Nada más ingrato en la administración pública que elaborar planes de desarrollo. El gobierno hace un gran ruido: convoca a foros ciudadanos; consulta a expertos; enuncia indicadores; instruye al gabinete; y por su puesto, describe un futuro mejor. Pero años después, la inoportuna realidad se encarga de encoger a los mejores planes. Y no dudo de la capacidad cuando la hay, de la planeación estratégica, de los diagnósticos y los datos duros que acompañan a los planes de desarrollo. En cambio, sí dudo de la buena fe y esperanza que suelen abrir los gobiernos cuando inician. Nuestro sagrado texto constitucional indica la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo (PND). En sentido estricto no es un documento operativo, pero sí la brújula de las principales acciones. También refleja, al menos en papel, la visión del gobierno en turno. El pasado lunes se publicó el PND. Ya sé que a casi nadie le importa, pero, para bien o para mal, lo enunciado ahí es la plasma la visión del gobierno para las próximos años, ¡al menos seis!
El documento de 184 páginas se resume en cinco grades metas, y no es casual, después de la funesta herencia del gobierno anterior, que la primera meta sea alcanzar un México en paz. Luego enuncia lograr un país incluyente; construir una educación de calidad; impulsar un México próspero; y consolidar una responsabilidad global. Para cada eje se describe un diagnóstico, seguido de un plan de acción. Según el propio presidente, “no es un Plan para administrar la coyuntura o las circunstancias; es un Plan para hacer cambios de fondo”.
En México Evalúa han señalado con razón que “el enfoque actual a resultados esta desvinculado de los objetivos del Plan Nacional de Desarrollo y de aquellos de mediano y largo plazo que dirigen la gestión pública. Un ejemplo claro de ello es que somos capaces de conocer el momento en que inicia la operación de un programa, pero nunca sabemos en qué momento finalizará o cuál es su meta última a alcanzar”.
En cambio, a diferencia de largo proceso del PND, más pragmático e inmediato ha resultado el Pacto por México, que se propuso metas y objetivos más factibles. En la práctica, el Pacto ha hecho las veces de plan. Poco a poco avanza, a pesar de los manotazos de Gustavo Madero y las pugnas internas en el PAN. Incluso, ha dado resultados de corto plazo para la negociación de reformas en conjunto con el PRD. Son dos medios distintos. El PND es obligatorio, aunque no se cumpla ni alcance consistencia entre las metas, los objetivos y los resultados. El Pacto, se adelantó al plan y de paso, logró concretar en poco tiempo, acuerdos en el congreso. Pero los planes fácilmente pueden caer en negligencia, y los pactos, ser frágiles por las voluntades. Al final, en medio de ambos, no queda más que la política y un enorme plan.
22 de mayo 2013
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