Después de la Segunda Guerra mundial y el horror del Holocausto, el filósofo alemán Theodor Adorno expresó, si de alguna manera podía expresarse, su conmoción ante la barbarie: ¿Se puede hacer poesía después de Auschwitz? Para el filósofo la barbarie había cancelado esa posibilidad porque la palabra ya no tenía sentido. En respuesta, el poeta Paul Celan afirmó con su obra un espacio de libertad. Muchos años después Richard Exner, otro poeta alemán, nos recordó que “a pesar de Aschwitz no se puede matar a la historia”. De ese tamaño fue la herida en países enteros.
Por eso, la tragedia del poeta Javier Sicilia nos recuerda en nuestra circunstancia nacional lo indecible de la violencia, el sinsentido de la barbarie. No hay palabras después del asesinato de los jóvenes en Morelos, de la misma manera que ha sucedido en otras ciudades, y eso lo sabemos bien los laguneros.
En su trayecto de Filipinas a México luego de recibir la terrible noticia, Sicilia escribió:
"El mundo ya no es digno de la palabra / Nos la ahogaron adentro / Como te asfixiaron / Como te (desgarraron) a tí los pulmones / Y el dolor no se me aparta / Sólo queda un mundo / Por el silencio de los justos / Sólo por tu silencio/ Y por mi silencio / Juanelo".
El asesinato de los jóvenes en Morelos no es un asunto local, por eso las expresiones de Sicilia evidencian el hartazgo generalizado, pero sobre todo el peligro que se incuba desde hace años en el país. En su carta abierta los políticos y criminales el poeta resume: “Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado”.
Aunque los partidos y los políticos arrasen en las elecciones, aunque la legitimidad provenga en principio del voto, hay detrás de muchos gobiernos una profunda insatisfacción, rechazo y desconfianza palpable hacia las instituciones. No digo que todas, pero sí las principales de ejercer el gobierno, la seguridad, los servicios.
Estos golpes podrían estar incubando la negación de la política y por lo tanto, la viabilidad de las instituciones democráticas. Las palabras de Sicilia son una desgarradora advertencia.