La percepción pesa más que la realidad. El efecto es duro, paradójico, pero la visión de algo, puede ser más poderosa a la realidad misma. Regis Debray nos dice que no importan tanto la verdad, sino lo que se tiene por verdadero. Bajo esos términos se gana o se pierde, aunque la percepción no coincida con la realidad.
En esos términos, hace tiempo que el presidente Felipe Calderón perdió la guerra de las percepciones, y por lo tanto, perdió la aprobación de la opinión pública. A la par de estos, los diversos actores gubernamentales (gobernadores, diputados, presidentes municipales y corporaciones policiacas locales), se esforzaron por echarse la culpa unos a otros, o en el peor de los casos, le pasaron perversamente la factura al gobierno federal. No obstante, de que muchos de los delitos que se dispararon exponencialmente, tienen que ver con fuero común.
Pero si el enemigo común, es decir, combatir efectivamente la delincuencia en sus distintas manifestaciones, no logró unir, sino dispersar a los responsables directos de guardar la seguridad, en la sociedad empiezan a manifestarse voces, y sobre todo, a unirse en causas comunes. Por ejemplo, la Ley federal contra el secuestro fue impulsada más por ciudadanos afectados, que por políticos profesionales.
Por eso me resulta sumamente positivo el gran acuerdo anunciado ayer desde Iniciativa México, a fin de generar criterios editoriales que permitan abordar de una manera más adecuada la cobertura informativa de la violencia. Si bien, no creo que debamos polarizar y mucho menos condenar, que algunos medios como Reforma, Proceso, La Jornada o el Diario de Juárez no se subscribieran, sí hay que resaltar intención general que busca el Acuerdo, máxime, en tiempos que la autoridades compiten por rehuir responsabilidades.
En mala medida, en los últimos años la dinámica de la violencia y el crimen han trastocado la vida de ciudades enteras, como también lo ha hecho con los medios de comunicación. Las agresiones, el uso de la violencia para propagar el terror, han motivado límites a la información y el ejercicio periodístico. El “Acuerdo para la Cobertura de la Violencia” enuncia así uno de estos peligros: “Tratándose de estas noticias, los periodistas y sus casas editoriales debemos estar conscientes de que los hechos pueden tener como fin primordial convertirnos en instrumentos involuntarios de la propaganda del crimen organizado”.
Por eso, el Acuerdo considera que “uno de los retos centrales que tenemos los medios en este tipo de coberturas es cómo consignar hechos con valor periodístico y a la vez limitar los efectos estrictamente propagandísticos de los mismos. Este no es un reto exclusivo de nuestro país; todos los países en los que hay grupos que usan tácticas terroristas lo enfrentan y en muchos de ellos han definido principios y criterios editoriales”.
De manera general el Acuerdo enunció los objetivos principales: Establecer mecanismos que impidan que los medios se conviertan en instrumentos involuntarios de la propaganda del crimen organizado; establecer mecanismos para la protección de periodistas; definir criterios para la protección de la identidad de las víctimas; sumar al Acuerdo al mayor número de medios; promover el respeto a la legalidad, el combate a la impunidad y la participación ciudadana.
El Acuerdo es un buen punto de partida para tratar de homologar criterios editoriales y maneras de informar. Al mismo tiempo busca respetar a las libertades de expresión y de prensa. No es una tarea sencilla, en cambio sí es alentador sumar para ese gran acuerdo en tiempos que la nota roja se aferró a la primera plana.
25 de marzo, 2011
Milenio http://impreso.milenio.com/node/8932509
25 de marzo, 2011
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