domingo, 30 de junio de 2013

Torreón, propuesta para el cabildo

Como otras elecciones municipales, la figura principal es el candidato. Nadie recibe más atención de los electores, los medios y los mismos políticos, que el candidato. Mucho sobre Jesús de León, mucho sobre Miguel Ángel Riquelme… ellos y nada más son la atención durante el proceso local. Pero poca atención se guarda a quienes acompañan formalmente a los candidatos. No me refiero a sus promotores en las calles, sino a la conformación de la planilla de regidores y síndico. ¿Quiénes son? ¿qué van hacer con los problemas de la ciudad?

Para bien o para mal serán el equipo del próximo alcalde durante los próximos años. Más todavía, serán esos regidores quienes tomen las decisiones más importantes para la ciudad. Desde el presupuesto, la aprobación de impuestos o incentivos fiscales, hasta la regulación del transporte y la movilidad. Lo mismo en otras cuestiones públicas como los espacios públicos, e incluso, ciertas conductas de los ciudadanos. Tradicionalmente se piensa en el alcalde como principal responsable de la administración, pero la máxima autoridad reside en el Cabildo. Algunas veces de manera ejemplar, otras en formas notablemente degradadas.

Muchas cosas hemos escuchado de los candidatos: serán los mejores alcaldes, habrá inversión sin precedentes, se recuperará la confianza e incluso el agua no faltará. La lista de buenos deseos es larga. Las problemas muchos. Los recursos limitados. Pero lejos de pedirles obras de millones de pesos como puentes y más pavimento para los autos, al futuro cabildo le pediría, y desde ahora hago votos, atender los reglamentos del municipio. La finalidad es muy sencilla: actualizar y dejar en concordancia los enunciados de las reglas con las prácticas. Parece mucho, pero les propongo un aspecto en concreto, y nada más.

Derogar el reglamento de anuncios. ¡Sí! Anular ese reglamento para tener congruencia con lo que sucede de facto en la ciudad. En Torreón cada quien se anuncia como quiere, donde puede y cuando quiere. ¿No es algo similar al graffiti o el vandalismo? Cada quien su anuncio, cada quien su rayón. Para eso tenemos el mobiliario urbano al alcance de todos. También incluye puentes, camellones, postes, semáforos, bardas… en el colmo de la aberración, están las palmeras y los árboles. ¡Todo está permitido! La regla general es anunciarse. No importa el lugar, o que se paguen derechos. Por ejemplo, hay un vendedor impune que anuncia “duelas y pisos laminados” por doquier. Cómo vil vándalo ha marcado toda la ciudad. No hay autoridad que lo frene, ni vigilancia que lo pare. Cuando alguien quita sus anuncios, con gran eficiencia los vuelve a reponer. No hay quien le gane. Tanto como un ciudadano que pinta una barda rayoneada, pero al siguiente lunes amanece igual, y así hasta el cansancio. En Torreón se carece de orden y estética. La ciudad de por sí es fea, pero los anuncios agravan su aspecto. Por lo tanto, derogar ese reglamento sería un buen paso para reconocer la anarquía en materia de anuncios. Es el orden del desorden. Por lo mismo, una acción tan sencilla como derogar ese reglamento, nos dejaría en absoluta congruencia con las prácticas ciudadanas. Una ciudad fea de facto, pero no por reglamento.

Próximos ediles, dejen de lado la corrección política de sostener reglamentos inútiles que nadie cumple ni desea cumplir. En mucho mejoraríamos si empezamos por pequeñas acciones. Una de ellas es atender las prácticas. ¿Habrá alguno que le interese?

Posdata
Para quienes gustan de las creencias en tiempos de elecciones, conviene leer a Karl Popper: ¿17 puntos arriba? ¡Qué malos estudios!

30 de junio 2013
http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9184914