A simple vista, el crecimiento de una ciudad como Torreón es signo de desarrollo. Lejos quedó el pequeño núcleo urbano que podía ser recorrido fácilmente a pie. En los últimos quince años creció la ciudad con nuevas colonias, fraccionamientos cerrados y grandes centros comerciales. Difícilmente pensamos en caminar. Al igual que otras ciudades mexicanas, crecemos horizontalmente. Tan plana es nuestra geografía como la arquitectura de la ciudad. Pero ese crecimiento tiene sus límites. Al perder densidad, la ciudad también perdió eficiencia, encareció los servicios públicos y deprimió su centro histórico. Se recorren más distancias, se consume más tiempo y energía. En consecuencia, tenemos auténticas islas urbanas. Inconexas, segregadas y prácticamente alejadas de las rutas de fácil acceso, a no ser que se vaya en automóvil. Bajo ese modelo horizontal, la cobertura policiaca siempre será estrecha.
En esa tendencia de crecimiento no se vislumbra otro camino por ahora. Olvidémonos de la mano invisible, que sólo en la literatura económica tiene crédito. Lo que tenemos en las ciudades es la mano visible, muy visible del gobierno y de otros grupos de la sociedad. Ahí tenemos una de las claves para desarrollo (o subdesarrollo) de las ciudades. Recientemente, el presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda (Canadevi) en La Laguna, Carlos Anaya Finck, opinó que la política federal para redensificar las ciudades a través de la vivienda vetical, “ha significado un error en las regiones pues no funciona, ya que si bien, se busca una redensificación, se corre el riesgo de que suceda todo lo contrario, es decir, encontrar edificios desocupados ya que no se toma en cuenta el aspecto cultural y la realidad local”.
En ese mismo sentido, Jorge Castañeda, ha escrito en Mañana o pasado (por acá mi reseña), sobre la resistencia de los mexicanos a la vivienda vertical:
“Nadie quiere utilizar el mismo elevador ni la misma escalera, el bote de basura o el estacionamiento, el mismo portero o la misma entrada, los mismo espacios verdes o la misma seguridad… el individualismo mexicano es completamente disfuncional”.
Desde el actual paradigma de ciudad, hemos construido una ciudad disfuncional. Es lo que Onésimo Flores, ha descrito como un “futurama región 4”. La publicación de los últimos indicadores urbanos del IMCO, nos dicen que vamos en sentido contrario. No es casualidad que en dos de los principales índices hay alertas negativas sobre el rumbo de la región. Como ciudad-región nuestra competitividad es media baja. Esto quiere decir que mucho antes están otras ciudades en la mira de las inversiones. Otro dato no menos grave es el alto grado de vulnerabilidad climática. Entre 373 municipios, Toluca y La Laguna ocuparon los primeros lugares de mayor riesgo por el cambio climático. Insisto: en esto no parece haber casualidades.
No obstante la tendencia, hay mucho en lo que sí pueden contribuir los gobiernos locales y los grupos organizados de la sociedad. Desde luego esto implica el compromiso de una agenda regional que trascienda la política. En otras palabras, una mano visible para enderezar el rumbo. ¿Será mucho para los laguneros o habrá que resignarnos con la próxima crisis?
19 de agosto 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9156360