El domingo pasado fueron las elecciones en Grecia. Esas elecciones importan tanto como las nuestras el próximo primero de julio. Porque nos guste o no, vivimos en mundo globalizado. El sí griego al euro trajo un poco de calma a las expectativas financieras de las bolsas mundiales. En ese mundo, por más pequeño que sea el peso de México, en algún lugar estamos. Lo relevante del caso es que en los últimos años nuestro país tiene un comportamiento ejemplar. Por supuesto que este tipo de noticias no venden, ni tampoco llaman la atención. Pero una lectura cuidadosa deja ver la necesaria tarea que ha hecho nuestro país puntualmente. ¡Y no es para menos! Sobre todo, viniendo de las quiebras de los años setenta.
José Agustín les llamó a esos sexenios la “docena trágica”. Más cercana en el tiempo, sucedió la crisis de los noventa con todo y que íbamos rumbo al primer mundo. Al final de todo ese marasmo, México consolidó instituciones que lograron estabilidad y cambios políticos sin sobresaltos.
En la actualidad la tendencia es otra. Ahora son las economías europeas son las que están en serios problemas financieros. Sus gobiernos gastaron al por mayor sin importar la deuda pública, ni la estabilidad financiera. El peor ejemplo es Grecia, pero hasta los gringos fueron rescatados por los chinos. Quién dijera por las vueltas que da la historia.
A todo esto, la semana pasada se celebró en Los Cabos, la cumbre de líderes del G 20. Previo al encuentro, José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, declaró: “Europa no viene a este encuentro del G-20 en México a recibir lecciones de democracia o de cómo manejar la economía. Francamente no”.
No obstante el desastre financiero en Europa, al funcionario sólo le quedó la arrogancia. Pero sin proponérselo, hizo un elogio involuntario de nuestro país. Porque si algo muestra el país es la fortaleza y estabilidad de su sistema financiero. Aunque las lecciones no fueron explícitas, ni era necesario hacerlas, México ofrece una gran lección a las economías Europeas e incluso, aunque suene extraño, a los Estados Unidos. Por ejemplo, tanta laxitud en las reglas para otorgar créditos, llevó al estallido de una burbuja financiera envuelta en corrupción.
Lehman Brothers se volvió el paradigma.
Tras la quiebra, las reglas bancarias estadounidenses endurecieron sus controles. Igualmente en Europa se promueve con dinero de los contribuyentes, el rescate de los bancos. Dicho de otra manera, las deudas privadas se convirtieron en deudas públicas. En esos casos, el liberalismo económico se suspende convenientemente y nadie se espanta. Muy distinto a la heterodoxa decisión que tomó hace varios años el gobierno de Islandia. Después de un referéndum, los pocos miles de habitantes de ese país decidieron no socializar las deudas a los ciudadanos. El singular país ya se recupera y hasta los tribunales encontraron culpable de negligencia al ex primer ministro, Geir Haarde.
Como país, hay muchas cosas en las cuales debemos avanzar, pero sin duda, la política financiera que se consolidó desde la presidencia de Ernesto Zedillo demuestra que tenemos las bases para fortalecer otras instituciones y ámbitos de la vida nacional. Los retos son muchos y las necesidades todavía más. Pero los elementos los tenemos. Ojalá pronto los hagamos andar.
24 de junio 2012
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