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miércoles, 29 de junio de 2011
Últimas encuestas
Se publican las últimas encuestas sobre el proceso electoral de Coahuila. La tendencia es simalar en los estudios publicados. Por acá El Universal entrega su segundo registro. Los resultados de Mitofsky se difunden hoy en un diario de Saltillo. La encuesta de Milenio-Gabinete de Comunicación reporta resultados similares. Covarrubias y Asociados en Excélsior el lunes pasado muestra una tendencia parecida. Sin sobresaltos estadísticos.
domingo, 19 de junio de 2011
Las cifras y las promesas
Bien dicen que prometer no empobrece, dar es lo que aniquila. En cada campaña (casi) no hay político que se resista a las promesas, aun cuando sean poco factibles. Lo importante es ganar votos y simpatías, así sea a costa de las necesidades. Las elecciones en Coahuila no son la excepción, por eso hacen falta debates, (hasta ahora desdeñados por el PRI), análisis de fondo y ejercicios periodísticos que superen la reproducción de las declaraciones.
Rumbo a la gubernatura, los dos principales candidatos, Guillermo Anaya y Rubén Moreira han prometido dinero por medio de la entrega de tarjetas.
En el afán por lo votos, ¡vaya democracia!, los candidatos han repartido al por mayor tarjetas bajo la promesa de que el primero de diciembre alguna de las dos será efectiva.
El candidato panista ha entregado “La cumplidora”, una tarjeta individual que promete mil pesos. Veamos los escenarios. Según el candidato a diputado, Miguel Ángel Wheelock, se entregarán alrededor de un millón de tarjetas, lo cual representa poco más de la tercera parte de la población del estado (2 millones, 748 mil).
Pero supongamos que Anaya gana y el primero de diciembre depuran el padrón para atender estrictamente a la población marginada conforme al parámetro de Coneval que mide la pobreza multidimensional.
En esos términos, 3.1% de la población coahuilense se ubica bajo la línea de pobreza extrema, para no hablar de los otros niveles de pobreza que afectan al 32.9% de la población estatal.
Si Anaya atiende al grupo más vulnerable estaría trasfiriendo, bajo un cálculo conservador, más de 372 millones de pesos anuales.
Está claro que si pretendiera cubrir únicamente la mitad del millón prometido, el presupuesto estatal sería insuficiente.
A razón de 500 millones de pesos mensuales, terminarían las finanzas estatales con una carga anual de ¡6 mil millones de pesos! No hay subsidio que alcance, ni estado que aguante. Pero prometer no empobrece…
La fórmula también la podemos aplicar a Moreira y la tarjeta “Más Mejor” que promete beneficios sociales hasta por cinco mil pesos. Hay un “pequeño” detalle adicional que el candidato priísta no explica en su amplia propuesta de campaña: ¿Cómo manejará la deuda de más de 8 mil millones de pesos que dejó su hermano y que podría aumentar a 14 mil? Entre hermanos el detalle parece “menor”, pero no hay duda que compromete la operatividad del gobierno.
Al final, ambos candidatos se parecen mucho en un punto: los dos buscan domar a los electores coahuilenses con cientos de miles de tarjetas. ¡Vaya democracia!
Marcador Twitter: Anaya 7 853 seguidores; Moreira 13 637.
Milenio 19 de julio 2011
martes, 14 de junio de 2011
El candidato de la seguridad
Si hay un problema que nos agobia, por decir lo menos, es la inseguridad. En todas sus modalidades, la inseguridad hizo un estigma visible en la región Lagunera, luego pasó al resto del estado de Coahuila. Por lo mismo, la serie de operativos de la Marina en el centro y norte del estado han dejado claro el tamaño de la descomposición.
En esa circunstancia, Guillermo Anaya, candidato panista a la gubernatura, abandera como principal oferta política atender el problema de la inseguridad: “Aquí estoy para partirme el alma…” dice en sus spots. El eslogan de Anaya lo define como el candidato de la familia coahuilense, pero sobre todo, hace énfasis en un deseo general de la entidad: “Coahuila Libre y Seguro”.
Su propuesta de campaña en materia de seguridad comienza con una breve descripción del problema donde se retoman indicadores del INEGI, como la Encuesta Nacional sobre Inseguridad 2010, además de reconocer a Torreón entre las ciudades más violentas del país. Para Anaya se debe “mejorar la seguridad, la justicia y el respeto de los derechos humanos: éstos son, sin duda, tres de los temas prioritarios para Coahuila y requieren acciones conjuntas de los tres órdenes de gobierno y de la sociedad civil”.
En diferentes foros Anaya ha denunciado que como nunca la inseguridad se desbordó con el gobierno de Humberto Moreira. Y en parte tiene razón, en tanto la mayoría de los delitos competen al fuero común. Sin embargo, a nivel de la opinión pública varias ambivalencias juegan en contra del panista. Por una parte los coahuilenses aprueban la intervención del ejército y la lucha contra el narco emprendida por el gobierno de Felipe Calderón; pero por otro lado, la responsabilidad se le asigna al ejecutivo federal. De ahí el “éxito” del discurso bravucón del exgobernador Humberto Moreira, quien culpabilizó una y otra vez al gobierno federal por la inseguridad en el estado.
La propuesta de Anaya no es novedosa, más bien se inserta en los compromisos establecidos en el Sistema de Seguridad Pública, lo cual es deseable para integrar una política coordinada. Por ejemplo: la consolidación de la policía única.
Entre sus propuestas relevantes está verificar la confiabilidad de los agentes del Ministerio Público, custodios de los Ceresos y también los jueces del Poder Judicial. Por lo general se habla mucho de la (des)confianza en los policías, pero poco de los jueces. Y ese punto es clave para cerrar la pinza entre la fuerza y el sistema de justicia.
¿Será Anaya el candidato que pudiera aminorar en el lapso de un sexenio los problemas de inseguridad en Coahuila? Dadas las circuntancias, la tendencia y los ciclos de violencia, me quedo con la sensación que ni Anaya, ni el candidato Moreira harían una diferencia significativa.
Marcador Twitter
No hay novedad. Seguidores de Anaya: 7 473. Moreira: 13 048.
12 de junio 2011
martes, 31 de mayo de 2011
Solución definitiva
Más que ideas, las campañas se mueven por preferencias. Se elige a un candidato por su imagen, por su presencia, por su capacidad para ser reconocido por los electores. Esto releva las propuestas, porque en el fondo las elecciones se mueven por emociones y no por sesudas disquisiciones. Las ideas, los debates y la oferta política son componentes de las campañas, pero no “El” componente. Esto no significa que las propuestas deban descuidarse. Por el contrario, dicen mucho de lo que tiene (y no tiene) un candidato con su oferta política. Tampoco faltan los improvisados, los ocurrentes.
Revisando las plataformas electorales de los candidatos a la gubernatura de Coahuila, en especial las propuestas de Guillermo Anaya y Rubén Moreira encontramos diferencias, pero también similitudes. No pretendo hablar de la totalidad de los documentos, pero sí enfocarme a un tema de enorme interés para los laguneros: el agua.
Anaya propone de manera general para el estado: incrementar la cobertura y calidad de los servicios de agua potable; fortalecer a los organismos operadores de agua; mejorar la infraestructura; establecer plantas de tratamiento y hacer más eficiente el gasto público en el sector.
Grosso modo, la propuesta de Moreira coincide con la de Anaya en la modernización de los sistemas operadores, pero la diferencia radica en que la plataforma priista enuncia el problema del arsénico en la región. Para el PRI, dice el documento, es urgente reducir la sobre explotación de los mantos acuíferos, “la región lagunera deberá contar con todo el apoyo” para solucionar de fondo el problema del arsénico en el agua.
Aunque la propuesta no dice cómo se hará, Moreira insiste en el “Plan Laguna Siglo XXI”, en la “solución definitiva al problema del arsénico en el agua potable”. ¿A qué se refiere con solución definitiva? ¿Al restablecimiento del cauce milenario del Nazas, lo cual implica romper paradigmas y confrontar poderosos intereses? ¿O simplemente andar por las ramas con el anuncio de filtros en los pozos contaminados y una potabilizadora de agua?
“Solución definitiva” suena ambicioso, serio y comprometedor. Pero ¿a qué se refiere Moreira?
29 de mayo 2011
miércoles, 18 de mayo de 2011
Enchúlame a Coahuila
Un taller, un mecánico, un cliente deseoso de “pimpear” su camioneta… pero no es la deseada visita del rapero Xzibit en su versión latinoamericana de “Enchúlame mi máquina”, sino el spot del candidato del PRI a la gubernatura de Coahuila, Rubén Moreira. Y sí, esa es la primera impresión que deja el mensaje de campaña: enchular a Coahuila, aumentar lo que ya se tiene.
Está claro que la promoción de su campaña no parte de la marca PRI, sino del sello Moreira. Por eso su mensaje apuesta a la continuidad fraternal, que lejos de representar un problema, se afianza la imagen de permanencia. Durante semanas se ha promocionado una campaña en contra del hermano por reproducir la “conveniente” práctica del nepotismo. ¿Qué tanto ha impactado en la imagen del candidato del PRI? Parece que no mucho a juzgar por las encuestas publicadas.
Antes hay que reconocer la aprobación casi permanente del exgobernador Humberto Moreira durante su quinquenio, aunado por otro lado, al desprestigio del PAN como partido en el gobierno. Eso no ha ayudado al PAN y su candidato Guillermo Anaya. Es cierto que el PRI está muy fuerte en Coahuila, pero tampoco Acción Nacional en el Estado está solo. Es gobierno federal, y ha contado con el apoyo y los puestos de la federación en la entidad. Tiene un candidato jovial y carismático. Sin embargo, a la inversa del PRI, los conflictos internos terminaron por dilapidar el capital político en las calles. Las elecciones no se ganan en el partido, sino fuera de él. Por lo mismo es difícil comparar la presencia de un partido con otro en las colonias. Por cada tanto del PAN hay dos o tres partidarios más del PRI.
Hay sorpresas y coyunturas en las elecciones, repuntes y desplomes, pero con seguridad una elección no se gana durante la campaña, sino uno o dos años antes. Faltan más de cuarenta días para la jornada electoral y habrá tiempo para analizar en esta columna los niveles donde se disputa la campaña: la mercadotecnia, el liderazgo en las secciones, la opinión pública, las encuestas, la presencia en las redes sociales y ojalá que en los debates.
¿Minucias del lenguaje?
Me habla el maestro Luis Azpe para expresarme su indignación por la redundancia de adverbios: “Más mejor”. El eslogan de campaña de Moreira, me dice Azpe, no es digno de la tradición de maestros en su familia, sobre todo, del ilustrísimo Rubén Moreira Cobos, uno de los iconos de la educación y promotor del Ateneo Fuente. Parece una minucia del lenguaje, pero no es lo mismo méndigo que mendigo. Ni “lider” que líder.
18 de mayo 2011
Milenio http://impreso.milenio.com/node/8960704
miércoles, 11 de mayo de 2011
Marcador Twitter
Mañana inician las campañas en toda forma, aunque en sentido estricto, un candidato se construyó hace años desde el poder y otro adelantó su campaña lo más que pudo. La tendencia electoral parece clara, inamovible y hasta cierto punto anuncia un proceso electoral aburrido, tanto como en los tiempos gloriosos del carro completo. Por lo mismo, necesitamos vías para salir de lo ordinario. Tres o cuatro debates podrían sacudir la modorra. Bajo otras formas de comunicación, el trabajo en internet, más allá de las campañas negativas, podría alentar a los electores al diálogo directo con los candidatos. Sin duda estas formas horizontales de comunicación llamadas Facebook o Twitter facilitan la irrupción del ciudadano en las campañas.
En este sentido, entre las maneras de medir una campaña ahora se incorpora el uso y la presencia de los candidatos en las redes sociales. Twitter se ha convertido en la herramienta favorita de muchos políticos, aunque todavía son pocos lo que tienen una presencia consistente en la red.
En México no se puede decir que el internet tiene una penetración representativa en la población, pero esto no significa que deba subestimarse el uso de la red. Si en Estados Unidos las condiciones permitieron innovar en las formas de hacer campañas políticas, en México, a pesar de la modesta cobertura, no debemos ignorar ese campo.
Desde hace tiempo sigo a Guillermo Anaya y Rubén Moreira en Twitter y de manera periódica he documentado el comportamiento de sus tweets y el aumento de sus seguidores. Hace cuatro meses cuando se definieron las candidaturas de ambos, se incrementaron claramente sus seguidores. ¿También hay cargada en el Twitter.
En enero los seguidores de Anaya crecieron a 1 270. Los de Moreira registraron 5 258. Al mes de mayo Anaya aumentó hasta 4 997 seguidores, mientras que Moreira alcanzó los 9 942. Si los seguidores fueran votantes, la diferencia entre uno y otro es visible. 67% Moreira contra 33% de Anaya, es decir, una diferencia de ¡34 puntos! Desde luego que la relación no es así, pero algo nos dice de las campañas. Actualmente las campañas políticas ya integran a su seguimiento el comportamiento de las redes sociales. Incluso encuestadores como Edmundo Berúmen, hacen relaciones de las encuestas y la presencia en la Internet.
Sin embargo, es difícil ignorar que Coahuila no vive buenos tiempos, sobre todo, por la irrupción de la criminalidad que ha roto el viejo orden. Por lo mismo, las redes sociales son un canal directo para expresar las propuestas en esta materia y por qué no, para que los ciudadanos podamos cuestionarlas y debatirlas. No es todo, pero es un principio.
http://impreso.milenio.com/node/8955335
http://impreso.milenio.com/node/8955335
miércoles, 23 de marzo de 2011
Campañas sucias
Inevitable, en cada campaña política hay suciedad. Sea en las democracias más consolidadas o en las más incipientes. El fenómeno de la “guerra sucia” no es exclusivo de un estado o un país, porque más bien está en la naturaleza de la política, sobre todo, en contextos democráticos. En una dictadura la oposición es encerrada o simplemente se liquida: de Gadaffi a Castro los ejemplos se multiplican.
En las democracias es común, aunque para algunos parezca deseable, ver confrontaciones, acusaciones o disputas. También, y esto no lo perdamos de vista, hay consensos. En su competencia por el poder, los actores hacen cualquier cantidad de acusaciones, muchas veces infundadas, por aquello de, “difame algo quedará”. Otras, los electores terminan comprobando los señalamientos previos.
Por eso, cada vez que se realiza una campaña no está de más recordar el origen de la palabra y su referencia militar al campo. De manera simbólica los militantes de un partido se diputan el poder con otros. Insisto, compiten por el poder los partidos, su candidatos y los grupos que los apoyan. Pero la política no es caridad ni tampoco una congregación religiosa. Con razón Max Weber la calificó como un pacto con el diablo.
Durante la elección presidencial de 2006, los partidos, sobre todo el PRD, impulsaron una absurda prohibición en el Cofipe con la finalidad de limitar las campañas sucias. A la fecha no hay campaña federal que no implique poco o mucho lodo. En el fondo, hay en los partidos una actitud paternalista: yo te digo que puedes ver y lo que no.
Detrás del argumento de la limpieza en las campañas, se esconde un celo autoritario que supone a los ciudadanos menores de edad. Aunque al final lo nieguen, son los mismos partidos quienes impulsan esas campañas. Nadie más interesado en una campaña, que un candidato para buscar o aprovechar la ocasión de hacer perder a su oponente. En su afán por conseguir la candidatura presidencial, Roberto Madrazo, exhibió la explicable riqueza de su opositor Arturo Montiel, de esa manera logró descarrilar su candidatura rumbo a los Pinos.
En Coahuila estamos en un proceso electoral que no está exento de propaganda negra. Al menos desde el año pasado se ha intensificado entre el PRI y el PAN, ya sea en medios electrónicos, pintas o volantes. Claro está que ninguno lo va reconocer. Por eso, las campañas sucias no son exclusividad de los opositores del PRI, como hace unos días sugirió el ex gobernador de Coahuila, Enrique Martínez y Martínez. Se dan en varios niveles y entre partidos. Si hoy el PRI apunta al PAN, mañana el PAN lo hará con el PRI. Lo mismo sucede en la entidades con gobierno perredistas.
Al final, son los electores quienes deciden tomar o desechar lo que se dice de los candidatos. Porque al final, donde no hay campañas sucias es en las dictaduras, ahí la normalidad es el encierro, la represión.
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