Veo el último spot de Enrique Peña Nieto donde responde a las críticas del PAN y la campaña de Peña no cumple, Peña mentiroso. Su mensaje es muy claro: no voy a responder a los críticos. Para el candidato priista las agresiones o la guerra sucia dividen a la sociedad y recuerda que hace seis años lo vivimos. De su parte, nos dice que él no va a dividir a México.
Para el equipo de campaña de Peña, no responder significa mantener su lugar. Prefieren no moverle a fin de cuidar la ventaja que lleva en las encuestas. ¿Para qué buscarle dirán? Es una estrategia conservadora porque no busca arriesgar en lo más mínimo la clara preferencia que tiene hasta ahora el PRI. Prefiere callar.
Sin embargo, el argumento de “no responder para no dividir” es en realidad bastante engañoso. He visto apelar a este argumento muchas veces. La mayoría de nuestros hombres públicos mejor dicen ante las críticas y los cuestionamientos: “no hay que contestar”; “son tiempos electorales”.
De esta manera no sólo se rehúye al debate o las explicaciones, sino que supone que la discrecionalidad o el silencio es mejor. Pero la democracia conlleva la deliberación. A quienes no les gustan las críticas, los cuestionamientos duros o la guerra sucia, quizá prefieren un régimen de limpieza autoritaria, donde la palabra del líder es doctrina. Por eso es sintomática la postura del candidato que se acerca más a Los Pinos. Su posición no es la de un político que aspira a gobernar un país, sino la del hombre que busca el beneficio del poder.
Afirma Peña Nieto que las agresiones en campañas políticas dividen a la sociedad. Pero lejos de dividir a la sociedad, muestran diferencias, dan pauta a los electores para conocer a los candidatos y saber de qué están hechos. Al no contestar las agresiones busca asumir el papel de víctima o sencillamente piensa que los electores son unos niños y mejor evitar la discusión.
No obstante, la limpieza no es una virtud de la política. Así, en el año 2000 nos enteramos del Pemexgate. En la campaña presidencial del 2006, la guerra sucia expuso la fortuna de Arturo Montiel o de Roberto Madrazo.
En la lógica de no contestar a las agresiones, Peña Nieto omite explicaciones necesarias. Como por ejemplo, por qué tapó la corrupción del exgobernador Arturo Montiel, ahora tan tranquilo en la campaña del candidato priista. Igualmente, si se le cuestiona sobre la educación, mejor preferiría no tratar la caída abrupta que tuvo el Estado de México en la prueba Enlace.
Con esa actitud, no es difícil imaginar una presidencia más dispuesta al anuncio, que a la acción; más propensa al silencio que a la responsabilidad. Pero claro, lo mejor es “no dividir a México”.
25 de abril 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9145632