¿Dónde comienza la vida de un ser humano? ¿Qué es la vida? ¿Con cuántas semanas tenemos un ser humano? ¿En qué momento adquiere consciencia de sí? ¿Qué es la consciencia? ¿Hay derechos humanos, pero también derechos de embriones? Dichas preguntas no provienen de un complejo debate entre filósofos y científicos, sino de la aplicación de una ley en la tierra.
El debate no es nuevo, mucho menos la polémica que toca las fibras más sensibles de la sociedad, las religiones, los partidos políticos. En pocas palabras: las instituciones.
Dos legislaciones estatales, Baja California y San Luis Potosí, prohíben el aborto y por lo tanto, presuponen el derecho a la vida. Igualmente, 16 legislaturas más han impulsado leyes similares en las entidades del país.
La impugnación de las legislaturas a la Suprema Corte reabren uno de los debates más importantes en el país durante los últimos años. Detrás de los argumentos a favor del derecho a la vida desde la concepción, está una certidumbre cuestionable. 468 legisladores de congresos locales han resulto el misterio de la vida que ni filósofos y científicos lograron. Por su parte, el presidente Calderón ha expresado su postura en contra del aborto, e igualmente, asociaciones religiosas han protestaron.
El caso ya lo había tratado la Corte en el año 2008, con motivo de una legislación liberal promovida por Marcelo Ebrard en el Distrito Federal. Ahí se ampliaron los derechos y se descriminalizó a la mujer por casos de aborto. Dicha ley fue impugnada. La Corte convocó a un amplio debate con científicos y especialistas. El resto de la historia ya la conocemos. Así, el máximo órgano de justicia tomó una de las decisiones más relevantes en cuanto a la ampliación de derechos humanos y garantías individuales.
Que un poder como la Suprema Corte resista las presiones del ejecutivo, de los líderes políticos y religiosos, en pro de los derechos ciudadanos, representa un cambio significativo en nuestras instituciones. Impensable en el México del pasado.
28 de septiembre 2011
Milenio http://impreso.milenio.com/node/9033964
miércoles, 28 de septiembre de 2011
La generación Enlace y el México del futuro
A nivel primaria, generación de la esperanza. Fuente: Enlace 2011 |
La educación mueve los discursos más nobles; también es una fácil justificación para lo “políticamente correcto”. De la educación esperamos mucho, no así de las exigencias para lograrlo. Los resultados de la prueba Enlace 2011, revelan tendencias que quizá nos apunten cómo estarán las próximas generaciones en México. Asimismo, se suele afirmar que la educación es la base de una sociedad desarrollada, pero ¿hasta qué punto la educación de nuestros jóvenes ahora va a impactar en el mañana del país?
En principio hablamos de tres generaciones de estudiantes mexicanos en escuelas públicas y privadas: la que actualmente cursa estudios de primaria; la que asiste a secundaria; y finalmente, la generación que va al bachillerato. Los resultados generales de la evaluación demuestran similitudes y diferencias notables. Lo primero que salta a la vista, es la consistencia con la cual han avanzado los más pequeños. En los últimos seis años (2006-2011), los estudiantes de primaria han mejorado su desempeño en matemáticas y español. 19 puntos porcentuales para el primer caso y 18 para el segundo. Si observamos la gráfica, hay un incremento sostenido de estudiantes con bueno y excelente desempeño; de la misma manera, hay un caída constante de los estudiantes con un desempeño insuficiente y elemental.
Esta situación no sucede con nuestros jóvenes de secundaria y preparatoria. Por el contrario, su avance es lento, disperso y poco significativo. Más aún: se observa un estancamiento en matemáticas y una clara debacle en español. ¿Qué pasa ahí con los profesores, los alumnos y los padres? ¿Por qué a pesar de las evaluaciones no han mejorado su desempeño?
Retroceso en español a nivel secundaria. |
Estancamiento en lectura a nivel preparatoria. |
Por lo pronto, si una generación de mexicanos va a marcar el rumbo del país en las próximas décadas, esa será la que estudia hoy en las primarias.
25 de septiembre 2011
Milenio http://impreso.milenio.com/node/9032394
viernes, 23 de septiembre de 2011
Sin quórum
“A los ojos de la opinión nacional… nada hay tan despreciable como un diputado o un senador; han llegado a ser la unidad de medida de toda la espesa miseria humana. Por eso parecen tan vulnerables los progresos cívicos que México haya alcanzado en los últimos años, pues es desesperada toda idea de restaurar en su pleno prestigio un órgano de gobierno tan esencial para una democracia como lo es el congreso”.
La cita provine de La crisis de México, uno de los ensayos más brillantes sobre el sistema político mexicano. Fue escrito por Daniel Cosío Villegas en 1947 y refleja con claridad el pobre papel del poder legislativo en su época.
Recupero el texto a propósito del estudio que acaba de publicar la politóloga María Amparo Casar: ¿Cómo y cuánto gasta la Cámara de Diputados? (CIDE, 2011). Por lo mismo, no hace falta hacer la crítica a los diputados, porque son ellos con su trabajo, quienes ofrecen elementos negativos para su calificación.
A diferencia de la época en que escribió Cosío Villegas, el Congreso mexicano se volvió un actor relevante en la democracia mexicana, sobre todo, a partir de 1997. Sin embargo, la evidencia recabada por Casar, aporta elementos que cuestionan seriamente su papel. Por un lado tenemos un Congreso muy bien pagado, pero por otro, la producción legislativa es paupérrima. También, hay mayor pluralidad, pero no legitimidad. Hay transparencia, pero las cuentas ejercidas por los diputados son la excepción. Hay muchas comisiones, pero pocos días de trabajo.
En todo esto hay excepciones, y con seguridad, habrá legisladores responsables. En la práctica, la generalidad de los diputados contribuye a fincar una imagen negativa. El miércoles pasado, por ejemplo, compareció el secretario de hacienda en la cámara, pero la sesión tuvo que ser suspendida a falta de quórum. ¿Dónde estaban al menos la mitad de los 500 diputados? Seguramente haciendo cosas más importantes que su trabajo. El caso se repitió el día 8 de este mismo mes. No hay seriedad, ni responsabilidad.

A ese ritmo ¿cuánto nos cuesta el Congreso? Casar propone varias vías para relacionar el gasto y el desempeño. Si atendemos al Sumario de Actividades del Pleno durante el año 2010, cada producto legislativo entre las 137 nuevas leyes, reformas y decretos, nos costaron en promedio ¡35.9 millones!
En las circunstancias actuales no hay incentivos para que el Congreso cambie esta situación, ni tampoco para que su productividad beneficie al país. ¿Hará falta tomar las calles o tomar la cacerola para obligarlos al cambio? Ganas no faltan, porque en el camino actual, no vamos a llegar muy lejos.
23 de septiembre 2011
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9031376
La cita provine de La crisis de México, uno de los ensayos más brillantes sobre el sistema político mexicano. Fue escrito por Daniel Cosío Villegas en 1947 y refleja con claridad el pobre papel del poder legislativo en su época.
Recupero el texto a propósito del estudio que acaba de publicar la politóloga María Amparo Casar: ¿Cómo y cuánto gasta la Cámara de Diputados? (CIDE, 2011). Por lo mismo, no hace falta hacer la crítica a los diputados, porque son ellos con su trabajo, quienes ofrecen elementos negativos para su calificación.
A diferencia de la época en que escribió Cosío Villegas, el Congreso mexicano se volvió un actor relevante en la democracia mexicana, sobre todo, a partir de 1997. Sin embargo, la evidencia recabada por Casar, aporta elementos que cuestionan seriamente su papel. Por un lado tenemos un Congreso muy bien pagado, pero por otro, la producción legislativa es paupérrima. También, hay mayor pluralidad, pero no legitimidad. Hay transparencia, pero las cuentas ejercidas por los diputados son la excepción. Hay muchas comisiones, pero pocos días de trabajo.
En todo esto hay excepciones, y con seguridad, habrá legisladores responsables. En la práctica, la generalidad de los diputados contribuye a fincar una imagen negativa. El miércoles pasado, por ejemplo, compareció el secretario de hacienda en la cámara, pero la sesión tuvo que ser suspendida a falta de quórum. ¿Dónde estaban al menos la mitad de los 500 diputados? Seguramente haciendo cosas más importantes que su trabajo. El caso se repitió el día 8 de este mismo mes. No hay seriedad, ni responsabilidad.

A ese ritmo ¿cuánto nos cuesta el Congreso? Casar propone varias vías para relacionar el gasto y el desempeño. Si atendemos al Sumario de Actividades del Pleno durante el año 2010, cada producto legislativo entre las 137 nuevas leyes, reformas y decretos, nos costaron en promedio ¡35.9 millones!
En las circunstancias actuales no hay incentivos para que el Congreso cambie esta situación, ni tampoco para que su productividad beneficie al país. ¿Hará falta tomar las calles o tomar la cacerola para obligarlos al cambio? Ganas no faltan, porque en el camino actual, no vamos a llegar muy lejos.
23 de septiembre 2011
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9031376
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Las redes sociales a debate
Las redes sociales han diversificado las fuentes de información entre los ciudadanos, también aumentaron la velocidad de difusión. Por lo mismo, no hay duda de la fuerza que ganaron, incluso para la promoción de movimientos sociales. Aun así, las redes sociales no sustituyen a los medios de comunicación profesionales ni tampoco a las fuentes oficiales.
Por lo mismo, uno de los aspectos más débiles de las redes es la poca verificación de la información. Se dice y punto. No importa que la información sea falsa, se juegue una mala broma o sencillamente se utilicen para exponer intimidades públicas. Si algo abunda en la “tuitósfera”, es la pluralidad en todo el sentido de la palabra.
Hace unos días, Jorge Torres, gobernador de Coahuila, (lo cual es un decir), declaró su interés por solicitar al Congreso una regulación de las redes sociales. No sabemos en realidad qué vaya a salir de ahí, o cómo venga la iniciativa en caso de que trabajen los diputados. Si volteamos a lo que promueven actualmente otras legislaturas, el panorama termina por justificar el autoritarismo. A falta de claridad, en Veracruz se inventaron terroristas tuiteros.
En Tabasco, la legislatura local se fue contra los “rumurólogos”. Según un diputado tabasqueño, “lo que se pretende es salvaguardar la paz pública, evitando la psicosis social que se generen con actos irresponsables… en las redes sociales”. Más hábiles, los diputados federales del Estado de México pretendieron reformar el Código Penal, con la finalidad de castigar hasta con cárcel a quienes utilicen el Facebook o el Twitter para desprestigiar a personajes públicos. Léase políticos. ¿No se habrán dado cuenta que para desprestigio ellos se apuntan primero? Sin duda, esos diputados mexiquenses quisieran imitar los controles sobre internet que ejercen China, Corea del Norte o Cuba.
El rumor, la especulación y las falsas alarmas se combaten con información verificable y oportuna por parte de las autoridades. En Torreón como en otras ciudades, circula cualquier cantidad de mensajes por las redes. El Twitter @PoliciaTorreon ha hecho una buena campaña de información, pero también ha desalentado voces irresponsables. Más que controlar las redes sociales, no habría que perder de vista que son un medio de información. Ahí los gobiernos tienen una buena tarea de comunicación.
domingo, 18 de septiembre de 2011
Síndrome Chaires
De un escándalo a otro, la mejor respuesta de nuestros hombres públicos es: “no lo conozco”. Si hace algunas semanas Humberto Moreira desconoció al cercanísimo Vicente Chaires, ahora le toca al panista Francisco Ramírez Acuña desconocer a Iván Peña Neder, coordinador de asesores en la Secretaría de Gobernación, cuando el actual diputado era secretario. Ahora que el susodicho aparece ligado a los casinos, la mejor respuesta es: no lo conozco.
¿Presupuesto para qué?
Mes de septiembre, mes de la patria. Pero también el mes para discutir cómo se va a gastar el dinero de los contribuyentes el próximo año. No es poca cosa, aunque los detractores de la política prefieran no darse por enterados. Es difícil imaginar la cifra, ¡3.6 billones de pesos!, pero más difícil es tratar de dar seguimiento al ejercicio de los recursos.
El primer mito que aparece detrás de las cifras, supone que asignando más recursos se van a obtener mejores resultados. Ni una ni otra. Gastar más no es sinónimo de eficiencia, y los resultados no dependen exclusivamente de la cantidad de dinero, sino de la calidad con que se aplica. Ahí están los aumentos a las secretarías; ahí están los gobernadores frotándose las manos con su petición de 120 mil millones más para el 2012; ahí están los legisladores sumando más a su salario.
La historia ya es cotidiana y no es monopolio de partidos y ámbitos de gobierno: derroche, sobrecostos, ineficiencia, desvío de recursos, gastos sin comprobar, ausencia de resultados… No obstante, cada año se pide más. La evidencia aportada por Auditoría Superior de la Federación muestra en el mejor de los casos, un claro patrón de ineficiencias. La peor parte es la corrupción, no sólo por el costo de oportunidad que eso implica para el gobierno, sino por el costo social que se traslada a los ciudadanos.
¿Tiene sentido pagar por una seguridad que no se recibe? ¿Por qué cargar con compras exorbitantes y burdos sobreprecios? ¿Para qué seguir pagando elecciones tan caras, si los montos no se justifican?
El más reciente estudio de la OCDE en colaboración con el IMCO, Competencia en las obras públicas (2011), señala que la mayoría de los estados en el país tienen procesos desiguales e ineficientes para asignar las compras que requiere el gobierno. No sólo se trata de gastar, sino de hacerlo bien. Cuando un gobierno realiza intencionalmente una compra con sobrecosto para beneficiar a un tercero, no sólo está incurriendo en un acto de corrupción, sino además le está restando utilidad a los bienes públicos que reciben los ciudadanos.
No es sencillo, pero una buena exigencia de los ciudadanos por estos días, es buscar que nuestros gobiernos gasten, y sobre todo, lo haga bien.
16 de septiembre 2011
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9027074
Después del Bicentenario...
¿Quién dice que los cumpleaños no cambian la historia? Más que el 16 de septiembre, conmemoramos el 15 por el cumpleaños de don Porfirio Díaz.
* Miguel Hidalgo inició un efímero movimiento en 1810, sin saber que con los años desembocaría en la proclamación de Independencia en 1821. Sin embargo, sólo cincuenta años después se logró consolidar el Estado mexicano.
*
Si el llamado grito en 1810 expresó: muera el mal gobierno, viva Fernando VII (no el anacrónico “viva México”). El grito desesperado del 2011 fue un llamado a la paz.
*
Ironía. Para las fiestas del Centenario en 1910, el presidente Díaz organizó los preparativos con diez años de antelación. Cuando el sempiterno gobernante se disputo a dar el grito desde el balcón en el Palacio Nacional, tocó la afamada campana de Dolores, pero no sonó. Simpatizantes de Francisco I. Madero habían colocado un trapo en la campana. Rápido, la situación se enmendó, no así las revoluciones en puerta.
*
Dos gritos. El emperador Maximiliano se desplazó a Dolores en septiembre de 1864. El día 15 en la noche, visitó la casa que fuera del cura Hidalgo. Posteriormente pronunció un discurso donde reconoció al llamado padre de la patria. Lejos de ahí, en Pedriceña, Durango, Benito Juárez junto a Guillermo Prieto, José María Iglesias y Sebastián Lerdo de Tejada, conmemoran modestamente el otro “grito”.
*
El gran monumento de las Centenario de la Independencia fue la victoria alada conocida como El ángel. El monumento del Bicentenario quedó sin concluir y es una estela de luz manchada de corrupción.
18 de septiembre 2011
http://impreso.milenio.com/node/9028124
* Miguel Hidalgo inició un efímero movimiento en 1810, sin saber que con los años desembocaría en la proclamación de Independencia en 1821. Sin embargo, sólo cincuenta años después se logró consolidar el Estado mexicano.
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Si el llamado grito en 1810 expresó: muera el mal gobierno, viva Fernando VII (no el anacrónico “viva México”). El grito desesperado del 2011 fue un llamado a la paz.
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Ironía. Para las fiestas del Centenario en 1910, el presidente Díaz organizó los preparativos con diez años de antelación. Cuando el sempiterno gobernante se disputo a dar el grito desde el balcón en el Palacio Nacional, tocó la afamada campana de Dolores, pero no sonó. Simpatizantes de Francisco I. Madero habían colocado un trapo en la campana. Rápido, la situación se enmendó, no así las revoluciones en puerta.
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Dos gritos. El emperador Maximiliano se desplazó a Dolores en septiembre de 1864. El día 15 en la noche, visitó la casa que fuera del cura Hidalgo. Posteriormente pronunció un discurso donde reconoció al llamado padre de la patria. Lejos de ahí, en Pedriceña, Durango, Benito Juárez junto a Guillermo Prieto, José María Iglesias y Sebastián Lerdo de Tejada, conmemoran modestamente el otro “grito”.
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El gran monumento de las Centenario de la Independencia fue la victoria alada conocida como El ángel. El monumento del Bicentenario quedó sin concluir y es una estela de luz manchada de corrupción.
18 de septiembre 2011
http://impreso.milenio.com/node/9028124
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