sábado, 28 de junio de 2008

Presente del agua

Hasta ahora, todos los caminos conducen al agua. Así lo indica la crisis del agua en La Laguna. Estudio tras estudio, diagnóstico tras diagnóstico las problemáticas llegan al mismo punto: ni la cantidad, ni la calidad del agua es buena y el futuro tendencial es negativo. La historia nos resulta familiar y en más de un sentido, la problemática se ha presentado desde los orígenes mismos de la región hacia finales del siglo XVI. Para muestra, menciono algunas referencias.

Desde un principio, los derechos del agua entre los tlaxcaltecas y las tierras de Francisco de Urdiñola fueron motivo de disputa en el entorno parrense de la economía vitivinícola. Posteriormente, en el siglo XVIII un cambio inusitado en el afluente del río Nazas, dejó sin acceso al agua a las antiguas poblaciones coloniales de la región como Cinco Señores (ahora San Nazas) y San Pedro. Derivado de la escasez vinieron migraciones e incluso un alzamiento de “indios bárbaros”.

El siglo XIX no fue la excepción. Peleas irreconciliables por las preciadas aguas del Nazas para la producción de algodón, generaron enfrentamientos armados. Finalmente una reforma agraria con expropiación de tierras, fue decretada por el Presidente Benito Juárez, cambiando así el destino de la región. No pasaría mucho tiempo para que la estabilidad se rompiera y antes de terminar ese siglo, la poderosa compañía algodonera del Tlahualilo construyó un enorme canal para irrigar sus tierras, desviando una importante cantidad de agua del Nazas. Esa situación le ganó el reclamo de casi todos los agricultores laguneros, quienes formaron el Sindicato de Ribereños del Nazas. La disputa terminó en la Suprema Corte de Justicia y el fallo redujo los derechos de agua de la Tlahualilo en favor del resto de los agricultores.

Durante el siglo XX una serie de innovaciones tecnológicas, entre ellas la difusión de las norias eléctricas en los años veinte, agregó una nueva fuente de agua en el subsuelo. Tras la bonanza del algodón vino la crisis y una fuerte sequía que se prolongó por diez largos años en los cincuentas, derivó en la reconversión económica de la región. Así pasamos del algodón a la ganadería lechera. No es casual que por esos años, el efecto de las norias en la disminución del volumen y la calidad del agua subterránea, llevara al gobierno de la República a decretar el 27 de abril de 1949 en el Diario Oficial de la Federación, la primera veda de extracción de agua para los municipios de Lerdo, Matamoros y San Pedro. Después vinieron otras zonas de veda más amplias en 1952 y 1958 entre las que se incluyó a Torreón.

Con las décadas, no sólo fue disminuyendo la cantidad de agua subterránea, sino también la calidad. Sin ir tan atrás en el tiempo, la última mitad del siglo XX está llena de información que ya alertaba sobre la gravedad del asunto. A los laguneros no nos han faltado buenos diagnósticos, estudios e investigaciones, tampoco nos han faltado asociaciones civiles, organizaciones no gubernamentales e individuos señalando el problema, ¿entonces por qué se ha agravado más el problema? ¿Por qué el conocimiento sobre la situación del abatimiento del acuífero no se ha traducido en una serie de remedios de mediano y largo plazo?
Resulta sintomático que durante años esta situación aparezca solamente como una anécdota. La información no pasó de buenos proyectos como el Plan de Rehabilitación de la Comarca Lagunera, cuya ejecución fue declarada de utilidad pública en 1966. En 1976 el gobierno federal creó la flamante Comisión de Conurbación de La Laguna, uno de sus propósitos fue mejorar la situación de agua en la región.

Al final, la situación no cambió mucho, y hoy por hoy, los viejos problemas del pasado, son los mismos del presente. Al paso que vamos, no es difícil imaginar el futuro.

Hace unos días, diferentes agrupaciones ciudadanas se reunieron con la finalidad de hacer una marcha en protesta por la situación del agua. Sin embargo, a pesar del compromiso de muchos laguneros, no se ha logrado incidir con relevancia en el problema, es decir, no se ha logrado generar políticas que desde los gobiernos marquen el rumbo para cambiar la situación. Una escasa participación ciudadana, aunado a gobiernos a los que se les ha dejado hacer y deshacer, sin exigirles, sin llamarles a cuentas, genera indiferencia y negligencia. Quizá los laguneros pensaremos que nuestro problema es serio hasta que el agua no deje de salir de la llave. O quizá estamos esperando a tener cortes generalizados para toda la población porque el agua no es suficiente como en Hermosillo, Sonora. O quizá entonces reaccionemos cuando una serie de hundimientos en el centro de la ciudad, como está pasando en Aguascalientes, nos hagan recapacitar e involucrarnos en las soluciones del problema.

¿Y entonces, será demasiado tarde?
28 de junio de 2008
El Siglo de Torreón