Durante los años de alternancia (1997-2012), los gobernadores fueron los mayores beneficiarios de la apertura democrática. No había ya un poder central concentrado por El presidente para limitar los poderes estatales y por si fuera poco, gozaron de presupuestos sin precedentes; todo gracias al sacrosanto petróleo. En esa circunstancia, que algunos llamaron “feuderalismo”, la imagen que se creó de los gobernadores, fue la de una especie de virreyes modernos, hombres todo poderosos, libres de rendición de cuentas. Pero ¿en verdad lo fueron o lo son todavía? En más de una ocasión el cliché del poder en las gubernaturas, ha quedado notablemente roto por otros poderes en las entidades. Por ejemplo, en Tamaulipas difícilmente podemos hablar del poder del gobernador; ahí más bien el crimen se ha impuesto con toda normalidad. Por las mismas el caso de Michoacán, al que además debemos sumar la notable quiebra de las finanzas estatales: sin dinero para “operar”, el gobernador ruega por más presupuesto.
El caso de Oaxaca y Guerrero son emblemáticos, porque ahí el poder de los gobernadores es testimonial. La expectativa favorable que despertó el gobernador Gabino Cué, pronto se derrumbó con el sometimiento de los maestros. ¡Hasta habla de “tropicalizar” la reforma educativa!
En Oaxaca, la ley no es para hacer una mejor educación pública, ni nada que tenga que ver con el desarrollo. ¡No! Nada de eso, la educación es lo de menos. Lo importante son los derechos sindicales, la horas cobradas sin trabajar, los paros sistemáticos, las marchas profesionales. Son tan especiales, que ni las evaluaciones de la SEP aplican. ¿Para qué?, si lo importante es el sindicato, no la educación. A la colección de gobernadores doblegados, debemos sumar a Ángel Aguirre, el supuesto gobernador de Guerrero. Irónicamente en ese estado, los trabajadores de la educación hacen paro de labores como forma de trabajo. No sólo han doblado al gobernador, de paso han evitado a la SEP y sus impertinentes evaluaciones. Todo por la reforma educativa ¿A quién le importa la calidad de la educación, los alumnos, la enseñanza? Otra vez, lo relevante en Guerrero es el sindicato y el derecho a la autoevaluación. Por lo mismo, la reforma educativa que recién aprobaron los diputados en el Congreso federal, es irrelevante. Para Guerrero es la excepción; ahí no aplica.
Basta con bloquear las carreteras, basta con arruinar las vacaciones de los capitalinos en Acapulco. El sindicato lo vale, la educación no. Entonces ¿quién gobierna en Guerrero? Está claro que el sindicato, porque tienen el poder del bloqueo, la fuerza del chantaje y el más perverso medio: la capacidad de torcer la educación. Con mayoría de votos en el Congreso de Guerrero, los maestros trataron de imponer condiciones a la ley de educación, pero no prosperaron como querían. La más aberrante de todos, era tener su propio Instituto Estatal de Evaluación. Quién mejor para la calificación que ellos mismos. Por lo tanto, ante la inconformidad, lo que sigue son más marchas, paros y pérdida de clases. Eso sí, ¡que no se les deje de pagar! Ya hasta anunciaron su peregrinación al Zócalo de México. Los maestros guerrerenses sí saben mandar.
4 de marzo Milenio
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