Hace unos días Luis Guillermo Hernández Aranda, en su artículo División en el PAN, describía a detalle la situación y resaltaba un aspecto, que desde mi punto de vista, es difícil encontrar en los partidos y la clase política en México: el debate de ideas. A cambio tenemos “grillas y golpeteo político”. ¿Cuántas veces vemos que en el comodísimo poder legislativo, se privilegia más la descalificación que la discusión? ¿Cuántas veces escuchamos a las dirigencias de los partidos exhibir argumentos ridículos? En el fondo, lo que estamos presenciando desde los partidos, es una pauperización de la política, es decir, un desprecio institucionalizado por la esencia misma de la política: el debate que antecede al poder.
¿Y qué pasa con el PAN en Coahuila, está condenado perpetuamente a sus crisis? ¿Por qué no logran consolidar su liderazgo estatal?
A diferencia del PRI, en donde ya sabemos quién manda y qué va a pasar, el PAN con sus disputas internas, con sus diferencias y grupos, plantea un esquema de competencia más interesante, o si se quiere, menos predecible que el tricolor. En este momento dominado por los Moreira, cuál de los priístas se atreve a disentir, quién levanta la mano para diferir. A lado del presidente del PRI, Rubén Moreira, quien ejerce un liderazgo autoritario, el PAN simplemente no logra llenar el liderazgo que el puesto amerita. Nuevamente, ante la inminente crisis de liderazgo se plantea una elección más. El próximo sábado 28 de junio, los consejeros estatales del PAN elegirán su presidente entre los candidatos Javier Cavazos, José Ramírez Mijares y Reyes Flores Hurtado. El panorama no se antoja de unidad, y es posible que las diferencias continúen entre los cuatro jerarcas que controlan el partido: Juan Antonio García Villa, Ernesto Saro Boardman, José Ángel Pérez y Guillermo Anaya.
¿Ironías de las historia, coincidencias?
El sábado pasado, la mesa de Contextos en GREM sentó a José Ángel Pérez y Guillermo Anaya. Una lectura cuidadosa de las opiniones ahí expresadas, mostró estilos y diferencias visibles. Llama la atención que el senador Anaya recordara una vieja disputa en el partido durante 1976, cuando el PAN nacional tenía que elegir candidato a la presidencia de la República. Curiosamente en esas fechas se enfrentaron dos estilos de ejercer el liderazgo. Por un lado, el tradicional PAN de los principios y la doctrina, representados por su presidente Efraín González Morfín. Y por otro, el amplio grupo de la “presidencia alterna” liderado por José Ángel Conchello. Eran los tiempos de Luis Echeverría y sus excesos populistas-estatistas.
En el marco de las instituciones panistas, la minoría abstencionista de González Morfín pensaba que la mejor forma de enfrentar el proceso era retirando la candidatura contra José López Portillo del PRI. Esa visión no era compartida por el grupo más amplio y pragmático identificado con Conchello, quienes creían que los excesos de Echeverría ofrecían una oportunidad valiosa para competirle al PRI la presidencia. En la convención del 25 de enero de 1976 se enfrentaron los dos grupos. El resultado: no hubo candidato del PAN, y el ilustrísimo José López Portillo fue el candidato patriótico, único. La parálisis del PAN en ese episodio generó una crisis mayúscula y las heridas entre los grupos nunca sanarían, debilitando al partido.
A veces la historia puede ser aleccionadora. El PAN de Coahuila aparece así más esforzado en sus conflictos internos, que en competir hacia fuera. Mientras el PRI afianza su músculo en todos los rincones del estado, el PAN se ensaña contra si mismo. La elección interna del sábado es importante, pero más lo son las de afuera. El próximo 19 de octubre, cuando se renueve el Congreso local, tendremos un buen indicador que anuncie la capacidad electoral de ese partido para el 2009. Entre tanto, lo que está en juego es una débil representación para la salud de un sistema de pesos y contrapesos.
21 de junio 2008
El Siglo de Torreón