Como antesala, los nombres pueden revelar a las personas. En un famoso pasaje de Mateo quedó escrito: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia. Ahí el nombre es la base de una institución que se cuenta por siglos. Otros desventurados, mejor han preferido olvidar el origen: “…de cuyo nombre no quiero acordarme”. En ocasiones el nombre parece el destino mismo: un tal Pedro Páramo. Bajo el peso de la mediocridad, Guillermo Fadanelli en Lodo, hace preguntar a su protagonista sin atributos: qué clase de filósofo puede llamarse Benito Torrentera.
Pero el destino también puede cambiar a manos del hombre. Un buen día, Doroteo Arango decidió llamarse Francisco Villa. Con su nuevo nombre dejó atrás el estigma de bandido: había nacido la leyenda revolucionaria. Sin precedentes en la historia humana, durante el siglo pasado se multiplicó la población. Hoy nos sumamos por miles de millones y parece que todavía hay lugar para más. ¡No quiero imaginarlo!
En esa miríada, los nombres presentan un misterio que no está exento de orden, modas y sobre todo repetición. Tras la primera vista de Juan Pablo II a México en 1979, muchos padres bautizaron a sus hijos en honor al carismático Papa. Casi una generación de la época lleva el nombre de Juan Pablo.
Para romper con los buenos gustos, la televisión ha hecho lo suyo y de qué manera. Mejor no doy ejemplos. Hurgando como minero de datos en listas nominales, estadísticas y padrones, tenemos un patrón bien definido de nombres y apellidos en México. Tampoco podía ser de otra manera, si la ecuación se reduce a diez apellidos comunes, más diez nombres comunes.
A partir de esos nombres tenemos una homonimia que se cuenta por cientos de miles. Vayamos a la combinación. El top ten de los apellidos más frecuentes: Hernández, García, Martínez, González, López, Sánchez, Pérez, Rodríguez, Ramírez y Flores. Aunado a nombres como Juan, Guadalupe, José, María y Francisco. Con esa frecuencia para nombres y apellidos no es extraño que conozcan algún Juan Hernández Hernández.
De acuerdo con el IFE, hay 3 mil 40 homónimos de ese nombre. Pero que quede claro, ninguno es el mismo, aunque literalmente lo sea. En otro incesto gramatical, donde se repite la misma combinación de apellidos, resultan 2 mil 589 Marías Hernández Hernández en el país. Lo mismo para Juana, José y Francisco. Todos Hernández Hernández. En la aritmética de los apellidos, podemos multiplicar 3 millones 425 mil apellidos Hernández por 2 millones 514 mil de García. Cambiemos de combinación: ¿Qué les parece 2 millones de Martínez, 2 millones de López y casi 2 millones de González? Por ejemplo, para homónimos nadie como Chiapas.
El padrón electoral de esa entidad registra una frecuencia de mil 57 Marías Pérez Pérez. Tan sólo con ellas se podría armar una inusual elección. ¿Cómo votará cada una de las Marías? Para una y otra, siempre ganaría María Pérez, pero votada por otras Marías. La derrota sería similar. A pesar de los homónimos, cada cabeza seguirá siendo un mundo.
1 de febrero 2013
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