Considerado el segundo a bordo en la presidencia, el funcionario movía importantes relaciones. Con el tiempo su fortuna creció generosamente y también su influencia. Hacía las veces de vicepresidente como jefe del gabinete, lo cual le demandó tiempo completo, pero eso no impidió que encontrara el espacio para fructíferos negocios privados. A pesar de que la suerte le sonreía, las cosas cambiaron abruptamente, lo cual nos recuerda que hasta el más poderoso puede encontrar límites.
El florentino decía: la política es como la rueda de la fortuna, hoy estás arriba, mañana abajo. Por eso, después de la publicación de una investigación fue evidente que el patrimonio personal del influyente funcionario se multiplicó notablemente. Para ser exactos: 20 veces en los últimos cuatros años. A fin de disimular su fortuna, el político utilizó testaferros para ocultar su patrimonio, lo cual no impidió conocer la ruta del dinero. Tras el escándalo, el poderoso funcionario tuvo que renunciar y a su jefa no le quedó más recurso que echarlo del gobierno.
Desde luego esta historia suena conocida en México, pero ¡no!, se trata de Brasil. El escándalo de corrupción ventilado hace algunas semanas, manchó al gobierno de Dilma Rousseff y terminó con la caída del ministro brasileño, Antonio Palocci, el mismo que desde el poder aumentó su patrimonio por veinte.
En los últimos días en Coahuila no han faltado los candidatos a la gubernatura que se pisan la “cola” entre ellos, sus equipos de campaña y hasta sus familiares. Tampoco han faltado los escándalos de corrupción a nivel nacional. Pero a diferencia de Brasil, en nuestro país no caen, ni tampoco pasa mucho después de las revelaciones. Por el contrario, a pesar de los escándalos, la impunidad se reafirma. En este punto, una de las grandes ausencias de la alternancia mexicana en el 2000, fue la rendición de cuentas. Se ganó en transparencia y acceso a la información, de eso no hay duda, pero pocas veces esa información llevó al llamado de las responsabilidades.
Es común que en una democracia funcional los actores políticos evidencien y destapen los malos pasos de sus competidores. Lo que no es común, y es el caso de la nuestra, es la ausencia regular de sanciones.
La rendición de cuentas es un contrapeso al uso y abuso del poder, pero el contrapeso que tenemos con el sistema de justicia sencillamente no funciona, y cuando lo hace, nos recuerda aquella máxima juarista: para los amigos la justicia, para los enemigos la ley.
22 de junio 2011
Milenio http://impreso.milenio.com/node/8979753