domingo, 21 de julio de 2013

Agua, la tragedia de Sonora


Bien dicen que el agua es vida, pero también es conflicto. Ahí donde hay necesidad y demanda, las relaciones se complican. Para unos sólo se trata de un bien, una mercancía más que hay que explotar y acaparar. Para otros es la vida, la viabilidad del futuro. Es la historia humana, o para decirlo con Elinor Ostrom, es la tragedia de los bienes comunes. Esa tragedia se repite en Sonora, en particular en la ciudad de Hermosillo, que ha visto cómo su agua subterránea se sobreexplotó hasta la ruptura desde finales de los años cuarenta del siglo pasado. Sin embargo, ninguna advertencia fue escuchada, hasta que el mismo acuífero evidenció los límites. Al respecto les recomiendo consultar el libro “Por abajo del agua. Sobreexplotación y agotamiento del acuífero de la Costa de Hermosillo, 1945–2005” (2006, Colegio de Sonora), del geógrafo e historiador José Luis Moreno Vázquez.

El problema del agua rebasó la localidad al punto de promover soluciones espectaculares con efectos dudosos. Por ejemplo, propusieron desde hace décadas una obra de miles de millones para traer agua desde Nayarit, pasando por Sinaloa a fin de abastecer Hermosillo y también al campo. El llamado Plan Hidráulico del Noreste (PLHINO) me recordó una locura similar propuesta en La Laguna: el plan MEVA. En 2010 el anuncio de ese plan generó protestas en Ciudad Obregón, por considerar afectaciones a la zona. En consecuencia, otra solución propuesta para dotar de agua a Hermosillo, una población que supera los 700 mil habitantes, es construir una planta desalinizadora. Pero la “solución” intermedia, digámoslo de alguna manera, fue impulsada por el gobierno estatal y el anterior gobierno federal. Construir un enorme acueducto de una longitud de 152 kilómetros, para trasvasar agua de la presa El Novillo hasta Hermosillo. Irónicamente, al proyecto de más de 12 mil millones de pesos le denominaron “Acueducto Independencia”. Como en todo, lo que para unos es remedio, para otros es un problema. En 2010 un grupo de agricultores del Valle del Yaqui inconformes con el acueducto, interpusieron una serie de amparos contra la magna obra. Hace un par de meses la Suprema Corte de Justicia les dio la razón: revisar los estudios de impacto ambiental y reconocer los derechos de agua de la comunidad Yaqui.

En la pelea por el agua, miembros de la tribu Yaqui y agricultores han bloqueado durante semanas la principal carretera entre Sonora y Sinaloa. Su exigencia es frenar el trasvase de agua de la presa a la ciudad. En el conflicto el gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, anuncia que no detendrá las obras e igualmente la Agrupación Unidos por el Agua, en Hermosillo se han organizado para luchar por el derecho de agua disponible las 24 horas del día. Un desplegado de esa asociación expresa: “Unidos tocaremos todas las conciencias, tocaremos todas las puertas, de todos los gobiernos, de todos los grupos y de todos los partidos, llegaremos hasta donde sea necesario con fin de hacer llegar a las familias abasto suficiente de agua”.

La confrontación muestra la disputa entre el consumo urbano y el agua destinada a la agricultura, la cual supera el 90 por ciento del consumo. La salida no será sencilla ni cercana. Mientras en Sonora el conflicto amenaza con escalar, ¿cómo le vamos hacer en La Laguna? ¿Cuánto de la tragedia de Hermosillo nos alcanzará en la región? ¿Es posible que aprendamos algo para entonces? Escuchemos la historia, tal vez nos brinde una mejor perspectiva a nuestro presente. Por lo pronto, ya tenemos sobreexplotación, proyectos millonarios para potabilizar el agua de la presa… ¿qué más nos espera?

14 de julio 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9186114