miércoles, 22 de agosto de 2012

Hasta pronto María


Triste fue la noticia de la muerte de María de las Heras la semana pasada. Se sabía que recientemente su salud había menguado considerablemente, hasta que el cáncer la acabó. Gran encuestadora y pionera de la industria en nuestro país, no puedo ocultar mi admiración hacia su trabajo. Además de seguir con religiosidad la publicación de sus encuestas, antes en Milenio, y últimamente en el diario español El País y Uno noticias. También conservo sus dos libros: “Uso y Abuso de las Encuestas” (1999), y “Por quién vamos a votar y por qué (2006). Más que teoría, ambos libros narran la experiencia y las vicisitudes de encuestar y saber escuchar. Destaca la disputa entre tecnócratas, políticos y encuestadores. 

1988 fue un año decisivo, donde de la mano de Luis Donaldo Colosio, de las Heras aplicó técnicas y desarrolló las propias para conocer las tendencias electorales y los problemas expresados por los ciudadanos. “Ahí entramos en escena los encuestadores; todavía no salíamos en la televisión, ni nos entrevistaban en la radio. Además no había periódico alguno dispuesto a invertir un quinto en nuestro trabajo”.

Para quienes trabajamos con modelos de azar y error, la aportaciones de María para conocer la llamada “opinión pública” dejaron huella en la forma de investigar. Su partida se da en un momento de profundo desprestigio para las grandes casas encuestadores del país, que optaron en su mayoría por la propaganda, en vez ofrecer análisis duros y honestos. Por eso, no fue circunstancial que su última encuesta antes de las elecciones presidenciales del mes de julio, fuera con mucho la más certera. Su resultado quedará para los anales de las elecciones, que a pesar de los encuestadores mañosos, en México sí lo hay serios y comprometidos con el análisis.

De lejos, sus trabajos siempre fueron referencia para la brújula de mis primeros estudios de opinión. Más aun, fue un enorme honor y sobre todo, reto, la comparación de resultados en los cuartos de guerra de varios candidatos donde he participado como encuestador de sus campañas.
Polémica, crítica, cuestionadora. No asumía las encuestas como inamovibles. Advirtió siempre que pudo, sobre los riesgos de confundir la “opinión pública” como “la voz de la sociedad”. Hace años, ante el público lagunero en el Teatro Isauro Martínez, nos recordó esos riesgos.

En su cuenta de Twitter ella se describió como “Encuestadora de oficio, comentarista de radio por afición y tequilera por diversión”. No faltaba humor ni sabiduría proverbial en los informes de sus estudios. En la página electrónica de su empresa, Demotecnia, están compilados un buen número de encuestas realizadas entre 2007 y 2012. Un archivo de referencia para quienes están interesados en las encuestas, y el difícil arte de interpretar entre los ciudadanos y los hombres públicos que toman decisiones.

22 de agosto 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9156627