domingo, 4 de marzo de 2012

50 años de cronopios y famas



Como el cine, la literatura es mejor que la vida. Por eso regreso obligadamente a ciertos libros, a ciertas lecturas. Historia de cronopios y famas (1962), es uno de ellos. No recuerdo cuándo di con aquella feliz edición de Minotauro, publicada en Argentina. 
Lo que sí recuerdo es el impacto que me causó ese libro: gracia, risa, gusto por ver el lado insólito de las cosas que siempre están frente a nosotros. Así es la literatura de Julio Cortázar, divertida, siempre dispuesta al juego, a la inteligencia lúdica de quien nos enseña a ver un escalera, un reloj, un sillón, una hormiga o un cabello. Con Julio redescubrimos lo cotidiano al revés.  A veces somos cronopios, otras famas.

Este año se cumplen 50 de Historia de cronopios y famas. No dejo pasar la ocasión de un brevísimo homenaje. 

De pérdida y recuperación del pelo:
“Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo”.

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De instrucciones para tener miedo:
“En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere”.

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De instrucciones para dar cuerda al reloj:
“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. […]No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”.

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De propiedades de un sillón:
“En casa del Jacinto hay un sillón para morirse. Cuando la gente se pone vieja, un día la invitan a sentarse en el sillón, que es un sillón como todos pero con una estrellita plateada en el centro del respaldo. La persona invitada suspira, mueve un poco las manos como si quisiera alejar la invitación y después va a sentarse en el sillón y se muere”.

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Acefalía:
“A un señor le cortaron la cabeza, pero como después estalló una huelga y no pudieron enterrarlo, este señor tuvo que seguir viviendo sin cabeza y arreglárselas bien o mal”.

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Historia:
“Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta”.

Gracias Julio. 

4 de marzo 2012
Milenio http://impreso.milenio.com/node/9123501