Protestar es una profesión que requiere tiempo, dinero y pulmón. Las causas son muchas y cuando no las hay se inventan. Porque lo de menos es ahorcar el tránsito, impedir que otros pasen. Lo que vale es protestar. No hay más. Además, si alguien osara cuestionar el derecho a la protesta, falta con restregar la Constitución: ese libro sagrado de nuestra historia.
La protesta es un medio que si no existiera, habría que inventarlo.
Y si no, hay que ver los logros educativos que consiguen los maestros. Como reloj, cada año aprietan la tuerca. Para los maestros las protestas son un peregrinar que tienen como basílica a la ciudad de México. El mecanismo es sencillo. Los maestros sacrifican las clases de sus alumnos por un logro más noble: el Sindicato. La educación es lo de menos. Lo que importa es la protesta, la toma de las calles, los gritos y la presión a las autoridades. Aquí no queremos evaluación.
En el arte de la protesta, hay tradiciones notables: Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Michoacán. Su preocupación no es ocupar los peores lugares en las evaluaciones porque la educación es el medio y no el fin. El fin es el sindicato. En tiempos de alternancia y poder desmedido de los gobernadores, un Gabino Cué o un Fausto Vallejo son poca cosa frente al poder de los maestros.
Muchos maestros de este país no serán buenos educadores, pero sí son expertos en marchas. El sindicato de la educación, no importa cuál, es un proveedor inagotable de protestas. Hay puntualidad, organización y sobre todo, conquistas sindicales. ¡Hasta un partido político tienen!
Ser maestro es una conquista, un patrimonio heredable para la protesta. Desde su formación se educan para las calles, y las marchas son el indicador para el avance. No se preocupan por Enlace y la Evaluación Universal, lo más importante es la autoevaluación. Ahí, cada maestro da lo que sea su voluntad. Si esto no fuera suficiente, la autoevaluación propuesta por el CENTE se basará en una asamblea. ¡Mejor no podía ser!
Por eso, bajo la métrica del manifestódromo, de nada sirve que el presidente les diga: “Ya estuvo bueno de eso”. A estas alturas su declaración sólo la registran los periódicos. El tiempo para exigir que se cumpla la ley se le agotó. En el ocaso del poder hasta La Maestra lo apoya. Mientras tanto, nuestra principal institución educativa prepara a nuestros maestros como profesionales de la protesta. Tal vez pronto nos den un merecido reconocimiento.
6 de junio 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9149589