domingo, 30 de junio de 2013

Brasil, después del fútbol

Perder la opinión pública es un lujo que no pueden darse los políticos. Más todavía, cuando los ciudadanos toman las calles, protestan, se manifiestan por miles. No hay vuelta atrás. Pocos mandatarios en pleno siglo XXI pueden salir a reprimir, incluso a masacrar a los ciudadanos como en Siria (y no importa que la ONU diga algo). Para sorpresa de muchos, Brasil, el BRIC, el país de moda, no sólo tendrá el mundial de fútbol en el 2014, sino además, enfrenta ahora serias protestas de su población, en especial de las clases medias. 

Contrario a lo que se cree, la protesta no vino de los pobres sino de un sector educado de jóvenes con acceso a internet y redes sociales. Ciudadanos de clase media, en un país con millones de pobres, a pesar del conocido éxito de programas gubernamentales como Brasil sin miseria y Beca familia, durante la última década. Lejos de ser mayorías, la clases medias salieron por miles a las calles no sólo a protestar, sino exigir mejores servicios públicos como educación, transporte, y salud. La gota que derramó el vaso fue el pretendido aumento al transporte, y todo esto en medio del fútbol. Sí, ¡el deporte que se juega con los pies!

Brasil es el país donde la religión parece ser el fútbol, pero también es el país donde un segmento de la sociedad reclamó al gobierno la construcción de estadios, en vez de atender los servicios públicos. ¿Dónde hemos escuchado esas historias de desperdicio? Mientras miles disfrutaban de un aburrido juego México-Japón, otros miles salieron a tomar las calles. Escribieron mensajes como: “Un Brasil para todos”; “Dinero para la salud y la educación, no para el fútbol”; “Si tu hijo se enferma lo tendrás que llevar al estadio”; “Brasil se despertó”.

Las instituciones políticas en Brasil también viven bajo un enorme desprestigio: políticos, partidos y gobiernos. El mundial se presentó como un buen espectáculo a favor del gobierno. Ahora las protestas evidencian los problemas. El costo del mundial para el gobierno de Brasil, será de unos 13 mil millones de dólares, más lo que se acumule al próximo año. Ya sabemos cómo se la juegan los gobiernos…
Según un estudio de Ibope, 7 de cada 10 manifestantes cuenta con educación superior, y 75 por ciento de la población en general en el país apoya las protestas. Con esas cifras en contra, más la presión en las calles, al gobierno de Dilma Rousseff no le quedó más que ceder ante los manifestantes y desistirse del aumento al transporte: “la voz de la calle tiene que ser escuchada”.

Como las protestas no terminaron ahí, a pesar de la disposición de la presidenta brasileña, ahora anuncia una reforma política. Los clases medias que se manifestaron no sólo respondieron al aumento del transporte, o criticaron los miles de millones que gasta el gobierno para construir la infraestructura del Mundial de fútbol (la cual será un desperdicio una vez que termine el torneo). Sobre todo reclamaron la corrupción de la clase política y la carga impositiva al segmento. Antes de que aquello se incendie más, la presidenta propuso un plebiscito para una reforma política. En un mes, la asamblea constituyente habrá de incluir los temas de salud, transporte, rendición de cuentas, responsabilidad fiscal y lo más importante: EDUCACIÓN. Una propuesta que en verdad me dio envidia y que había quedado en promesa desde el año pasado en Brasil: destinar el 100 por ciento de los recursos obtenidos de la exploración petrolera a la educación. 

A todo esto, y en México ¿dónde están las clases medias? ¿cuándo tomarán las calles para exigir al gobierno? Menos mal que Marcelo Ebrard propone un debate al presidente. ¡Perdidos al fin!.

26 de junio 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9184554