Ante todo escuchar, más que oír. Observar, más que ver. Con esa atención guardo las principales reflexiones y debates en la novena Semana Nacional de Transparencia organizada por el IFAI. A diez años de la Ley Federal de Transparencia tenemos lecciones importantes, experiencias valiosas y sobre todo, un creciente interés ciudadano por llamar a cuentas a los gobiernos. En todo esto no deja haber aprendizaje, para ciudadanos y gobiernos. Lo más valioso de estos encuentros con los “transparentólogos” es conocer la experiencia de viva voz con los actores ciudadanos o gubernamentales sobre el valor público de la transparencia. Esto no se da por sí solo, requiere ante todo ciudadanos dispuestos a asumir corresponsabilidades. Ciudadanos dispuestos a incidir en sus gobiernos más allá de las coyunturas electorales.
¿Cómo usar la transparencia? El IMCO fue premiado por el programa comparatuescuela.org, a fin de ofrecer a los padres de familia información útil sobre el desempeño de las escuelas en el país. La mayoría de las veces, utilizar los medios para la transparencia exige un conocimiento puntual, a veces especializado. Por eso es destacado el portal de la Secretaría de Hacienda,www.transparenciapresupuestaria.gob.mx, porque traduce un complejo lenguaje, a esquemas más sencillos y simplificados para los ciudadanos. Importa transparentar, pero vale más si es un leguaje accesible.
Algunos exposiciones, como la del gobierno estatal de Sinaloa mostraron detallados esquemas de indicadores alineados al plan estatal de desarrollo, donde en tiempo “real” cualquier ciudadano puede observar el grado de avance o retraso en los proyectos definidos.
Igualmente el estado de Chiapas realizó un complejo y sofisticado sistema de indicadores para rastrear sus programas y presupuestos. Pero cuando uno piensa que en la administración pública los indicadores lo son todo, tremenda lección nos dio la experiencia municipal de Aguascalientes con el Observatorio Ciudadano. Desde esa institución el gobierno municipal articuló más de 240 comités ciudadanos a fin de activar lo que se conoce como la “contraloría social”. Es decir, el gobierno local de ese municipio tiene tras de sí, un ejército por toda la ciudad, donde se aglutinan más de dos mil ciudadanos que con diferentes intereses, visiones y ocupaciones; vigilan, señalan, corrigen y llaman a cuentas su gobierno inmediato. Al hablar con Sara Patricia Ramírez, la artífice del proyecto Observatorio Ciudadano, por cierto, ganador del primer lugar del Premio Nacional de Innovación en Transparencia, me comentó que esos ciudadanos organizados no reciben dinero, ni despensas, ni tarjetas de la gente. A través del Observatorio participan los ciudadanos para incidir en políticas que afectan su vida diaria.
En tiempos en que muchos gobiernos buscan comprar simpatías y voluntades electorales, también tenemos gobiernos lo suficientemente abiertos para integrar a los ciudadanos en la mejor expresión de política pública. Lo interesante de la visión es el interés por la corresponsabilidad pública. Otra vez: ciudadanos y gobierno. Así, el Observatorio Ciudadano potenció el poder desde abajo, y por lo tanto, la capacidad de los ciudadanos para incidir en su gobierno. No es casualidad, que la alcaldesa de ese municipio tenga niveles de aprobación que superan los 8 puntos sobre diez.
Falta mucho por construir, pero a diez años de las transparencia en México, tenemos experiencias, y sobre todo aprendizajes sumamente valiosos. Multiplicarlos es nuestra responsabilidad, de nadie más.
23 de septiembre 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9159591