Cómo último recurso, el perdedor suele justificarse: me hicieron fraude, me robaron la elección. Es una historia conocida y se repite con cierta frecuencia entre los malos perdedores. Personalmente he conocido algunos candidatos que después de perder una elección ¡dos a uno! Todavía gritan que les hicieron fraude.
Desde hace varios sexenios, sobre todo, desde Salinas para acá (sí, a partir del gobierno de ese “gran villano”), en México se dio certidumbre a las elecciones. El IFE y su posterior autonomía fue la institución protagonista de los años previos a la alternancia, y sobre todo, de la actualidad en la democracia mexicana.
Tras dos décadas de existencia, el IFE es la institución que logró regularizar elecciones limpias en nuestro país. Es cierto, antes del IFE las elecciones eran todo, menos autónomas. La regla en la época del autoritarismo era el fraude e incluso la violencia. Había casos fantásticos donde los muertos votaban. O la clásica, un individuo votaba en repetidas ocasiones. Eran los tiempos del carro completo y el partido único (aunque debo aclarar que en los dos últimos puntos, Coahuila es una triste excepción).
De esa manera, ahora se puede hablar de compra de votos e irregularidades en algunas casillas, pero de ninguna manera es una tendencia general. Más bien es una excepcionalidad. En las últimas semanas el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador viene repitiendo que le harán fraude. Ya sabemos que López en un mal perder y no parece haber entendido que democracia se gana o se pierde con votos. Porque votos son amores y no buenas razones. Por lo mismo, en nada aporta a la competencia electoral pregonar un fraude cuando ni siquiera ha sucedido la elección. Es el síndrome del competidor que no acepta la derrota. En democracia es una virtud aceptar la victoria de los adversarios y reconocer la derrota. Pero en caso de quedarse en la raya como en el 2006, ¿saldrá López Obrador el primero de julio a reconocer la victoria de Peña Nieto? Me temo que López vuelve a mostrar los límites de la República amorosa. Primero nos repite una y otra vez que habrá fraude, y luego, nos dice que siempre “no va a ser posible”.
¿A cuál de los dos López Obrador creerle? Al que se la pasa anticipando el fraude, o al que nos afirma que eso no es posible. De acuerdo a la tendencia que muestran la mayoría de las encuestas, salvo que pasara algo extraordinario, Peña ganará la elección. No creo que con un margen superior a diez puntos. Pero sí puede lograr una victoria clara de dos o tres puntos. ¿Aún así, López Obrador no reconocerá su derrota? ¿Igualmente pediría lo mismo de Peña si él gana los comicios?
22 de junio 2012
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