domingo, 12 de agosto de 2012

¿Se debe refundar el PAN?

Tras la derrota, diversas voces han planteado la refundación del PAN. La más notable desde la cultura priista, fue la afirmación del “primer panista de México”, Felipe Calderón. Llamó a la refundación a los pocos días de que los electores decidieron mandar al partido en el poder al tercer lugar. Declaró que el PAN necesita ser “reconstruido desde los cimientos hasta la cúpula, piedra por piedra”. Incluso, hasta se propuso una reforma de los estatutos panistas. ¿Pero se debe refundar el PAN? ¿Una refundación piedra por piedra garantiza su permanencia? ¿Será que el PAN perdió porque sus estatutos están caducos?

Lo revelador de las declaraciones de Calderón sobre su partido, no son las afirmaciones que hizo, sino lo que ocultan sus valoraciones. Detrás de la inmediata propuesta de refundación, en realidad esconde la responsabilidad de su gobierno; sobre todo, la contundente calificación que asignaron los electores en las urnas. En el poder, el hombre público suele vivir con facilidad en una burbuja. Sus errores no son sus errores. Reconocer la crítica o hacer autocrítica tampoco es importante desde la investidura. En ese sentido, hay dos caminos que confluyen: repartir culpas o negar la realidad. Para mal, los dos caminos ha cursado el presidente panista.

Calderón señaló que el error de la campaña estuvo en no apostar por el mensaje de la continuidad. Sin embargo, las elecciones demostraron que lo que menos deseaban los votantes era ratificar al partido en el gobierno. ¿En verdad creyó que un legado de violencia era digno de continuidad? ¿Acaso un partido que solapa la corrupción es digno de continuidad?

El PAN es uno de los dos partidos más longevos del sistema político mexicano. El otro es el Revolucionario Institucional. Con esa tradición, buena parte de la historia panista se fincó en la oposición leal (para utilizar la expresión de Soledad Loaeza). Mucho después de 1939 vinieron las victorias de finales de los años ochenta. La década de 1990 los catapultó a la presidencia. El PAN es un partido que está bien fundado. No necesita una refundación, pero sí requiere una reinvención. Un buen camino es la autocrítica. Otro, una agenda colaboracionista con el gobierno a fin de avanzar en las reformas. 

Acaso, a los panistas que sí les afectará la derrota será aquellos militantes que se acostumbraron a la nómina y al abuso de los recursos públicos. A ese panismo le llegó su depuración natural. Al interior, es ingenuo suponer un cambio en los estatutos como vía para recuperar el poder. Además, hace tiempo que el PAN sepultó a los miembros con la suficiente talla intelectual para proyectar una supuesta refundación. Sin duda, el último presidente del partido respetado fue Carlos Castillo Peraza, que en sus últimos años renunció a la militancia, para entregar una lúcida, memorable y honesta crítica del sistema político.

En democracia se gana y se pierde. Eso lo sabe bien en el PAN, y mejor en el PRI. Por eso, la auténtica pretensión de Calderón no está en refundar al partido, sino apoderarse del mismo en lo poco que le queda de presidencia. Desde ahí pretende reagrupar a los miembros para llevar mano en las futuras posiciones de poder. Pero Felipe olvida que sus órdenes y sus acostumbrados manotazos en la mesa ya no tendrán la fuerza del poder que da la nómina. Eso se acabó desde aquel primero de julio en que el PRD le quitó al PAN el segundo lugar. A partir de ahí, Calderón ya no es más que un ciudadano con muchas dificultades para vivir en el país. ¿Tantos guardaespaldas le darán algo de calma?

8 de agosto 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9155392