¡Vaya reto! tiene la recién estrenada legislatura en la Cámara de Diputados. La iniciativa preferente que envío Felipe Calderón, ya metió en problemas al PRI porque obliga a los diputados a tomar un decisión con un límite de tiempo. Hay algo de inédito en el nuevo reloj legislativo, en especial por el cambio de reglas que platea la famosa iniciativa preferente. Por lo pronto, nuestros legisladores, tan dados a la responsabilidad como al trabajo, ya no podrán perpetuar la discusión estérilmente. Ahora, bajo el nuevo esquema, tienen un límite para discutir, dictaminar, y finalmente aceptar o rechazar la iniciativa en turno. Los críticos de la iniciativa de reforma laboral, argumentan que se violan los derechos de los trabajadores, se atenta contra las “conquistas laborales” y contra el sacrosanto derecho de la autonomía sindical.
Probablemente la iniciativa del presidente no haría un México más competitivo y eficiente para generar empleos, pero la propuesta sí favorece y actualiza aspectos necesarios para el mundo laboral. No voy a repetir punto por punto las ventajas y desventajas. Pero sí me parece oportuno comentar que la propuesta tiene más aspectos positivos para los trabajadores. Entonces si la propuesta es razonable, ¿porqué tanto rechazo y oposición? La clave está en los sindicatos.
La reforma laboral plantea un cambio en las reglas del juego, que entre otras cosas, obligaría a la transparencia y la rendición de cuentas de los líderes sindicales sobre el dinero que aportan los trabajadores. Por eso en México, bajo las actuales condiciones, es un gran negocio pertenecer a la pequeña cúpula del sindicato. No se diga para el caso de los líderes sindicales. Esos han encontrado riqueza, lujos y una vida muy exclusiva a costa de los trabajadores. Además, como sucede con los sindicatos de las empresas del gobierno, han hecho de la corrupción el principal sello sindical. De Romero Dechamps a Gamboa Pascoe, de la Gordillo a Flores Morales. Esos líderes poderosos y millonarios son hijos de la Revolución, es decir, de un sistema corrupto y esclerótico que los inventó.
Ahora que se amenazan sus feudos, mandan a miles a protestar en calles contra el atentado de la reforma. Pero la presión no sólo se da en las calles, sino en la misma Cámara, donde los sindicatos tienen 40 influyentes cabilderos que defienden sus intereses.
Por lo pronto, los diputados del PRI empiezan mal la legislatura al eliminar de la propuestas los aspectos de transparencia y rendición de cuentas. Está claro que en pro de la “autonomía” sindical, incentivan la opacidad y la rapacidad en las cúpulas sindicales. Bajo esa inercia, el nuevo gobierno tendrá que cargar con una reforma disfuncional e inútil para cambiar el estado de cosas. ¡Triste preludio para un gobierno!
28 de septiembre 2012