domingo, 25 de enero de 2015

303 exposición


303. La matanza de chinos en Torreón, es una exposición que nació de un "no".

Como tema de historia, diversos investigadores hemos tratado el terrible suceso, sin embargo, ya fuera como investigación académica, artículo de divulgación o crónica curiosa, la xenofobia hacia a la colonia china de Torreón, no había sido tratada en un museo para públicos más amplios. La propuesta que hicimos en 2013, Adriana Gallegos, curadora del Museo Arocena, y un servidor,  tuvo acogida en el Museo de la Memoria y Tolerancia (MMyT). No sólo había afinidad en el tema, sino vocación para dignificar la memoria; para hablar de lo que no se quiere hablar; para advertir desde el pasado los peligros latentes en el presente. Después de meses de trabajo, investigación en diversos archivos del país, elaboramos el guión museográfico. Reunimos imágenes y expresiones de una historia distorsionada bajo "los abusos de la memoria". 

Gracias a Sharon Zaga , directora del MMyT y Emily Cohen, subdirectora, quienes atendieron la propuesta.  Agradezco además a Linda Atach, responsable de la Dirección del Departamento de Exposiciones Temporales, quien creyó y apoyó este proyecto. 

martes, 20 de enero de 2015

lunes, 12 de enero de 2015

Supercívicos


A punto de despedir del año, más vale no quedarnos con la sensación negativa de los últimos meses. Si bien, la realidad mexicana da sobrados ejemplos para la desesperanza y el pesimismo, también hay acciones inspiradoras de quienes buscan salir adelante. Aunque parezca la excepción, hay ciudadanos dispuestos a construir otro país. No desde los grandes medios, ni desde instituciones profundamente desprestigiadas como los partidos políticos, sino a pie de calle. Me refiero a los ciudadanos que cuidan la limpieza de la calles como si fuera su propia casa. Ciudadanos que atienden la reglas viales más elementales. Ciudadanos que respetan para ser respetados. No se trata de grandes discursos para "mover a México", ni de ambiciosas reformas constitucionales, sino de las prácticas que le dan vida a la ciudad. Sí, prácticas. De la misma manera que la democracia necesita de demócratas para tener salud. La vida cívica necesita de ciudadanos dispuestos a darle vida. En momentos en que más indignan los problemas nacionales, es cuando más necesitamos de ciudadanos comprometidos con el espacio común. No hablamos de una abstracción, ni de una teoría, sino de prácticas compartidas, o si se quiere, de una cultura cívica. Aunque abundan las acciones negativas, no me dejan de sorprender los ciudadanos responsables que cuidan su entorno.
Recientemente me encontré un amigo confrontando a un automovilista que tomó la esquina como estacionamiento. No sólo incurrió en una falta vial aquel "influyente", sino obstruyó el paso de los peatones. Al ser cuestionado, el automovilista todavía se indignó e insultó. Como si el mal no fuera la falta, sino ser cuestionado por la ausencia de civismo. El incidente me recordó las irreverentes, irónicas y provocadoras intervenciones de los Supercívicos en la ciudad de México. Armados con disfraces, personajes y el más elemental respeto cívico, los Supercívicos confrontan a los ciudadanos en la calle. Di con ellos gracias a su canal en You Tube: "Houston tenemos un programa". Lo que sigue después es una serie de escenificaciones cívicas para defender los espacios que a veces, ni las mismas autoridades respetan.
Cristo en el metro. Armado de humor, Arturo Hernández se convierte en Cristo por los pasillos del metro. Agua bendita en mano, hace milagros. Levanta aquellos ciudadanos que ocupan indebidamente el asiento reservado para ancianos, discapacitados y embarazadas. Aunque es graciosa la escena de "levántate y anda", los Supercívicos hicieron milagros en el metro. Curiosamente hasta la gente cercana a la intervención, aplaudió los milagros. De igual manera, caminando por las calles, los Supercívicos lograron quitar cuatro Lamborghini que lujosamente invadían la banqueta. A las autoridades no les quedó más que corresponder las acción cívica. Pero vuelvo al punto, el civismo no es algo que se aprenda en los libros, sino con el ejemplo en las calles. Dicho de otra manera, no bastan millonarios presupuestos para cambiar al país. Sino la decidida intervención de los ciudadanos en el espacio público. De esta manera, puede más el ejemplo, que la sola publicación de la leyes y reglamentos.
En el país se reproduce un modelo de inequidad en las ciudades. La mayorías de las calles están diseñadas para el paso de los coches, no de las personas. Así, una calle cualquiera es la ocasión para defender al peatón. No obstante de tener la mayor parte de la calle, los automovilistas invaden los pasos peatonales. Es ahí cuando aparecen los Supercívicos a la manera de Beatles cruzando Abbey Road, para dejar pasar a los peatones.
La escena más reciente apela a la vergüenza. En las ciudades es común ver a muchos automovilistas que actúan como si tuvieran un auténtico fuero vial. Invaden banquetas, ocupan indebidamente el lugar reservado a los discapacitados o circulan por las ciclovías en sus autos porque asumen que la ciudad es ellos y de nadie más. Los Supercívicos estuvieron ahí para pegar un emblema en cada carro que invadió el ciclocarril. Con el rostro de Benito Juárez y el lema "fuero vial", los Supercívicos "autorizaron" inmunidad a los ciudadanos que no respetaron el carril segregado para el trolebús y bicicletas. No obstante, algunos se enojaros y hasta agredieron.
Con los Supercívicos hay humor y provocación, pero también auténticas intervenciones cívicas. Lecciones sobre el comportamiento de los ciudadanos y lo mucho que podemos mejorar nuestro entorno en la vida cotidiana. Aunque resulte extraño, sí hay héroes urbanos que dignifican la ciudad. ¿Usted conoce alguno o es uno de ellos?
Muy recomendable, busquen también en Facebook: "Houston tenemos un programa".

De libros y lecturas




Hago una pausa a las tribulaciones mexicanas y regreso a las lecturas que estuvieron presentes en los últimos meses. No todas, pero algunas referencias de vuelapluma. Ante el desánimo, quizá estos días nos den tregua a las tremendas semanas con las que cierra el año. Con sencillez. Con la calma de un haikú, regreso a las Sendas de Oku (2005), en la traducción que Octavio Paz y Eikichi Hayashiya hicieron de los poemas de Matsuo Basho: De los cerezos en flor/ al pino de dos troncos/ tres meses ya. Hace algunos años el Fondo de Cultura Económica rescató aquella edición de 1957 que nos permite recorrer cinco diarios de viaje de Basho ilustrados Yosa Buson: Este camino/ nadie ya lo recorre/ salvo el crepúsculo.
Y de la poesía a la comida, llegué a la experiencia del chef peruano, Gastón Acurio. No me dejó de impresionar cómo su historia en la cocina, revolucionó la industria culinaria en Perú. Lejos de ocultar o guardar con celo sus recetas, las compartió a los cuatro vientos. Abrió restaurantes y escuelas. Colaboró con colegas y difundió colectivamente sus saberes. "Nosotros los cocineros peruanos no competimos, sino que compartimos". Así narró una de las experiencias más exitosas y emblemáticas de Perú. De esa manera, el chef que no quiso ser abogado, construyó un emporio gastronómico de millones de dólares. Para Acurio, "si te llevas tu receta a la tumba, no existes". En el mismo tono, Andrés Oppenheimer reunió diversas historias de esperanza e innovación en América latina. Más allá de la crítica, el periodista argentino ofrece una visión alentadora de los talentos que está transformando a los países de la región. ¡Crea o morir! de Oppenheimer (2014), insiste en la innovación y la creatividad como medios para el detonar el potencial que habita en Latinoamérica.
Para los jóvenes políticos, Fuego y cenizas (2014) de Michael Ignatieff, ofrece una visión sobre el éxito y fracaso en la política. En un breve, pero intenso libro, el académico metido a político cuenta de primera mano cómo llegó al gobierno de Canadá y cómo lo perdió por su falta de sentido político. Entre los opinólogos, hay un prejuicio extendido de que los intelectuales o académicos en el poder, son los hombres más indicados para la política. Se cree que el político debe ser un hombre de ideas que desde la abstracción genera los mejores planes para el gobierno.
Pero la historia, maestra del desengaño, ofrece célebres ejemplos de pensadores que resultaron un rotundo fracaso en la política. Platón, fue consejero del poder y terminó como esclavo.
Maquiavelo, el genio que escribió El Príncipe, fue apresado y torturado.
Ignatieff es uno de los politólogos más reconocidos internacionalmente. Profesor de la Universidad de Harvard, dio el salto de la academia a la política. Su trayecto por el pedestre mundo de la política fue un desastre. "Espero que las cenizas de mi experiencia sean esparcidas en el algún jardín. Todo aquel que ama la política, y yo aún la amo, quiere animar a otros a que vivan sus sueños, pero también quiero que entren en la batalla más preparados de lo que yo estaba. Quiero que sepan, que sientan, lo que es tener éxito, pero también lo que es fracasar, para que no tengan miedo de ninguna de las dos cosas".
Ante el fracaso, escribe Ignatieff con provecho para los jóvenes aspirantes: "Pensé que gran parte de la teoría política, cuya lectura se requiere a estudiantes de todo el mundo había sido escrita no por aquellos que habían triunfado en la política, sino por aquellos que habían fracasado en ella. Que la astucia teórica vaya de la mano del fracaso político con tanta frecuencia, arroja luz sobre aquello que hay de específico en el talento político".
Imperdible la extensa colección de ensayos de George Orwell, recientemente publicada por Losada en 2013.
Posdata. Para como están los tiempos, volví a releer Ricardo III de Shakespeare.
24 de dic 2014
El Siglo

Gobiernos de aparador

Difícil saber a dónde vamos en medio de la crisis. Para el caso no hay bola de cristal ni predicción que valga. Aunque la historia ofrece ejemplos y comparaciones, no sabemos bien a bien dónde va a parar la crisis que vive México. Sabemos dónde empezó la indignación, pero no sabemos dónde va a terminar. En el colmo de la incomprensión, el presidente llamó a superar el dolor. ¡Sí! Así de distante, así de ajeno al momento que vive México. Por su cabeza no pasa la autocrítica y mucho menos, la humildad. Desde 1968 no veíamos un movimiento similar: manifestaciones, crítica, protesta, rechazo al poder, indignación por todas partes. De cierta manera vivimos un momento "tectónico". Capas y cimientos que en muchas décadas no se habían movido. Desde el poder se apela a la conspiración, pero no se reconoce el fondo el problema: corrupción e impunidad del mismo poder. Las claves de nuestra endeble democracia las ofrecen los mismos actores políticos. Anoto las principales.
No hay oposición, pero sí complicidad. Silvano Aureoles, presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados y miembro del PRD, ratifica su lealtad al presidente. Para él la casa blanca es un "asunto entre particulares". Lejos de investigar o ser un contrapeso, el poder legislativo se quedó callado, para que tampoco sea investigado. Para los diputados es preferible la complicidad, a la rendición de cuentas.
Cuando el auditor renuncia a llamar a cuentas, sabemos que la impunidad prosperó. Juan Manuel Portal, titular de la Auditoría Superior de la Federación se comportó como debía comportase: un hombre leal al status quo. Escuchemos sus palabras: "Hasta ahorita el tema de la casa blanca es un asunto de particulares, quién le compró y quién le vendió, la señora no es funcionaria pública aunque maneje recursos públicos, pero en fin, una vez que pudiéramos tener facultades para hacerlo durante, quizá podríamos revisar el procedimiento de licitación del Tren por presunto conflicto de intereses, de la casa no salió de recursos públicos". Portal no quiere ser un outsider, ni tampoco un héroe solitario que denunció la corrupción. Nada de eso, su papel es ser un celoso guardián del orden establecido.
Cuando no salíamos de una casa, ya estábamos en otra. Luis Videragay, arquitecto de las reformas de Peña Nieto y flamante Secretario de Hacienda, no quiso quedarse atrás en eso de las casas. No obstante que declaró estar desempleado en 2012, accedió a la bondad empresarial de Grupo Higa y consiguió el mejor precio del mercado. Cuestionado por la prensa estadounidense, Videgaray, reconoció la crisis que vive el país por los escándalos de corrupción y seguridad. Más aún, la periodista Michelle Caruso le cuestionó: "Si Bárbara Bush hubiera tenido una casa construida por Halliburton, George W. Bush hubiera sido sometido a juicio político". Pero claro, Videgaray asume que está en México y no en Estados Unidos, donde sí han corrido al presidente por corrupción, como sucedió con Richard Nixon. En función de esa "certeza", el Secretario dice que no hay conflicto de interés, no obstante que Higa ha recibido contratos de miles de millones de pesos del gobierno.
Entre las autoridades, hay pocas excepciones, y quien realmente sorprendió fue el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el ministro Juan Silva Meza. En un reciente discurso, Silva Meza aludió elegantemente al presidente. Lamentó los sucesos violentos que "ni el tiempo, ni el silencio permitirán superar la adversidad, sino el reconocimiento y la determinación para hacerles frente". Luego crítico a los gobiernos de aparador: "la sociedad no quiere una justicia inservible y lejana, justicia de discurso, justicia de aparador, debemos entender que nuestro lugar está a lado de la sociedad y sus derechos, no por encima de ella".
Sin embargo, para coronar la impunidad, esta semana una noticia demostró que el cambio, si lo hay, no vendrá de las actuales instituciones, ni de los políticos en el poder, sino de una generación que se atrevió a salir a las calles. Por lo tanto: Salinas de Gortari es inocente. Como ave de mal agüero, la historia no tenía razón y ahora resulta, que Raúl Salinas, hermano de uno de los peores presidentes de México, fue exonerado por un tribunal en el DF. ¡Cómo se nota que manda el PRI! Hace algunos meses, nuestro presidente afirmó que la corrupción es un problema cultural que afecta a México. Si es así, qué cultos son estos gobernantes.
17 de dic 2014
El Siglo

¿El PRI de siempre?


Crisis política y corrupción, deuda nacional por segundo año, devaluación del peso, dólar a la alza, petróleo a la baja… y una espléndida casa blanca. Es decir, los ingredientes de un crisis a la antigua. Al final de su sexenio Ernesto Zedillo entregó buenas cuentas, y rompió con la tradición de quebrar al país. Vicente Fox, a pesar de ser un frívolo en el gobierno, mantuvo la estabilidad. Felipe Calderón, que nos metió en una sangrienta e "imbécil" guerra, tampoco quebró al país. En el pasado, tuvimos una camada de presidentes que cada sexenio provocaban una crisis desde el gobierno. Luis Echeverría inauguró la infame tradición. Le siguió José López Portillo, Miguel de la Madrid, y sólo Carlos Salinas de Gortari los pudo superar. Rezo, imploro y hago votos porque la presidencia de Enrique Peña Nieto, prematuramente desgastada, no opte por la vieja tradición.
10 de dic 2014
El Siglo