domingo, 23 de junio de 2013

Hoguera de las redes sociales


Mejor pensarlo dos veces antes de cualquier desplante, prepotencia o ridículo. Twitter, You Tube o Facebook están para atestiguarlo. Como si fuera leña, cada vez que aparece un personaje en escena, las redes se encargan de incendiar. Personajes como la senadora del PRD por Quintana Roo, Luz María Beristain, son puro combustible. Por más sencillo que parezca, el silencio es una virtud para el hombre público. Por lo mismo, no deja de sorprenderme como el escarnio puede prolongarse por días, e incluso semanas. Máxime si el personaje en turno insiste en hablar.

Impunidad y prepotencia ya teníamos como parte de la irremediable condición humana. Ahora, la diferencia con los medios tradicionales, la hacen las redes sociales de manera horizontal. En potencia, cada teléfono conectado a una red, se convierte en una especie de Big Brother al alcance de todos. La redes son una auténtica palestra, pero también, muchas veces, la crítica, la indignación o la condena termina en la hoguera virtual. Quizá la influyente senadora la piense dos veces antes de volver a montar una escena como la del aeropuerto. Para agravar el asunto, la indignada, después del maltrato y la vejación de la senadora a la empleada de la aerolínea, fue ¡ella misma!

Tal vez parezca anecdótico e inútil atender los desplantes de los hombres públicos, pero en el fondo es revelador no sólo de los políticos, sobre todo de lo ciudadanos. Al final, los políticos reflejan a la sociedad a través de ciertas conductas, comportamientos y regularidades. ¿No hay así ciudadanos que se comportan como patanes, que agreden a otros ciudadanos, que sobajan, que alardean de influyentes?

Y vaya que entre broma y broma la verdad se asoma. Irónica, la otrora señorita Yucatán, 1984, comentó: “Que se abra la Fiscalía Especial para Atender las Agresiones contra los Políticos. Porque por diez políticos que han procedido mal, ya hay una satanización en contra de la clase política y ahora todos los políticos somos víctimas de acoso, que nada más están viendo en qué momento te resbalas”. Lo sintomático del caso, no es la pésima broma de la Fiscalía, sino que quien se encargó de “satanizarse” fue ella y nadie más; no los medios, que simplemente reprodujeron hasta el cansancio la escena, y de paso encontraron un blanco perfecto: #LadySenadora en Twitter.

Con facilidad, quien llega a la política se siente diferente, incluso superior a los demás. Unos son de primera, otros de segunda. No se trata, para seguir con la defectuosa pregunta de la senadora: ¿quién defiende a los políticos? Sino de quién defiende a los ciudadanos de los políticos. El poder cuando está solo, tiende por naturaleza al abuso. Sin actores o ciudadanos que los acoten, la ocasión favorece los excesos. Por lo tanto, Beristain exigió con prepotencia por ser “autoridad”. En ese orden, la autoridad es la excepción a la ley, el camino para romper la reglas, la justificación para lo injustificable.

A decir de Henry Kissinger, “el noventa por ciento de los políticos dota al otro diez por ciento de un mal nombre”.

Y luego, todavía se indignan...

31 de mayo 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9182143