Fuente: Conaculta |
Olvídese de libreros, escasez de espacio, kilos voluminosos y polvo. Si bien, el ligerísimo Kindle no supera la funcionalidad del Ipad, cualquiera de los formatos han facilitado por mucho el acceso a los libros.
Hace unos días platiqué con las maestra Laura Orellana, una de las pocas académicas e historiadoras profesionales en Torreón. Me hacía notar que la visita a las bibliotecas es cada vez más rara, y al mismo tiempo, el uso de la red y los recursos electrónicos han multiplicado el acceso. No está demás preguntar: ¿Cuándo fue la última vez que recurrieron a una biblioteca tradicional?
Bajo esa rareza, el Estado mexicano, a través de Conaculta y su acertada directora, Consuelo Sáizar, han comprado valiosísimas bibliotecas mexicanas. En enero del presente año se abrió al público el extraordinario acervo de José Luis Martínez. El fondo supera los 73 mil volúmenes reunidos a lo largo de 71 años. Sobra decir que su biblioteca es literalmente una historia cultural de México.
Igualmente, los más de 50 mil volúmenes de uno de los Siete Sabios, Antonio Castro Leal, ya están disponibles parcialmente al público en el edificio de La Ciudadela. También, como parte del Proyecto Cultural del Siglo XXI, Conaculta negocia con la familia de Carlos Monsiváis para adquirir su notable acervo.
Por otro lado, aunque sin muchos detalles, en marzo de este año se anunció que la biblioteca de Gustavo Sainz, unos 75 mil volúmenes, fue cedida bajo convenio a la Coordinación de Bibliotecas del Estado de Coahuila. La biblioteca estará en Saltillo.
La política para rescatar los invaluables fondos bibliográficos, no sólo es loable, sino necesaria ante el acelerado cambio de formatos del libro y las prácticas de los lectores. De esa manera, nuestro presente ya nos apunta el futuro ¿Cómo serán los grandes acervos en los próximo treinta o cincuenta años? ¿Cómo se preservarán? ¿Habrán de rescatar memorias o artilugios electrónicos de los grandes escritores?
La noción tradicional de biblioteca no parece encontrar mucho eco en las generaciones jóvenes. Por lo mismo, las bibliotecas públicas están obligadas replantear el uso y las formas de acceso a las mismas. Algunas, muy pocas ya empiezan, pero la mayoría vive en el pasado ¡en pleno siglo XXI! De ahí que faltan formas innovadoras y útiles para ampliar los accesos virtuales a los grandes acervos materiales.
Durante años he recurrido a notables bibliotecas y archivos, en especial, guardo gratos recuerdos de mis tardes en la biblioteca personal de Manuel Gómez Morin, magníficamente resguardada en el ITAM. Pero no se puede vivir de la nostalgia, por lo mismo, la tecnología nos permite ampliar nuestra idea de biblioteca. Por cierto, todavía necesarias a pesar del bárbaro presente.
Recomendación
Gracias a Adriana Gallegos, curadora del Museo Arocena, bajé la aplicación para Ipad de la British Library. Ahí encontrarán un espléndida y sorprendente biblioteca mundial del siglo XIX.
16 de octubre 2011
Milenio http://impreso.milenio.com/node/9044758