Tomo el título de esta columna del libro de Javier Villarreal Lozano, “Tiempos de tormenta. La vida en Monclova, Victoria y Matamoros” (Plaza y Valdés en coedición con la Universidad Autónoma de Coahuila, 2011; 226 páginas). En la publicación, Villarreal Lozano traduce, anota y comenta el maravilloso diario escrito entre 1833 y 1835 por Benjamin Lundy; un cuáquero de Filadelfia que buscó formar una colonia con negros liberados en Monclova. A su buen propósito, Lundy vivió un periodo tormentoso de nuestra historia: la pugna entre Monclova y Saltillo por tener la capital Coahuila y Texas. Al mismo tiempo, el triunfo de los separatistas texanos y por si fuera poco, el año de la cólera. No obstante, a través de su diario, se revela un interesantísima interpretación de nuestro estado en el primer tercio del siglo XIX.
Aunque parezca increíble, Lundy vino a Monclova con la ferviente convicción de formar un colonia comunitaria para acoger a los esclavos liberados. Un sueño utópico y loable contrario a la tendencia esclavista de la época en los Estados Unidos. Como nos dice Carlos Manuel Valdés en la espléndida introducción que hace al diario: “A Benjamin Lundy se le presentó un buen día la posibilidad de liberar a los negros alejándolos de sus enemigos, los blancos esclavistas… pensó lo que pensaban muchos socialistas , utopistas y cristianos de la época, en crear una sociedad en las que sus miembros trabajaran para el bien común”.
El diario de Lundy es una revelación de nuestro historia coahuiltejana. Hay en sus páginas apreciaciones memorables. Por ejemplo, cuando hace un elogio del ambiente que encontró en Monclova: “El aire de las montañas que circundan la población es, quizás, el más sano del mundo. ¿Se imaginan lo que podrían hacer de esta tierra los emprendedores e industriosos granjeros del norte?” (5 de noviembre de 1833). Por cierto, en ese pasaje recuerda el río cristalino y sus peces, que ahora, como en tantas otras tragedias ambientales, ya no existe. Su visión del país era alta, por lo mismo nos dice: “A largo plazo, México está destinado a convertirse de la más brillante de las repúblicas americanas” (13 de noviembre de 1833). Y en efecto, la condiciones de México y Estados Unidos eran similares, incluso la expectativa de crecimiento era mayor para México, pero la historia fue por otro rumbo.
Sobre el paisaje norteño, nos dice el norteamericano: “Los hermosos ocasos que disfrutamos ahora en Monclova no tienen paralelo con nada que yo haya visto en latitudes más norteñas. Si el cielo es claro, un ancho arco de luz ardiente, de un bermellón profundo, se alza sobre el horizonte. Como si se tratara de una inundación luminosa, el resplandor del poniente baña de color las fachadas de las casas” (29 de noviembre, 1833). Cuando bebió mezcal lo consideró una “especie de cerveza de calidad inmejorable, aunque en extremo intoxicante”. Algunas prácticas le parecieron repugnantes, como aquella larguísima corrida de toros que inició a las 11 de mañana y se extendió hasta el anochecer: “Por la noche, el cielo amenazaba de lluvia. Yo rogaba para que la amenaza se cumpliera y obligara a suspender tan bárbara diversión” (18 de noviembre 1833)
Había en Lundy una constante preocupación por la tolerancia religiosa y la posibilidad de que en esa época, la década de 1830, se estableciera en México la libertad religiosa, por entonces bajo el monopolio de la iglesia católica. En realidad no sería sino hasta la Reforma, cuando al fin se separó el matrimonio entre Iglesia y Estado.
Hay varios momentos en el diario que dan cuenta del interés de Stephen Austin para hacer de Texas un estado independiente. Al final, Lundy vio su sueño frustrado por el triunfo de los esclavistas estadounidenses en la separación de Texas y la derrota en San Jacinto.
Gracias Javier por divulgar esta joya de nuestra historia coahuiltejana.
6 de abril 2012
Milenio http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9141798