domingo, 18 de septiembre de 2011

¿Presupuesto para qué?



Mes de septiembre, mes de la patria. Pero también el mes para discutir cómo se va a gastar el dinero de los contribuyentes el próximo año. No es poca cosa, aunque los detractores de la política prefieran no darse por enterados. Es difícil imaginar la cifra, ¡3.6 billones de pesos!, pero más difícil es tratar de dar seguimiento al ejercicio de los recursos.

El primer mito que aparece detrás de las cifras, supone que asignando más recursos se van a obtener mejores resultados. Ni una ni otra. Gastar más no es sinónimo de eficiencia, y los resultados no dependen exclusivamente de la cantidad de dinero, sino de la calidad con que se aplica. Ahí están los aumentos a las secretarías; ahí están los gobernadores frotándose las manos con su petición de 120 mil millones más para el 2012; ahí están los legisladores sumando más a su salario.


La historia ya es cotidiana y no es monopolio de partidos y ámbitos de gobierno: derroche, sobrecostos, ineficiencia, desvío de recursos, gastos sin comprobar, ausencia de resultados… No obstante, cada año se pide más. La evidencia aportada por Auditoría Superior de la Federación muestra en el mejor de los casos, un claro patrón de ineficiencias. La peor parte es la corrupción, no sólo por el costo de oportunidad que eso implica para el gobierno, sino por el costo social que se traslada a los ciudadanos. 



¿Tiene sentido pagar por una seguridad que no se recibe? ¿Por qué cargar con compras exorbitantes y burdos sobreprecios? ¿Para qué seguir pagando elecciones tan caras, si los montos no se justifican?

El más reciente estudio de la OCDE en colaboración con el IMCO, Competencia en las obras públicas (2011), señala que la mayoría de los estados en el país tienen procesos desiguales e ineficientes para asignar las compras que requiere el gobierno. No sólo se trata de gastar, sino de hacerlo bien. Cuando un gobierno realiza intencionalmente una compra con sobrecosto para beneficiar a un tercero, no sólo está incurriendo en un acto de corrupción, sino además le está restando utilidad a los bienes públicos que reciben los ciudadanos.
No es sencillo, pero una buena exigencia de los ciudadanos por estos días, es buscar que nuestros gobiernos gasten, y sobre todo, lo haga bien.

16 de septiembre 2011
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9027074