domingo, 14 de octubre de 2012

Tragedia de Moreira


Aciagos días se viven en Coahuila después del homicidio de José Eduardo Moreira, primogénito del ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira. Aciagos también los años que vivimos los coahuilenses por la multiplicación de la delincuencia y el temor inminente de la violencia, que se ha cobrado la vida de varios miles en la entidad. Desde 2008, la violencia crece y crece en Coahuila sin que las autoridades de todos los niveles sean un motivo para su baja. Desde hace cinco años, se contabilizan en el Estado más de 3 500 homicidios dolosos hasta el primer semestre de 2012 (vean el SNSP). Si eso todavía nos dice algo, cada año ha sido peor el otro.

Todos esos asesinatos han fijado en la sociedad una irrelevancia por el valor de la vida. En cambio, discursos de confrontación nos sobran. El presidente Felipe Calderón no se cansó en todo el sexenio de abanderar una “guerra imbécil”. Ahora Rubén Moreira no sólo reproduce el discurso calderonista; para mal sigue sus pasos con las terribles consecuencias. Pero en ese discurso punitivo, poco o nada se habla del valor de la vida. La vida no parece ser prioridad y hoy pagamos las consecuencias. Por eso, el cobarde asesinato del joven Moreira, no sólo afecta profundamente a su familia, sino muestra brutalmente la fragilidad en la que vivimos en el estado. Así como están las cosas, a cualquiera le puede tocar.


En los últimos años, la esperanza de cambio no ha venido de las autoridades, sino de los ciudadanos que han sido víctimas de los criminales. Los más visibles son Alejandro Martí, Isabel Miranda de Wallace y Javier Sicilia. Pero también otros tantos ciudadanos y organizaciones civiles, que sin mucho ruido y publicidad están contribuyendo a cambiar las cosas. Por eso la tragedia personal de Humberto Moreira y su familia, debiera trascender más allá de la justicia individual.


FUUNDEC, la organización de familias que buscan a los desaparecidos en Coahuila y demandan justicia, publicó un comunicado sobre la atención que atrae el asesinato del joven: “Lo sucedido a la familia Moreira Rodríguez no se lo deseamos a nadie, pero demandamos un trato igualitario del Estado Mexicano para con todas las víctimas”. 


El crimen de José Eduardo no debe quedar impune, como tampoco deben quedar impunes tantos crímenes en el estado. Por eso la tragedia de la familia Moreira podría trascender a una depuración a fondo de las autoridades policíacas; a un revisión sin precedentes del corrompido sistema de justicia; a un compromiso por garantizar la igualdad, la seguridad y el respeto sagrado de la vida. Pero el gobernador Rubén Moreira eligió repetir el camino que él mismo acusó como fallido en el gobierno federal. Hoy, no sólo su familia padece los estragos del “combate” calderonista asumido por su gobierno, sino los coahuilenses que en ciudades como Torreón, Saltillo, Monclova, Piedras Negras o Acuña, día a día lo sufren. Coahuila es uno de los cinco estados más violentos del país, pero aquí “no hubo una fuga”, somos el “estado fuerte” y el problema es de percepción.

No deja de ser sintomático: primero un adolescente increpa al gobernador Moreira II por el fraude de la deuda. Luego la viuda del joven Moreira hace un fuerte reclamo en Twitter y pide su renuncia. ¿Será Moreira II el primer gobernador del nuevo gobierno al mando de Enrique Peña Nieto en irse? No sabemos si lo “renunciarán” desde arriba. Pero a estas alturas, con la corrupción de la deuda a cuestas, con el crimen a todo lo que da en el Estado, su gubernatura ya es insostenible.


7 de octubre 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9160870