Recién se acaba de confirmar para marzo la visita del Papa Benedicto XVI a nuestro país. No han faltado las voces que ligan esa visita con un propósito ¡electoral! A veces en esto de la política hay quien solo ve “moros con tranchetes”. Aunque en lo personal no soy afecto a la visita religiosa, tampoco la rechazo y mucho menos pienso que la visita apoye una campaña electoral. Esto me recuerda a la ocurrencia de un obispo que el año pasado, afirmó que una llamada papal frenó el apoyo de uno de los ministros de la Suprema Corte a favor del aborto.
Pero independientemente de la visita, la religión en México enciende debates. El mes de diciembre cerró con una reforma constitucional en la Cámara de Diputados sobre las prácticas religiosas. La reforma al artículo 24 vino a regular lo que de facto ya se practica. Es decir, la garantía de libertad religiosa y la profesión privada o pública de esa fe. Es común que diversas celebraciones religiosas realicen sus actos en las calles (el santo patrono, la virgen, la Semana Santa…), sin que por ello veamos una amenaza al Estado laico.
Por el contrario, ese artículo garantiza la diversidad y el derecho de los ciudadanos. Pero en el país, hay en algunos sectores cierto resquemor con los temas religiosos.
Todavía se argumentan sucesos históricos del siglo XIX como si el presente no fuera el siglo XXI.
Así los relojes y los temperamentos cuando se habla de política y religión. La última reforma relevante en este tema la hizo el presidente Carlos Salinas de Gortari en 1992, cuando a través de la Ley de Asociaciones religiosas y culto público, reconoció la diversidad de cultos. Y de paso, logró su reconocimiento.
Argumentando una defensa del Estado laico, el diputado del PT Gerardo Fernández Noroña, célebre por sus exabruptos, “denunció” al presidente Felipe Calderón por “serias” violaciones al Estado laico. Por un lado el hecho de que el mandatario asistió a misa; por otro, la reforma constitucional. Ni uno ni otro “atentan” contra el Estado laico. Que un mandatario profese a nivel personal sus creencias religiosas, no es motivo necesariamente para hablar de una amenaza. Otra cosa sería que el mandatario tratara de imponer su creencia personal como política de Estado. No es el caso.
A pesar de que la reforma fue aprobada por mayoría del PAN, PRI y algunos diputados del PRD, la discusión en el Congreso fue dura. Tanto, que la priista María de los Ángeles Moreno recordó a sus compañeros de partido los documentos del PRI, donde se defiende el Estado laico. Uno de los argumentos en contra presume que esa reforma favorece a la Iglesia Católica.
Pero en ningún momento el texto constitucional señala preferencias hacia la religión mayoritaria en el país, sino sencillamente reconoce la diversidad. El diputado Alejandro Encinas consideró la reforma como un retroceso, no obstante que el texto nunca deja en duda la libertad, la diversidad y el derecho a las creencias religiosas.
Así, siempre hay algunos que ven lo que quieren ver. En realidad, la reforma religiosa sólo es una puesta al día de la constitución mexicana porque se legalizó lo que de facto ya venía funcionando, sin que ello implique un monopolio religioso.
4 de enero 2012
Milenio http://impreso.milenio.com/node/9089102