De vez en vez, siempre aparece algún personaje con una declaración, un ademán o una actitud que nos dice mucho de nosotros como sociedad. ¿Cómo olvidar a San Canaca y su lazo de cochino? ¿Quién no recuerda a las “ladies” de Polanco insultando a la policía? ¿Al despreciable Miguel Sacal humillando y golpeando a un empleado de valet parking? ¿O cómo olvidarnos de Ángel Verdugo, quien llamó en otro momento a aplastar a los ciclistas? ¿Será que en la intolerancia, la abyección o en la estulticia nos sentimos más cómodos?
Lejos de reconocer, confrontar o aceptar la diferencia, preferimos cortar de tajo aquello que no es como nosotros. Por eso son significativas las palabras de un conductor de radio en Saltillo, Pablo Garduño, quien en su programa del 17 de agosto, apresuró una técnica contra los ciclistas.
La ocasión del personaje fue para comentar la campaña del gobierno federal, Piloto por la seguridad vial, donde el presidente Felipe Calderón insistió en la cultura vial y de último minuto llamó a que los automovilistas respeten a los ciclistas (vayan al minuto 19:40).
No es relevante criticar al presidente, pero consciente de su lugar como automovilista, Garduño cuestionó: “Señor Calderón ¿Las autopistas fueron creadas para los automóviles o para los ciclistas? Perdón eh, discúlpeme pero hasta donde yo sé es para los automóviles. ¿No?”
Pero la sentencia de Garduño, refleja en realidad la prioridad de muchas ciudades en México: “Las calles son para los automovilistas, no para los ciclistas. No le haga caso al señor Calderón”.
En su comentario Garduño vuelve sobre lo mismo: “No le haga caso al presidente Felipe Calderón, si usted ve a un ciclista en la calle ¡Pítele para que se haga a un lado! Porque las calles son para los automóviles, no para los ciclistas”.
Periodista o no, la estulticia no exclusiva de ningún oficio:
“¿Quieren andar en bicicleta?... En Saltillo hay una ciclovía, ahí si respételo (al cliclista) por favor, pero si usted lo ve en la calle quítelos, ¡sacarrájelos (sic) del lugar! ¿Por qué? Porque esta arriesgando la vida de él y su integridad de usted como automovilista. Porque si el ciclista, hay unos muy burros, se llega a caer y usted lo mata, el que va a tener la culpa es usted por una estupidez de un ciclista”.
La técnica que esgrime Garduño es muy sencilla y singular: “¡Sacarrájelos! Las calles son para los automóviles, no para los ciclistas”
Ya sabemos que en la ciudades mexicanas, como en tantas otras, el automóvil es el monopolio de la ciudad. Son los ciudadanos los que se adaptan al auto, y no el automóvil a los ciudadanos. Por eso siempre se hará un puente, un gran bulevar o un paso a desnivel, antes que hacer inversiones para los peatones y ciclistas. En esa lógica, lo normal es excluir a éstos últimos de las calles. Por fortuna, bajo la supremacía del monopolio, todavía no hemos reformado la constitución para declarar a su majestad el automóvil, como el único digno de transitar por las calles.
A pesar de los Garduños, cada vez más hay grupos organizados de ciclistas como los Bicles en Saltillo o Ruedas del Desierto en La Laguna, dispuestos a reivindicar el dignísimo lugar de peatones y ciclistas en la ciudad.
pd. la increíble defensa de Garduño en su cuenta de Twitter @PabloGCadena:
29 de agosto 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9157267