domingo, 23 de junio de 2013
Tomar las calles
Antes de la violencia política, está el recurso de salir a tomar las calles. En algunos casos se toman los espacios para evitar más violencia. En otros, es la violencia de Estado la que aviva otras fuerzas e impulsa que los ciudadanos tomen las calles. No hay una fórmula para predecir el comportamiento social, aunque explicaciones no faltan, sin embargo, lo que empieza con la toma de las calles, bien podría terminar en la toma del gobierno. Tarde lo entendieron los otrora líderes árabes. El peor de todos fue Muamar Gadafi que pagó con su vida la soberbia del poder. Durante meses la sorpresa fue la Primavera árabe: cayó Ben Ali en Túnez, Hosni Mubarak en Egipto, y Gadafi en Libia. En cambio, sostenido por China y Rusia, el gobierno de Bashar Al-Assad sigue en pie gracias a un guerra que libra contra su ¡propio pueblo! Incluso se da el lujo de advertir a Europa que no se le ocurre armar a los rebeldes. A los ojos del poder: ¿Qué son 100 mil sirios muertos?
Después de varios años, tocó el turno a Turquía. Un suceso aparentemente trivial desencadenó una fuerza mayor (otra vez las pequeñas cosas). El proyecto de transformación del parque Gezi, que implica quitar árboles, para dar paso a la urbanización basada en la arquitectura otomana. Contra la decisión del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, los ciudadanos organizaron una protesta multitudinaria para defender los árboles y la plaza. Al paso de los días, Erdogan no encontró mejor forma que reprimir, golpear y gasear a los ciudadanos que tomaron la plaza Taksim. ¡Olvídense de la democracia! El referéndum es un decir de la corrección política; no en el gobierno autoritario. Las protestas continuaron y Erdogan declaró perder la tolerancia. Lo que siguió fue reprimir a los manifestantes, encarcelarlos, herirlos. Hasta los mismos ciudadanos improvisaron brigadas médicas para atender a los heridos. Mientras la violencia y los gases lacrimógenos se apoderaron de las calles, en la televisora nacional pasaban el concurso de Miss Turquía y CNN trasmitía un documental sobre ¡pingüinos! Vaya broma. A pesar de la represión, las protestas continuaron entre miles de ciudadanos que salieron a las calles. Qué más podía declarar el primer ministro, sino la acusación de “terroristas, anarquistas, vándalos”. La explicación oficial refiere la teoría de la conspiración para acusar que los manifestantes son movidos por terroristas, medios de comunicación y hasta agentes extranjeros. Imaginación no le falta a Erdogan, ni tampoco ganas meter al ejército si continúan las protestas. Ya amenazó.
Algunos han visto la defensa del parque como la continuación de la Primavera árabe. No obstante de aquel movimiento político que derrocó gobiernos, las protestas han evidenciado que detrás de la buena imagen de un país como Turquía ante la Unión Europea, se escuda un duro autoritarismo con formas de democracia. Es difícil saber en qué terminaran las protestas de estos indignados turcos, pero su mensaje advierte que en pequeños detalles el supuesto equilibrio del poder, es frágil. Tanto como ahora lo muestra las manifestaciones violentas en Sao Paulo y Río en Brasil. De cara al mundial de fútbol, el aumento al transporte trastoca la estabilidad del gobierno al mando de Dilma Rousseff. En la aparente tranquilidad, la protesta llegó hasta el Maracaná. Nuevamente las pequeños detalles. Una plaza, unos árboles, el costo del transporte. Para México, ¿cuáles serán los nuestros?
19 de junio 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9183904