Hace unos días la autoridades locales de Torreón y Coahuila, anunciaron otro operativo para ir contra los autos sin placas o irregulares. La escena se repite, la conocemos y en consecuencia actuamos. Esa parece ser la premisa detrás de cada operativo para sancionar a los conductores de automóviles irregulares. Como en tantos otros aspectos cotidianos, el asunto de las placas revela en mucho el peso de los valores cívicos en la ciudad. Una obligación tan común para muchos, muestra en dos sentidos, la relación entre ciudadanos y gobierno. Por un lado están los ciudadanos que responden a incentivos. Por otro, el gobierno que emite esos incentivos.
Veámoslo desde el duro tema de la seguridad. Se dice que hay necesidad de orden y legalidad en las placas para contribuir a la seguridad en la ciudad. ¡Y la situación no exige menos! Pero además del operativo del gobierno, ¿cuál es el comportamiento de los ciudadanos? Si bien hay un número bien extendido de ciudadanos cumplidos, hay otro tanto que fija sus propias reglas. Enumero tres: están lo que portan placas piratas de organizaciones Onappafa y compañía. Por cierto, cada vez más son lo que utilizan esas “placas” en autos mexicanos, e incluso para modelos recientes. Luego debemos sumar a los que “astutamente” se amparan contra el impuesto (recomiendo ampliamente ver el texto de Gerardo Esquivel: Elogio de la tenencia y el mito del impuesto vehicular ligado a las Olimpiadas). Y finalmente están lo que ni siquiera portan placas. Para fines prácticos podemos llamarlos ciudadanos onappafa, porque al fin los tres han encontrado la salida para los obligaciones ciudadanas. Han sabido librarse de la ley. ¿Acaso representan la tercera parte de los vehículos en la ciudad o ya son la mitad?
Ante el operativo, uno pensaría que ahora sí el gobierno va meter orden. Sin embargo, bajo la presunción de que se trata de otro operativo más, los ciudadanos onappafa saben bien que siempre habrá forma de darle la vuelta a las obligaciones. Si el gobierno aprieta, entonces las organizaciones presionan hasta hacer de los operativos, un esfuerzo irrelevante. Al mismo tiempo un gobierno que renuncia a sus deberes termina por alimentar el círculo vicioso. Lo grave del asunto es que en la calles siempre habrá, bajo esas reglas del juego, motivos para doblar la ley. Entonces ¿tendríamos que sorprendernos de la inseguridad que nos agobia?
Si como en otras ocasiones las autoridades sólo actúan por unos días, el resultado será la consolidación de los ciudadanos onappafa. Esos que exigen derechos, pero rehúyen obligaciones. Ciudadanos dispuestos a romper la ley, pero exigirla cuando se trata de su problema. Ciudadanos indignados por los impuestos, pero indispuestos a llamar a cuentas a las autoridades. Ciudadanos disfuncionales que reflejan gobiernos disfuncionales.
Insisto. El “detalle” de las placas habla mucho de nuestros valores en la ciudad. De nadie más, más que de nosotros mismos.
7 de septiembre 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9158131