Ver el vaso medio lleno o medio vacío. Todo depende de cuál perspectiva tomemos. En este caso, de cuál indicador leamos. Los cierto es que en diversos estudios internacionales, los mexicanos nos asumimos como felices. De esa manera, según el indicador, el tamaño de la felicidad. Recientemente varios estudios han confirmado la felicidad de los mexicanos. Por ejemplo, entre los países ricos, aquellos que pertenecen al club de la OCDE, México destaca no por su competencia ni desarrollo económico, sino por su declarada felicidad. Tan sólo el año pasado, 66 por ciento de los mexicanos respondió estar contento. Esta cifra supera en mucho el promedio de los países de la OCDE, no obstante que de las 34 economías que se miden, México ocupó los últimos lugares en calidad de vida.
El Índice de Felicidad Mundial 2011 mide aspectos como calidad y esperanza de vida, donde México ocupó el lugar 23 entre 143 países. Otro indicador más, el de IPSOS, registró que 43 por ciento de los mexicanos se siente “muy feliz”. De manera comparada, ese mismo índice mostró que en países ricos como Suecia, su proporción de felicidad se reduce a ¡20 por ciento! Nuestro admirado vecino, Estados Unidos sólo registra 28 por ciento de ciudadanos felices. Francia con un raquítico 15 por ciento, y Corea del Sur 7. Al revisar las cifras, no queda clara la siguiente relación: a mayor educación, mayor felicidad. Ya lo decía trágicamente San Agustín, quien reviste la lucidez, reviste la tristeza.
Tradicionalmente la teoría económica dominante, léase la escuela liberal, supone al hombre como homo economicus, es decir, un ser racional que responde a incentivos económicos (de acuerdo a la teoría de la elección racional). Sin embargo, corrientes críticas en la economía han refutado esa tesis, para asumir otros ámbitos que van desde el sentido de comunidad hasta aspectos psicológicos y afectivos. En el primer esquema, Mammon es la referencia. Por eso la principal medición es el PIB. En contraste, se han creado otros índices que miden no solamente la riqueza, sino la satisfacción de las personas. Y ahí sí, el dinero no parece ser todo.
Veamos las paradojas. Al correlacionar riqueza (PIB per cápita) con felicidad, se encuentra que Indonesia, a pesar de tener un PIB 11 veces menor al de Gran Bretaña, 51 por ciento de su población se siente “muy feliz”. Pero sólo 21 por ciento de los ingleses se dice feliz. India registra un décimo del PIB en México (10 mil dólares), pero está en la segunda posición mundial de felicidad. Los mexicanos estamos en tercer lugar. Canadá tiene un PIB de 51 mil dólares, pero sólo 27 por ciento comparte mucha felicidad. En Japón, con 45 mil dólares, sólo 16 por ciento se siente “muy feliz”. España, que se encuentra en una dura crisis económica, no obstante los 33 mil dólares que registra, sólo 11 por cierto de su población se declara en la felicidad.
Que la riqueza ayuda a la felicidad, no hay duda, pero tampoco parece ser el principal motivo.
E. M. Cioran, lo cual ya es mucho decir, admiró el profundo vitalismo de los pueblos latinoamericanos. Para el filósofo rumano, Europa era la decadencia. En cambio, a pesar de su condición económica, veía en los latinos un profundo sentido de vitalidad. Quizá con las décadas, el principal indicador de las economías del siglo XXI no será el PIB, sino la felicidad de las personas.
21 de marzo 2012
Milenio http://impreso.milenio.com/node/9132838