A diario, las noticias sobre el problema de las policías en México llena las páginas. Los esfuerzos son muy variados. Tenemos desde algunas, poquísimas policías en orden, hasta corporaciones pulverizadas por la corrupción y el crimen. Pero desde que la inseguridad desbordó la agenda pública, es hora que en el país no tenemos una corporación eje de la seguridad. El nuevo gobierno federal ha propuesto la gendarmería nacional, pero entre el planteamiento formal y la posible operación pasarán años antes de tener resultados. Mientras tanto, a los más altos o pequeños niveles, la policía es más un problema, que una solución.
Ahí está el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, tratando de explicar el “absurdo” de que los policías matan a los policías. En Durango, de un día para otro se depura la corporación, pero ya se anuncia otra vez el mando único. En Oaxaca y Guerrero hay comunidades donde la población no da crédito a la policía formal, y entonces, ante el vacío, se llena con una “policía comunitaria”. El asunto no es menor, por más que se localice en pequeñas poblaciones. En esa lógica comunitaria, la responsabilidad se diluye en la multitud. Es la “policía” que nace ante la ausencia de legitimidad de la autoridad formal. Porta armas, instala retes y usa capuchas o pañuelos para cubrirse el rostro. Detiene delincuentes y también aplica una justicia comunitaria. Pero si ya es un riesgo la carencia institucional de la policía, más lo es la justicia por la propia mano.
En nombre de la comunidad, esa justicia puede convertirse en el peor remedio de la sociedad. En otras circunstancias, el vacío de autoridad en algunas ciudades norteñas, lo llenan los vecinos cerrando calles o pagando (aunque el remedio sea psicológico), seguridad privada, que al final del día tampoco se responsabiliza por los robos, las agresiones y mucho menos la violencia. No es difícil compartir el diagnóstico que da el coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, cuando afirma que la presencia de guardias comunitarias es un signo de “ingobernabilidad” en los estados. En los primeros días del mes, un pareja de turistas que venía del DF, no se detuvo ante un retén de la guardia comunitaria en un poblado de Guerrero. La respuesta fue atacarlos a balazos. El líder de la “policía”, Bruno Placido, calificó a los turistas como “imprudentes”. De ese tamaño es el riesgo que como sociedad podemos estar cultivando. Porque al final del día, perder la vida puede ser una imprudencia, pero nunca responsabilidad de esa colectividad envuelta en la “justicia comunitaria”.
13 febrero 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9172318