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jueves, 8 de mayo de 2014
Conferencia
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martes, 24 de enero de 2012
Juan Antonio García Villa, 50 años de militancia
Hace un par de semanas tuve el honor de presentar el libro, “50 años de PAN, sucesos, anécdotas y testimonios” (2012, 121 páginas), escrito por el reconocido panista, Juan Antonio García Villa. La mesa de presentación tuvo un presidio de lujo: el maestro Saúl Rosales y Jaime Muñoz Vargas. Lo cual nos dice mucho de la pluralidad y perfil de su autor.
El libro está basado en la compilación de diversos artículos que fueron publicados en la prensa, en su mayoría durante el año 2011. La edición conmemora los 50 años de García Villa como militante del PAN. Ingresó en 1961, cuando tenía 16 años y Jacinto Faya, “el hombre que vale por cincuenta”, fue su mentor y a la larga, también amigo.
Escrito de manera ágil, el libro se lee de una sentada, y verdaderamente el recurso de las anécdotas hace un texto sabroso que no regatea humanidad a los actores y sus circunstancias históricas. En este caso, las anécdotas permiten al autor abordar una historia que no debemos olvidar: el lento y largo tránsito de un régimen autoritario a la democracia. Así, desde mi punto de vista, esa es la mayor aportación de García Villa, porque nos da un testimonio de primera mano sobre la formas de hacer política en un México antidemocrático y unipartidista (léase PRI), donde la violencia llegó a ser un recurso común para frenar la oposición. Por lo mismo, el libro no sólo es de interés para los militantes panistas, sino para todo aquel que le interese la historia política del país durante la segunda mitad del siglo XX. Más aún, está escrito con el espíritu de la microhistoria que tanto alentó Don Luis González y González.
Leamos al autor: “De verdad, vistas las cosas a la distancia, se necesitaba entonces una dosis superlativa de idealismo para atreverse a formar parte de Acción Nacional… En general, militar en la oposición hace cincuenta años era adentrarse en un escenario de altísimo riesgo. Implicaba estar dispuesto a sostener una lucha desigual, siempre cuesta arriba, esforzada, prácticamente sin posibilidad de obtener reconocimiento alguno, sino más bien de sólo cargar costos e incomprensiones hasta de amigos”.
Si el PAN comenzó en 1939 en La Laguna, fue hasta 1978 cuando el partido cobró fuerza electoral. En ese año acaso, ganaron la alcaldía de Torreón, con el entonces candidato Edmundo Gurza. Al año siguiente, y tras competir en tres elecciones anteriormente, García Villa se convirtió en el primer diputado federal panista por Coahuila. Detrás de su triunfo hay una paciente historia de oposición y convicción democrática. Eran las épocas en las que PAN batallaba para conseguir candidatos, porque nadie quería atreverse. Muy diferente ahora, que el deseo por las candidaturas suele terminar con facilidad en autofagia.
La historia que aporta García Villa rescata del olvido a los “héroes cívicos anónimos” que dieron vida y sobrevivencia a la oposición. Su texto es una memoria que dignifica aquella historia, pero igualmente ofrece elementos para dimensionar el presente del PAN en el poder.
La lectura de este libro bien puede servir como referencia a los militantes que todavía ejercen el poder, porque en sus páginas atestigua el compromiso que parece haber olvidado el PAN desde el poder. Sin duda, es una lección de la historia que tendrían que recuperar.
22 de enero 2012
Milenio http://impreso.milenio.com/node/9099247
El libro está basado en la compilación de diversos artículos que fueron publicados en la prensa, en su mayoría durante el año 2011. La edición conmemora los 50 años de García Villa como militante del PAN. Ingresó en 1961, cuando tenía 16 años y Jacinto Faya, “el hombre que vale por cincuenta”, fue su mentor y a la larga, también amigo.
Escrito de manera ágil, el libro se lee de una sentada, y verdaderamente el recurso de las anécdotas hace un texto sabroso que no regatea humanidad a los actores y sus circunstancias históricas. En este caso, las anécdotas permiten al autor abordar una historia que no debemos olvidar: el lento y largo tránsito de un régimen autoritario a la democracia. Así, desde mi punto de vista, esa es la mayor aportación de García Villa, porque nos da un testimonio de primera mano sobre la formas de hacer política en un México antidemocrático y unipartidista (léase PRI), donde la violencia llegó a ser un recurso común para frenar la oposición. Por lo mismo, el libro no sólo es de interés para los militantes panistas, sino para todo aquel que le interese la historia política del país durante la segunda mitad del siglo XX. Más aún, está escrito con el espíritu de la microhistoria que tanto alentó Don Luis González y González.
Leamos al autor: “De verdad, vistas las cosas a la distancia, se necesitaba entonces una dosis superlativa de idealismo para atreverse a formar parte de Acción Nacional… En general, militar en la oposición hace cincuenta años era adentrarse en un escenario de altísimo riesgo. Implicaba estar dispuesto a sostener una lucha desigual, siempre cuesta arriba, esforzada, prácticamente sin posibilidad de obtener reconocimiento alguno, sino más bien de sólo cargar costos e incomprensiones hasta de amigos”.
Si el PAN comenzó en 1939 en La Laguna, fue hasta 1978 cuando el partido cobró fuerza electoral. En ese año acaso, ganaron la alcaldía de Torreón, con el entonces candidato Edmundo Gurza. Al año siguiente, y tras competir en tres elecciones anteriormente, García Villa se convirtió en el primer diputado federal panista por Coahuila. Detrás de su triunfo hay una paciente historia de oposición y convicción democrática. Eran las épocas en las que PAN batallaba para conseguir candidatos, porque nadie quería atreverse. Muy diferente ahora, que el deseo por las candidaturas suele terminar con facilidad en autofagia.
La historia que aporta García Villa rescata del olvido a los “héroes cívicos anónimos” que dieron vida y sobrevivencia a la oposición. Su texto es una memoria que dignifica aquella historia, pero igualmente ofrece elementos para dimensionar el presente del PAN en el poder.
La lectura de este libro bien puede servir como referencia a los militantes que todavía ejercen el poder, porque en sus páginas atestigua el compromiso que parece haber olvidado el PAN desde el poder. Sin duda, es una lección de la historia que tendrían que recuperar.
22 de enero 2012
Milenio http://impreso.milenio.com/node/9099247
miércoles, 8 de diciembre de 2010
A Pan y agua (diez años con el PAN)
Regresé a las páginas de ese provechoso libro, El Antiguo régimen y la revolución, de Alexis de Tocqueville. El momento lo exigía y acaso, parecía que leía sobre el México actual. Comparto un breve párrafo: “La única diferencia esencial entre una y otra época es la siguiente: antes de la Revolución, el gobierno sólo podía cubrir a sus agentes recurriendo a medidas ilegales y arbitrarias, en tanto que después ha podido legalmente permitirles violar las leyes”.
Y sí, pareciera que Tocqueville no sólo se refería a la república francesa y los tiempos posteriores a la revolución, sino al México del presente. Desde luego que esto no es así, pero las observaciones de Tocqueville son útiles en tanto observador de una sociedad en cambio y permanencia. Por eso, esta semana que el PAN cumplió diez como gobierno al frente de la presidencia, conviene regresar a sus páginas para preguntar: ¿Cuál ha sido el saldo? ¿Qué tanto avanzó el país bajo el sello de los gobiernos panistas? ¿Hasta qué punto cambió la política en relación a los tiempos del partido único?
Sin lugar a dudas, lo más destacado en la década panista es la estabilidad de las grandes cifras. Un manejo del déficit público razonable, reservas internacionales notables que incluso, aguantaron los vaivenes mundiales del 2009. También se reconoce la estabilidad en la paridad peso-dólar, un promedio de inflación del 4.4 por ciento, muy por debajo del 22 por ciento con Zedillo, el 15 con Salinas. Por otro lado, la introducción de la transparencia y el acceso a la información, con todo y los obstáculos que la dificultan, representan aspectos valiosos de los gobierno panistas de Fox y Calderón. Sin embargo, el balance general, a pesar de los reconocibles logros, es decepcionante porque lo sustancial permaneció igual. Una economía estable que no crece, o sólo genera riqueza para una minoría. Dicho en otras palabras, no sólo de democracia vive el hombre, sino del bienestar económico que lo sustenta.
Pero la decepción fue esencialmente política, porque lo cambios que el PAN estaba llamado a hacer no los entendió, no pudo hacerlos o no los quiso realizar. Al final, el blanquiazul encontró “agradable” y muy cómodo el estado de cosas establecido en el viejo régimen. Por lo mismo, no cambió e incluso, terminó acrecentando los vicios, las corruptelas, los arreglos como en los tiempos del autoritarismo. En el mejor de los casos, fue una mala copia del PRI. Del “no nos falles” en el 2000, los votantes han pasado al rechazo del panismo en las elecciones locales y nacionales. Hay alternancia también.
El domingo pasado, Calderón festejó los diez años de gobiernos panistas advirtiendo, como quien mira al abismo, que regresar al pasado es corrupción y pobreza. “México no se merece quedar parado a la mitad del camino y mucho menos regresar a lo antiguo, a lo autoritario, a lo irresponsable”. ¿Lo antiguo? ¿Lo autoritario? ¿Lo irresponsable? Calderón habló para los suyos, con la “magia” que implica un encuentro interno de partido. Afuera, lo antiguo, lo autoritario, lo irresponsable fue adoptado y reproducido en tantos espacios donde el PAN no fue la diferencia, sino la similitud.
La gente no vive en el pasado, sobre todo, cuando el presente es incierto para millones de mexicanos, o para otros tantos que no viven de la política. Por eso resulta inútil la melancolía, como sugirió esta semana Jesús Silva-Herzog Márquez. Porque quizás, la mayor deuda del panismo como actor central de la alternancia, fue la justicia, la rendición de cuentas. En contraparte, los incentivos a la impunidad permanecieron como en el antiguo régimen y rápido, la intenciones por desmontar lo anterior, se hicieron agua.
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