miércoles, 11 de mayo de 2011

Las propuestas de la marcha

Cada vez más el reclamo es generalizado, el enojo y la impotencia también. Las marchas de los últimos años expresan ese malestar colectivo. Hay quienes descalifican las marchas como un medio inútil. No lo creo. Hay bastante de simbólico y hay también un legítimo derecho a la protesta. El rechazo a la violencia es compartido por la mayoría. Y paulatinamente el reclamo al cambio de estrategia tiene un relevante lugar en la opinión pública. Sin embargo tampoco es sencillo construir desde la marchas un cambio en las instituciones.
¿Qué puede resultar de la marcha liderada por el poeta Javier Sicilia? ¿Son factibles las demandas que ahí se propusieron?

Analicemos algunos puntos. La demanda más visible fue proponer la renuncia de Genaro García Luna. Esta propuesta no sólo fue rechazada inmediatamente por el gobierno federal, sino que la demanda supone un razonamiento simple a un problema complejo. Quitar al funcionario no resuelve el problema. Más que hacer cambios en lo individual, se buscan transformaciones colectivas. Y ahí sí, ni quitando al presidente de la República.

Otra propuesta de Sicilia es la eliminación del fuero para los funcionarios públicos y legisladores ligados al crimen organizado. ¿Alguien se acuerda de Julio César Godoy? Desde hace tiempo que la figura del fuero es anacrónica e injustificable. Ya sabemos que el fuero se presta en el mejor de los casos para el abuso y la ilegalidad. Sin embargo, los políticos no van a quitarse privilegios que los “distinguen” de los ciudadanos, por eso esta propuesta no es popular en las cámaras. 

Pero entonces, si lo cambios no van a venir de los políticos, sí pueden ser impulsarlos por grupos organizados de la sociedad, de ahí el valor de la reforma política. ¿Se imaginan un plebiscito en la materia? Es necesaria una depuración de las policías ¿y de los políticos cuándo?
Por eso, la sexta propuesta expresada en la marcha del domingo pondera el valor de los ciudadanos. 

Exige a las autoridades, léase el poder legislativo, aprobar la reforma política en un plazo de dos meses. No sé si para entonces los diputados priistas ya trabajaron con seriedad el dictamen del senado, porque no se descarta que a última hora necesiten más tiempo. Ante la crisis de legitimidad que viven los partidos, está el riesgo latente de la antipolítica. Llámese autoritarismo o retorno del Caudillo. Por lo mismo, dicha reforma no será la panacea, pero sí un camino hasta entonces vedado a los ciudadanos.

En lo inmediato una marcha parece inútil, pero no sabemos el efecto catalizador que puede generar en nuestra vida pública. ¿Qué resultará de los miles de muertos de esta lucha?

Milenio, 11 de mayo 2011