miércoles, 16 de febrero de 2011

Educación, educación, educación



Criticar es fácil, no así proponer, hacer. Lo primero lo puede hacer casi cualquiera, una especie de síndrome donde todos se asumen como “director técnico”. Por eso, la buena noticia de que las colegiaturas podrán deducirse, es tomada por los críticos bajo una serie de peros y  descalificaciones. Si el presidente no hace, es criticado, y si hace, también. ¿Por fin?
El decreto del presidente Calderón beneficia a las clases medias del país, esas que han decidido y pueden pagar la educación privada, que en las condiciones de este país es un privilegio. Según la presidencia, se beneficiarán a más de tres millones de alumnos en el país. Los montos deducibles irán de los 12 mil 900 hasta los 24 mil 500 pesos, entre los niveles de preescolar, primaria, secundaria y preparatoria.
¿Y las universidades? De esa no se dijo nada. Por lo pronto la medida beneficiará a quienes ya pagan los niveles de ecuación básica y media.
Según el titular de la Secretaría de Hacienda, Ernesto Cordero, el costo fiscal de la medida impactará hasta en 13 mil millones de pesos al erario. De ese tamaño es el apoyo que durante tanto tiempo habían propuesto diversos grupos al gobierno. Si lo comparamos con los 230 mil millones de pesos que ejerce directamente la Secretaria de Educación Pública para el presente año, la instrucción pública es 17 veces mayor al incentivo fiscal para la educación privada. Desde luego, a estas cifras habrá que descontarles el costo negativo del sindicato, “la maestra” vitalicia, las Hummer, los exclusivos bolsos y otros privilegios.  
Porque en el fondo, más allá del apoyo fiscal para las clases medias, queda el enorme peso de una educación pública que no ha logrado convertirse en la palanca del desarrollo. Alguna vez le preguntaron a Tony Blair qué era la “tercera vía” y contestó: educación, educación, educación. Así, hace décadas que los koreanos del sur hicieron la tarea. Hoy por hoy regiones de China están a la vanguardia educativa. Y los saudís, que tanto dinero tienen por el petróleo, han entendido que la riqueza futura vendrá de la educación. De eso no hablan los críticos, pero tampoco el gobierno que baila al son de la Gordillo.
El diagnóstico se tiene, y ya es “normal” que la educación mexicana destaca en el plano internacional con los peores resultados. Pero el problema no es de dinero como aparentemente se cree, sino de calidad y beneficio público a la hora de ejercerlo. Por es incomprensible  que la evaluación pueda dirimirse con protestas, palos o piedras.
El enfrentamiento que ayer se vivió en Oaxaca con los maestros de la sección 22, nos recuerda que pesa más la fuerza, que la educación, más el chantaje que la calidad. ¿Así queremos ser competitivos?
Si bien, la medida decretada por el gobierno federal no es la panacea, tampoco hay que regatear que se trata de una buena noticia.