Dos o tres días, la noticia se convierte en chisme y la fuente es wikileaks.org. Cables más, cables menos, los chismes se multiplican por aquí y por allá. En otras palabras, papeles oficiales que son tomados como verdades inamovibles; fuentes incuestionables que son tomadas al pie de la letra. Pero el problema de las fuentes no es nuevo, lo enfrentan a cada día los historiadores que trabajan con los archivos y que saltan de un documento a otro. Hay que quitar el polvo y sobre todo, evitar juzgar con los ojos del presente. Otro mito frecuente proviene de sacralizar el documento. No por viejo, debe de tomarse como “El” documento. Vistos por sí solos, los archivos que difunde WikiLeaks, muy a pesar del gobierno estadounidense, no se comprenden sin su entorno. Tampoco son fragmentos de verdades. Me centro en lo sacados de los setentas: una serie de cables del Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos, parecen ofrecer verdades para el presente. Así, los documentos se leen literalmente, como si fueran de la semana pasada a pesar de la distancia de 40 años. Entre los chismes aparecen los supuestos de un presidente, los problemas del director de un periódico con el gobierno, y la pluma de un prestigioso editorialista. Vamos, casi, casi una novela, que para fortuna de los lectores, escribió Vicente Leñero.
En todo eso, el chisme que ocupó la mayor atención fue la supuesta conspiración del ex presidente Luis Echeverría para matar a su sucesor en Los Pinos, José López Portillo. Con el título, “Pensando lo Impensable”, el cable del gobierno gringo supuso una teoría ¡extraordinaria! Digna de una película de intriga y crímenes políticos. El cable, fechado en 1976, está dirigido al Departamento de Estado, por entonces al mando Henry Kissinger. La mejor base para semejante teoría de la conspiración a la mexicana, fue una editorial en el periódico y cosas que escuchó en algún lugar el entonces embajador norteamericano Joseph J. Jova. El supuesto del cable, parece más la imaginación de un fracasado escritor de novela política, que un informe de “inteligencia”. En otras palabras, una tomadura de pelo disfrazada de documento gubernamental. Eso sí, ¡revelado por WikiLeaks! Para andar con certezas, las mejores fuentes de ese informe impensable, fueron la suposición, la sospecha y el chisme. La versión reproducida acríticamente en la prensa, no sólo es fantástica, sino ridícula. Mucho antes que WikiLeaks, el Departamento de Estado ya había desclasificado toneladas de documentos (vean la espléndida página archives.gov). Para muestra, son los archivos que develan la identidad de los Litempos favoritos de Winston Scott, el célebre operador la CIA en México. ¿Quiénes eran? Los mismísimos presidentes: López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría… Pero claro, la fuente de moda para el chisme es WikiLeaks. ¡Vaya pasatiempo!
12 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9177543