miércoles, 12 de octubre de 2011

Ciudadanos en vitrina

Se trata de ciudadanos reales, no ciudadanos imaginarios. Están ahí todos los días frente a nosotros, porque también somos parte de ellos. A pesar de la diversidad, tenemos prácticas en común. Somos millones, pero las costumbres se repiten. Cada día actuamos tan parecido, que el comportamiento parece dibujar un desconcertante patrón: Nos gustan los derechos, pero no las obligaciones. Criticamos amargamente, pero no somos parte de la solución. Nos indignamos de los políticos, pero despreciamos la política.

Por lo tanto, los problemas públicos siempre son de los otros, nunca de uno. En dicho “razonamiento”, el gobierno aparece así como el gran villano, el culpable de todos los males del país. Últimamente se responsabiliza a una sola persona, ¡sólo una!, por nuestros males de inseguridad. Pero seamos honestos, el gobierno refleja a la sociedad, y la sociedad al gobierno.


Parece muy abstracto, quizá, pero a fin de no divagar, pensemos en el enésimo anuncio que han hecho las autoridades de Coahuila para regularizar los derechos vehicularas. Hay una obligación y un plazo legal para los propietarios de automóviles, pero en las calles de Torreón vemos una tercera parte de vehículos sin placas, y en el mejor de los casos, vehículos con placas piratas (Onappafa y sucedáneos).

Podrá argumentarse que falta dinero, y por lo mismo, no se cuenta con placas, pero lo que vemos en las calles indica otra cosa. Por un lado, autos de modelo reciente. Por otro, la gasolina y el mantenimiento de los coches, por muy fregados que se vean, no son gratis. Entonces ¿cuál es el pretexto? Ciudadanos en vitrina, ¡imposible no verlos!

Amparados en la ilegalidad, estos ciudadanos van tranquilos y sin vergüenza. Dirán que el gobierno hace lo mismo… pero al final tenemos un círculo vicioso de estériles justificaciones. Nuestra actitud hacia las obligaciones revela la calidad de nuestro compromiso cívico. Es cierto, el gobierno lleva su parte por promover incentivos perversos (al tolerar, al dejar pasar), pero ¿no son al final los ciudadanos los que reflejan al gobierno?


Piénselo, y si no, ¿por qué toleramos la ilegalidad cuando está nuestras manos? La terrible inseguridad que nos aqueja desde los últimos años, ¿no fue cultivada también por las pequeñas, pero masivas tolerancias hacia la ilegalidad? Quizá pensamos que no pasa nada, pero al final del día no nos extrañemos.

12 de octubre 2011
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9042539