De un amigo de mi tierra, llamádose Valentín, que fue fusilado y colgado en la sierra... El fragmento proviene del un legendario corrido cristero llamado “Valentín de la sierra”. Fue compuesto por unos campesinos trovadores, los hermanos Pacheco, originarios de Huejuquilla El Alto, Jalisco. El corrido sobrevivió y se difundió por todos los rincones del país. Nos llega a nosotros una versión pulida que sintetizó el drama de la guerra cristera y la confrontación de miles de mexicanos contra el gobierno.
Si en el pasado el corrido cantó a héroes populares, bandoleros y revolucionarios, en el presente, con la más variopinta calidad, las versiones han cambiado los personajes por criminales y narcotraficantes (de los Tigres del Norte a los Tucanes de Tijuana). Pero también hay héroes ciudadanos (Don Alejo uno de ellos), además de temas políticos y hasta de corte personal (conozco a un exdiputado con varios corridos en su haber).
Por sorprendente que parezca, el gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez decretó un veto a los narcocorridos en el estado. Envió una reforma al reglamento de la ley sobre venta y consumo de bebidas alcohólicas a fin de prohibir “enaltecer criminales”. Está el decreto, pero no queda claro cómo operará la prohibición ¿Alcanzarán los inspectores para revisar cada cantina, bar, antro, tugurio y fiesta en Sinaloa? ¿Cómo harán con los narcos que gustan de la autopromoción pública? ¿Acaso para el gobernador un inspector en cada hijo te dio?
No hay duda de que los narcocorridos hacen apología del delito, pero de eso a suponer que una prohibición evitará futuros criminales o desalentará a nuevos, es exagerado. Escuchar un narcocorrido o ver una película sobre criminales no te convierte en futuro criminal. En Chihuahua y Sinaloa han prosperado leyes restrictivas contra los narcocorridos, sin embargo no han evitado su aceptación popular y mucho menos su éxito.
A decir de Poiré, los “Narcocorridos son apología del delito y promueven salidas falsas. Hay que enfrentarlos con cultura de la legalidad”. Pero hay una paradoja: se puede escribir, difundir y vender un narcocorrido y al mismo tiempo estar en perfecta legalidad. ¿Se imaginan a los Tucanes amparados en la Constitución para tocar en Mazatlán o en Juárez? Vaya ironía.
A nivel individual podrán rechazarse los narcocorridos por chabacanos o por lo que se quiera, pero de ahí a que el estado imponga por ley gustos y géneros, hace suponer que el corrido en sí propicia delincuentes. La polémica restricción parece más un decreto “políticamente correcto”, que una ley funcional. Como en otras cosas, la prohibición o la censura, terminan por alentar más el objeto del deseo. Y ahí sí, ya con ésta me despido.