Hasta ahora,
lo mejor de las campañas presidenciales han sido los jóvenes. De pronto, ese
actor que se consideraba dormido, le quitó lo soso a la contienda. No digo que
los jóvenes no estuvieran ahí, pero la gota que derramó el vaso se dio en la
universidad jesuita. El resto no sabemos dónde va a parar y cuánto va a influir
en las elecciones. Denise Dresser declaró que en sus veinte años como maestra
en el ITAM, no había visto algo semejante entre sus estudiantes. Ella misma
participó como activista en la marcha contra el candidato priista.
Por lo pronto,
no tengo la menor duda de la importancia que el equipo de Enrique Peña Nieto le
tomó a las protestas. Tanto, que ahora promueve un manifiesto “Por unapresidencia democrática”. Con su manifiesto, Peña Nieto nos sale a decir que él
es un demócrata que respeta las leyes, las protestas y hasta la transparencia.
Afirma, que de ganar no habría vuelta al pasado. El decálogo democrático que
presentó a lado de prominentes intelectuales, muestra los principios
políticos a los que se apega. Pero en las calles, los jóvenes que salieron a
protestar el sábado contra su candidatura piensan otra cosa sobre su estilo de
gobernar y los medios de comunicación que lo rodean. Es cierto, no se puede
descalificar el manifiesto, pero sí veo con sospecha que Peña nos salga a decir
lo mucho que se apega a la democracia y sus principios. ¿Nos querrá decir otra
cosa?
Los hechos
violentos contra opositores en Saltillo, Colima y Córdoba indican algo muy
distinto al espíritu democrático que nos enuncia Peña Nieto. Si dice respetar
la diferencia y al mismo tiempo, no pretende “gobernar en la unanimidad”, por qué
los militantes de su partido no toleran las manifestaciones en su contra. Hace
algunas semanas Jesús Silva Herzog Márquez advirtió la candidez de esta postura:
“repetir alabanzas al candidato es tan democráticamente cuestionable como
corearle maldiciones”.
En Coahuila
estas protestas son indiferentes a la mirada del expresidente de la Comisión de
Derechos Humanos en el Congreso de la Unión. El estilo es otro; no precisamente
el que se expresa en el decálogo. Por eso preocupa que tras las protestas de
los jóvenes contra Peña Nieto, se hagan descalificaciones arrogantes. Antes
siquiera de llegar al poder, más preocupan los signos de viejas prácticas autoritarias.
Sólo son bienvenidos los aplausos, los medios ditirámbicos y la complacencia de
la militancia ¿Serán esas manifestaciones un regreso al autoritarismo?
Por ahora el
equipo de Peña Nieto la pensará dos veces antes de desestimar a los
estudiantes. Lo mismo podría suceder con otros grupos, porque en política nuca
que se sabe qué reacciones habrá. Siempre hay, como decía el florentino, un
ingrediente azaroso.
Las protestas
contra Peña Nieto en diversas ciudades, incluida Torreón, se enmarcan en un
valor democrático: la diferencia. Pero ¿a dónde va a llegar este movimiento? ¿Cuánto
pesará electoralmente en las urnas? No lo sabemos. Las encuestas no lo reflejan
ampliamente, aunque sí en el segmento más joven (entre 18 y 24 años). No
obstante, ese segmento es insuficiente para cambiar el rumbo de la elección.
Recientemente
Francis Fukuyama argumentó el fracaso de la generación Facebook en el Egipto de
la Primavera árabe. Después de lograr
lo imposible, no lograron organizar un cambio político. ¿Podrán los jóvenes
mexicanos o not like?
23 de mayo 2012