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miércoles, 31 de mayo de 2017

Coahuila, la posibilidad de la alternancia


Vayamos al grano con George Bernard Shaw: "A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos con frecuencia y por las mismas razones." ¿Más claro?
En las próximas semanas, Coahuila vivirá lo que sin duda, será el proceso electoral más competido de su historia reciente. Antes, las elecciones eran un mero trámite. Con suma antelación sabíamos quien iba a ganar. Vamos, hasta los procesos eran bastante aburridos. Pero ahora, la circunstancias han cambiado. Como nunca antes, el partido en el poder no tiene la elección en la bolsa. Por el contrario, enfrenta a diversos actores relevantes, pero sobre todo, carga la pesada losa del desprestigio, la desconfianza y la falta de legitimidad ante los ciudadanos. Más todavía, sobre el gobierno pesa visiblemente la corrupción. De manera abierta saquearon el erario, endeudaron y todavía hay quien busca regresar bajo la bandera de la “honestidad”. Como verán, ni la burlan perdonan. Sin embargo, no bastan los “likes”, las quejas de café o los ácidas críticas en las redes sociales. Al respecto, me gustó la fresca propuesta de un grupo plural de  jóvenes universitarios: No memes y vota.
En condiciones como estas, la crítica por sí misma es insuficiente. Ante todo, es necesario salir. ¡Participar! Mucho se ha denigrado a las elecciones y la democracia, pero en las próximas semanas los ciudadanos tenemos un modesto, como poderoso mecanismo para decir: ¡Ya basta! 
De esa manera, no nos quedemos con los puros señalamientos en el Facebook o en Twitter. Demos el paso de las redes a la acción. Participemos. Vayamos con nuestro granito de arena. No menospreciemos el derecho de voto que tenemos. Por lo tanto, hay que vencer el miedo, la costumbre y el conformismo. ¿O en verdad ustedes quieren que las cosas se queden como están? Coahuila no va por buen rumbo. En lo personal considero que los grandes cambios provienen de pequeñas acciones. Al igual que tú también estoy enojado por la corrupción, las empresas fantasmas, el megafraude de la deuda, la impunidad. En nuestras manos está la diferencia, y sobre todo, la posibilidad de enderezar el camino. Quizás nos parezca poco, pero las próximas elecciones nos dan la oportunidad única e irrepetible de frenar esa inercia perniciosa. De reemplazar los pañales. De sustituir las chapas y quitarle las llaves a los cleptómanos. En nuestras manos está trascender el malestar. Las próximas elecciones en Coahuila son un válvula de escape para una situación que no aguanta más.
En ese sentido, hay en la alternancia una posibilidad sanitaria para la democracia. A decir de Winston Churchill, “La alternancia fecunda el suelo de la democracia”. Es hora que nuestro voto fecunde Coahuila. Por supuesto, la alternancia no es un dechado de virtudes como tal, pero es una manera de oxigenar la política y sobre todo, la vida pública. ¡Cuanta falta nos hace! Por lo mismo, lo que se juega en las siguientes semanas es la factibilidad de la alternancia en contraposición a la corrupción y la complicidad. Romper ese círculo vicioso es posible. Marcar un alto a las malas prácticas también. Necesitamos ir por otro camino, redirigir el rumbo. Si queremos, si nos lo proponemos, los ciudadanos podemos dar un golpe de timón. La decisión está en nuestra manos.


https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1343860.coahuila-la-posibilidad-de-la-alternancia.html
El Siglo
24 de Mayo 2017

martes, 3 de enero de 2017

Coahuila 2017



Para arrancar el año, una palabra define el ánimo político: Alternancia.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Pri castigado


El voto es el mensaje. De esa manera, la reciente jornada electoral del domingo, fue refrescante en un clima de “mal humor” social.  En momentos donde el abuso de poder, la corrupción y la ausencia gobierno parecían no tener freno, las elecciones ofrecieron una alternativa para castigar a los gobernantes. Es cierto, los comicios y la democracia no resuelven todo, pero en principio es preferible a la dictadura o el autoritarismo. Vean cómo está Rusia, Corea del Norte, Venezuela, o la república bananera de Cuba. Pero vamos a nuestras elecciones.
En Chihuahua, el gobernador César Duarte, resultó un próspero banquero en la plenitud del “pinche poder”. 100 millones de pesos como modesto accionista de un banco. ¡Nada más! En Veracruz, Javier Duarte, no sólo fue arrogante y autoritario; sino desgobernó. Violencia sin freno del crimen organizado, el asesinato de periodistas, aunado a una deuda desenfrenada. Como en Coahuila, simplemente desapareció el dinero por miles de millones de pesos. Pero el domingo, los ciudadanos castigaron al pésimo gobierno. Con todo, eso no quita los miles de millones de la deuda impunemente contratada. En Tamaulipas, el mayor mérito del gobernador Egidio Torre, fue dejar las cosas igual que como estaban antes: en manos del crimen organizado. Recuerdo bien un testimonio  reciente que me compartió una ciudadana de Victoria: “estamos igual o peor en cuanto a inseguridad, las cosas no mejoraron con Peña”. ¿Para qué sirve un gobierno así? No veo cómo Miguel Ángel Osorio Chong quiere presentarse como candidato a la presidencia.
En Quinta Roo, el gobernador Roberto Borge fue por la mismas. No llenó con endeudar hasta el tope al estado; además se comportó como sátrapa tropical. Al final, el electorado echó a su partido del poder. La lista de corruptelas y pésimos gobiernos puede continuar, al fin, los resultados están a la vista. Pero el domingo, ese sencillo medio de la democracia que es el voto, reflejó el castigo de los ciudadanos. En las urnas inclinaron la balanza hacia el PAN y las coaliciones con el PRD. ¿Van a mejorar con estos gobiernos? No lo sabemos, ojalá que sí. Por lo pronto, la lección que dejan las elecciones del domingo, es que los malos gobernantes sí pueden ser castigados por medio del voto. ¡Tampoco denigremos tanto a la democracia!
Sin duda, la última década a  partir de la alternancia en el año 2000, fue decepcionante. A pesar de ese panorama negativo, hay señales de que los ciudadanos pueden apremiar o castigar con el sufragio. Cada elección tuvo sus dinámicas locales, pero hubo un denominador común: el abuso, la corrupción, la ineficacia de los gobierno al mando. Por otro lado, el conjunto de los resultados, donde el PRI perdió siete de once gubernaturas, mostró un voto de castigo a Enrique Peña Nieto. Su administración ha privilegiado una imagen artificial en vez de gobernar. Ha hecho de la corrupción, su principal carta de presentación. En Durango, José Rosas Aispuro (PAN-PRD), y en Tamaulipas, Francisco Cabeza de Vaca (PAN), derribaron además un muro priista de más de 80 años. De ese tamaño el anacronismo político.
Bajo estos nuevos vientos, las cosas se complican para PRI rumbo al 2018. En el ámbito local, soplan aires aires del alternancia en otra entidad ultrapriista: Coahuila de Moreira. En el 2015 perdió el PRI en Nuevo León. En el 2016 sucedieron alternancias, hasta entonces inéditas en Tamaulipas y Durango, donde siempre había gobernado el PRI. Ahora le toca a Coahuila, un estado de dos hermanos que gozan de corrupción, impunidad y complicidad.
Jaime Rodríguez en Nuevo León, alardeó con meter a la cárcel al exgobernador Rodrigo Medina, pero hasta ahora, nada. Sólo escarnio mediático, todavía está por verse. Si no cumple: mal. Si cumple, estaría sentando un precedente para otras promesas similares. Javier Corral, el panista que ganó el estado de Chihuahua, y Miguel Ángel Yunes, recién electo en Veracruz, también prometieron cárcel para César y Javier Duarte. Si no cumplen. Si no arman un buen expediente, terminarán por ratificar la impunidad y la inercia de los gobiernos rapaces.  Por el contrario, si van a la cárcel, podrían estar fincando un precedente relevante en la democracia mexicana. Falta ver que esas promesas se logren, lo cual no se ve nada fácil.
8 de junio 2016 
El Siglo 

miércoles, 8 de diciembre de 2010

A Pan y agua (diez años con el PAN)








Regresé a las páginas de ese provechoso libro, El Antiguo régimen y la revolución, de Alexis de Tocqueville. El momento lo exigía y acaso, parecía que leía sobre el México actual. Comparto un breve párrafo: “La única diferencia esencial entre una y otra época es la siguiente: antes de la Revolución, el gobierno sólo podía cubrir a sus agentes recurriendo a medidas ilegales y arbitrarias, en tanto que después ha podido legalmente permitirles violar las leyes”.

Y sí, pareciera que Tocqueville no sólo se refería a la república francesa y los tiempos posteriores a la revolución, sino al México del presente. Desde luego que esto no es así, pero las observaciones de Tocqueville son útiles en tanto observador de una sociedad en cambio y permanencia. Por eso, esta semana que el PAN cumplió diez como gobierno al frente de la presidencia, conviene regresar a sus páginas para preguntar: ¿Cuál ha sido el saldo? ¿Qué tanto avanzó el país bajo el sello de los gobiernos panistas? ¿Hasta qué punto cambió la política en relación a los tiempos del partido único?
Sin lugar a dudas, lo más destacado en la década panista es la estabilidad de las grandes cifras. Un manejo del déficit público razonable, reservas internacionales notables que incluso, aguantaron los vaivenes mundiales del 2009. También se reconoce la estabilidad en la paridad peso-dólar, un promedio de inflación del 4.4 por ciento, muy por debajo del 22 por ciento con Zedillo, el 15 con Salinas. Por otro lado, la introducción de la transparencia y el acceso a la información, con todo y los obstáculos que la dificultan, representan aspectos valiosos de los gobierno panistas de Fox y Calderón. Sin embargo, el balance general, a pesar de los reconocibles logros, es decepcionante porque lo sustancial permaneció igual. Una economía estable que no crece, o sólo genera riqueza para una minoría. Dicho en otras palabras, no sólo de democracia vive el hombre, sino del bienestar económico que lo sustenta.

Pero la decepción fue esencialmente política, porque lo cambios que el PAN estaba llamado a hacer no los entendió, no pudo hacerlos o no los quiso realizar. Al final, el blanquiazul encontró “agradable” y muy cómodo el estado de cosas establecido en el viejo régimen. Por lo mismo, no cambió e incluso, terminó acrecentando los vicios, las corruptelas, los arreglos como en los tiempos del autoritarismo. En el mejor de los casos, fue una mala copia del PRI. Del “no nos falles” en el 2000, los votantes han pasado al rechazo del panismo en las elecciones locales y nacionales. Hay alternancia también.

El domingo pasado, Calderón festejó los diez años de gobiernos panistas advirtiendo, como quien mira al abismo, que regresar al pasado es corrupción y pobreza. “México no se merece quedar parado a la mitad del camino y mucho menos regresar a lo antiguo, a lo autoritario, a lo irresponsable”. ¿Lo antiguo? ¿Lo autoritario? ¿Lo irresponsable? Calderón habló para los suyos, con la “magia” que implica un encuentro interno de partido.  Afuera, lo antiguo, lo autoritario, lo irresponsable fue adoptado y reproducido en tantos espacios donde el PAN no fue la diferencia, sino la similitud.

La gente no vive en el pasado, sobre todo, cuando el presente es incierto para millones de mexicanos, o para otros tantos que no viven de la política. Por eso resulta inútil la melancolía, como sugirió esta semana Jesús Silva-Herzog Márquez. Porque quizás, la mayor deuda del panismo como actor central de la alternancia, fue la justicia, la rendición de cuentas. En contraparte, los incentivos a la impunidad permanecieron como en el antiguo régimen y rápido, la intenciones por desmontar lo anterior, se hicieron agua. 

miércoles, 27 de octubre de 2010

20 años del IFE

Al finalizar este mes, un reducido número de diputados elegirá a tres nuevos consejeros del IFE. Esto coincide con el veinte aniversario del Instituto, que sin lugar a dudas sostuvo la democracia mexicana y posiblemente una nueva alternancia en el poder.
Algunos han señaldo en el IFE, una institución debilitada y al servicio de los principales partidos. Lo cierto es que este IFE no ha tenido el carácter, y mucho menos la independencia de los consejeros como Merino, Woldenberg o Granados Chapa. No se trata de nostalgia, pero sí de reconocer logros y avances en la democracia mexicana que han retrocedido.
Aún así, y con la "intentona" de los actuales consejeros (al mando de Valdés Zurita) de subirse exhorbitantemente el sueldo, en la opinión pública el IFE mantiene niveles razonables de credibilidad.
Fuente: Enfoque, Reforma (17 de octubre, 2010)

Por otro lado, y esto es uno de los saldos de la transición mexicana, han sido contraproducentes las transferencias millonarias a los partidos. Esto ha viciado el sistema de partidos y ha convertido a la democracia mexicana en una de las más caras. Por eso, los partidos encontraron una fuente (casi) inagotable de recursos sin que necesariamente el desarrollo democrático sea favorable a los ciudadanos. Ya no hablemos de rendición de cuentas, o de transparencia, ahora en caída. Las gráficas, publicadas en Enfoque de grupo Reforma, muestran ese crecimiento improductivo de recursos públicos. ¿Quién dice que veinte años no es nada?