto federal más de 230 mil millones de pesos. Si no es el dinero, ¿entonces qué?
La SEP acaba de publicar los resultados del Examen Nacional de Conocimientos y Habilidades Docentes para otorgar plazas en el ciclo 2011-2012. En general los aspirantes a maestros reprobaron. En promedio tuvieron una calificación de ¡56.5! La entidad mejor calificada fue Querétaro con 61.3. La peor, Tabasco, con 49.6. En Coahuila, los aspirantes a una plaza docente promediaron 56.4. Incluso los docentes en servicio no lograron ni el “panzazo”, se quedaron en la raya con 59.3 aciertos. Los aspirantes de nuevo ingreso registraron, 54.5.
En la Comarca Lagunera de Coahuila la situación no fue distinta. Los futuros docentes laguneros para las escuelas públicas no superaron en promedio los ¡53.7 aciertos!.
Hasta aquí uno pensaría que el examen a los futuros docentes es un filtro para escoger a los mejores. Pero la SEP y el sindicato han logrado acuerdos generosos. Si un docente logra un puntaje destacado, pasa. Si reprueba, ¡también pasa! Estamos ante un esquema de incentivos perversos. Tan sólo el 30 por cierto de los aciertos son suficientes para estar en “aceptable”.
Lejos de que el Examen Nacional sirva para contratar a los mejores, la evaluación es un aval para llenar las aulas con maestros reprobados. No nos extrañemos luego de alumnos igualmente reprobados.
Con frecuencia escuchamos a los políticos afirmar que la educación es el camino para el desarrollo. También se dice que la inseguridad se combate con educación. ¿Será con esta educación de reprobados?
3 de agosto/ 2011