Javier Duarte, gobernador de Veracruz se declara tuitero de corazón. Hace unos días leía en esa red social un mensaje duro del político veracruzano. Con pocas palabras informó que ya tenían ubicados al par de tuiteros que provocaron desinformación y psicosis en el puerto. La respuesta del gobierno estatal fue acusarlos de ¡terrorismo! Los tuiteros fueron imprudentes sin duda, irresponsables por abusar de la red y provocar pánico, pero de eso a ser terroristas hay un gran paso. Gilberto Martínez y María de Jesús Bravo fueron detenidos y ahora están encarcelados. Al final, como afirmó Goya, el sueño de la razón produce monstruos.
El uso de las redes ha democratizado las fuentes de información entre los ciudadanos, sin embargo, la diferencia de esa información con respecto a la producida por los medios profesionales de comunicación, radica en la verificación. Como en todo, hay uso y abuso de las redes sociales, y no son pocos los casos donde Twitter es el medio.
En el Reino Unido la discusión sobre la intervención a las redes sociales por el gobierno ha llegado al Parlamento. Ahí el primer ministro ha considerado la interrupción de las comunicaciones cuando exista el riesgo de vandalismo, sabotaje y criminalidad. Recientemente los usuarios de Twitter que alentaron los disturbios a principios de agosto, han recibido un mensaje de las autoridades por el mismo medio, donde se les advierte que serán investigados.No hay duda de la fuerza que han cobrado las redes sociales. Aunque se ha exagerado la influencia de las redes en la primavera árabe, es indiscutible el papel que tuvieron. En otro sentido, un desafortunado comentarista al que podemos referirnos como el Verdugo de los ciclistas, fue “tumbado” por los insistentes reclamos tuiteros. Al final, grupo Imagen tuvo que suspender al comentarista de su espacio.
Igual que en otros medios, la libertad en Twitter también tiene límites; aunque lo de Veracruz hace pensar en autoritarismo y lo de Reino Unido en el Big Brother orwelliano. En China, Irán o Corea del Norte no hay ese problema, porque tampoco hay libertades como en las democracias tradicionales. Para Kant ley y poder sin libertad es despotismo. Es el riesgo y la responsabilidad que una sociedad democrática debe defender.
2 de septiembre 2011
Milenio http://impreso.milenio.com/node/9019314