El punto de partida es la comida. ¿Qué sería de nosotros sin aguacate, atole, cacahuates, chiles, chocolates, moles y tamales? Seríamos menos felices, porque sencillamente no me puedo imaginarme una vida sin chilaquiles, elotes, chilacas, enchiladas, jocoque y para que pique más, un infaltable chipotle. Además de la delicia gastronómica, todas esas palabras tan habituales en la cocina diaria, comparten una raíz común en el náhuatl. ¿Qué mayor prueba de la influencia del mundo indígena en nuestra cultura que el mismo ser que nos permiten las palabras? Contrario a lo que parece, el náhuatl no desapareció, sino alimentó el universo del español: se integró y trasmutó. Al fin una fusión de dos mundos.
El interés actual sobre el tema, llevó al lingüista francés, Patrick Johansson, a traducir al náhuatl la obra de Samuel Beckett, Esperando a Godot. ¿Se imaginan esa interpretación? Igualmente, Conaculta creó una aplicación para Ipad a fin de difundir obras y traducciones de Nezahualcóyotl. Hace años, Francisco Emilio de los Ríos (1934-2011) se dio a la tarea de investigar y compilar nahuatlismos presentes en el habla de La Laguna, el cual se publicó como libro por primera vez en 1999. Su trabajo no sólo fue compilar voces, sino anotar significados y usos del náhuatl presentes entre los laguneros. La relevancia del trabajo titulado, Nahuatlismos en el habla de La Laguna (2013, 209 páginas), recién reeditado por la Dirección de Cultura que dirige el maestro Jaime Muñoz Vargas en el Ayuntamiento de Torreón, radica en ser un auténtico testimonio del presente de la historia.
En un sentido, el libro rescata la profunda herencia de los tlaxcaltecas en La Laguna y de paso, en otras poblaciones del noreste mexicano. Si hay una historia que debemos reconocer como fundadora en la región, es la empresa colonizadora de los tlaxcaltecas. Sin la fuerza y el carácter de aquellos guerreros, difícilmente habrían avanzado las poblaciones que fundaron en conjunto con los españoles. Por otro lado, los nahuatlismos que utilizamos de manera cotidiana en nuestras expresiones, evidencian el presente del pasado. No se trata de una historia que ya no existe, sino de una presencia que pervive en la actualidad. Tan así, que hasta la delimitación geográfica de Coahuila, debe su origen a las coordenadas del universo náhuatl. Entre los prejuicios y lugares comunes de la historia del Norte, se habla de unos cuantos españoles y algún cura jesuita o franciscano. Peor aún, de los extranjeros que de la nada fundaron una ciudad, sobre todo si son franceses, alemanes o españoles. Pero si hay un influencia decisiva en la colonización del septentrión novohispano, fue la presencia tlaxcalteca. Nada más en La Laguna hicieron de Parras un potencia vinícola durante dos siglos y desde ahí apuntalaron otras poblaciones de la región. No es casualidad que poblaran el territorio, pero sobre todo, el leguaje. Los nahuatlismos en las palabras cotidianas hacen de esa herencia un patrimonio vivo de aquellas legendarias familias que vinieron a poblar el norte en el siglo XVI.
Así que cada vez que escuchen nombrar de Jimulco, el Cuije, chanates, azqueles y moyotes, no dude en pensar en la herencia de los tlaxcaltecas en La Laguna.
4 de agosto 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9187948