miércoles, 18 de abril de 2012

Tres monólogos

Poca discusión, muchas palabras. Por eso celebro que exista algo de polémica entre el partido en el poder y el partido que aspira al poder. Ofensiva y contraofensiva muestran el lugar de cada candidato. Josefina busca subir a como dé lugar. Peña a conservar una holgada posición. Y Andrés Manuel rezagado. El PAN acusa en sus spots de “mentiroso e incumplido” al priista, pero sin lugar a dudas eso mismo es lo que dejó el PAN en 12 años a falta de gobierno. ¿Qué no querían el poder para transformar el país? Ya vemos que no. Ahora que están abajo ruegan por el voto. Dentro de todo, la contraofensiva panista ha puesto un poco de sal y pimienta a la contienda. Ya el presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell habla de la ¡mesa de la verdad!

Sin embargo, el tiempo de campaña ha mostrado poca deliberación y tres monólogos. Hay poco jaloneo entre los candidatos, de tal manera que permita ver la defensa de sus posiciones, y no exclusivamente sus enunciados: “haré esto”, “haré aquello”; “prometo que”; “cambiaremos”…
Sin hacerse daño, de vez en cuando los principales candidatos se lanzan críticas, pero nada más de lejos, lo que evita el compromiso a una discusión más amplia. El tiempo de campaña es el tiempo debate, pero eso no les gusta a los candidatos ni tampoco a los ciudadanos. Aceptémoslo de mala gana: nos no gusta confrontar, tampoco debatir. Somos complacientes, abusamos de los diminutivos. Por eso el anuncio de los debates es pequeño, corto y a manera de trámite. Con cierta envidia presenciamos cómo Mitt Romney debatió y debatió con sus rivales republicanos, a fin conseguir la candidatura de su partido. Sabe que afuera la competencia será mayor.
¿Hay incentivos para debatir en México? No, en especial por el entramado institucional que han tejido los principales partidos. Desde ese marco debatir sale sobrando o en mejor de los casos, es algo insignificante porque el modelo actual democracia privilegia el spot, sobre todo si es televisivo. Pero desde el spot la oferta política es una exposición sin diálogo. Por lo mismo, un duro debate nos puede develar de cuerpo entero al candidato.


Cuando tuvo la oportunidad con sus compañeros de partido, Josefina se fue de largo hablando y hablando como si sus oponentes de partido no existieran. Peña no quiere confrontaciones, cuestionamientos. Va arriba y ahí se quiere quedar. Por eso asume que no los necesita ¿Para qué cometer errores abriendo demás la boca? Por su parte el tabasqueño López Obrador no ve la manera de subir por ningún lado. ¿Es todo lo que pudo dar la república amorosa? ¿No hay más? Parece perdido, por eso, a diferencia de la elección anterior, ahora sí quiere debatir y hasta propone una docena de debates. El tiempo se acaba y la elección despierta bostezos. Tanta limpieza es aburrida.



18 de abril 2012
Milenio http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9144936