sábado, 23 de abril de 2011

La saga liberal


Foto: El Uniiversal

A finales de marzo se presentó en Torreón el extenso libro “Los Madero. La saga liberal”,  realizado por el historiador saltillense Manuel Guerra de Luna. El libro fue presentado por José María González Lara, además del estimado y omnipresente Salvador Hernández Vélez.  
Bajo el sello editorial Siglo bicentenario, el libro se publicó en 2009, con el notable antecedente de haber ganado el premio de historia Atanasio G. Saravia que otorga Banamex.
El trabajo de Guerra sobre los Madero tiene el enorme y paciente mérito de haber trabajado con más de una docena de archivos público y privados. Esto le permitió al autor no sólo profundizar en el conocimiento del norte de México a través de la familia Madero, sino ofrecer datos nuevos, y en consecuencia, ampliar la brecha del conocimiento sobre el pasado de Coahuila, Nuevo León y Texas. Entre los felices hallazgos, en su afán de “resucitar muertos y notables episodios de vida”, se encuentra la serie de volúmenes que comprende el Diario de Debates del Congreso de Coahuila entre 1824 y 1835. Y como sucede a quienes investigamos y escribimos historia, parecía un regalo de Dios el hallazgo documental.
Bajo un enfoque regional, Guerra se propone hacer una historia del noreste de México, y para ello, la familia Madero es la columna vertebral de la narración. La raigambre parental y los lazos familiares permiten explicar a Guerra Luna una historia más amplia y compleja detrás de la familia Madero, la cual se remonta al siglo XVIII. De esta manera bisabuelo, abuelo, padre y algo del nieto se entremezclan en una historia que transita por varios caminos: la genealogía y la historia familiar; la empresa y la historia económica de una región conformada por Coahuila, Texas, Nuevo León y Tamaulipas; y finalmente el camino de la política.
La trayectoria familiar que recorre esta historia va de Francisco Madero Gaxiola (bisabuelo), Evaristo Madero Elizondo (abuelo), José Francisco Madero Hernández (padre) y finalmente el hijo, Francisco I. Madero González.
Cuando leí el libro de Guerra, recordé nuevamente la grandeza de esos hombres reacios, valientes y visionarios que no dudaron en dar la vida por establecer lo que ahora es el noreste. Por ejemplo, la constante sensación de inseguridad por el inminente e impredecible ataque de los indios durante la colonia y ya bien entrado el siglo XIX, forjó sin duda el carácter de nuestros bisabuelos norteños. En 1822, uno de esos pioneros, José Francisco Madero escribió sobre el terrible ataque de los comanches a Monclova: 
por doquiera que se volvía la vista, no se encontraba otro espectáculo que el de la miseria, el del extermino y de la muerte”.
Está claro que en el presente hemos olvidado lo que costó en esfuerzo y vida poblar, o más bien civilizar el territorio norteño. Al mismo tiempo, estamos lejos de aquel temple y carácter, (hoy le decimos liderazgo), para abanderar grandes empresas, por muy difíciles y desalentadoras que parezcan. A propósito de estos días de guardar, considero que la lectura del libro de Guerra también contribuye a la reflexión desde el pasado, sobre el duro presente que vivimos nuevamente en el noreste mexicano. Para los norteños hay historias que no debemos olvidar, y esta es una de ellas.
22 de abril, 2011, Milenio