viernes, 30 de diciembre de 2016

Borrar la historia

Sin archivos no hay historia, pero tampoco transparencia y acceso a la información. Dejemos por un momento los “grandes” temas como las elecciones en los Estados Unidos… en las últimas semanas, se ha suscitado una polémica entorno a los archivos y los documentos públicos que generan los distintos niveles de gobierno en México. El asunto no es menor. Por un lado, los archivos que diariamente generan los gobiernos, son, para bien y para mal, evidencia documental de las actividades y el uso de los recursos públicos. En pocas palabras, los documentos son evidencia de la responsabilidad pública. Pero también, al paso del tiempo, muchos de esos archivos adquieren otro valor —un valor histórico—, que no sólo interesa al presente, sino a los estudiosos de la historia. Uno y otro valor cumplen diferentes funciones, pero parten del mismo origen: los documentos. Entiéndanse en sentido lato: como papel, memoria digital, objeto, o presencia virtual.
Al igual que tantas cosas en México, los archivos son vulnerables, a pocos les interesa, y en el peor de los casos, son destruidos, triturados, hechos cenizas. Sin reparo gubernamental, en muchas ocasiones me ha tocado ver archivos en calidad de basura. Por lo mismo, resulta contradictorio saber que los archivos son la base de la transparencia y el acceso a la información. Pero al mismo tiempo, no obstante ese valor, están relegados junto a los enseres de limpieza. Para quienes nos dedicamos a hurgar en los documentos, ya se por historia o por interés en el presente, solemos toparnos con el siguiente diálogo. ¿Dónde encuentro los archivos? “Mire, allá al fondo, junto a esas tinas y trapeadores…”.
En ocasiones no sólo se trata burócratas ignorantes en las dependencias públicas, sino de dolo. Me refiero a funcionarios promotores de la opacidad. Cual anécdota de la fragilidad, recuerdo bien el caso de un presidente municipal que decidió, a partir de su gobierno, el inicio de la historia de su pueblo. “La historia soy yo”. Para tales efectos, mandó quemar y destruir los archivos históricos de las anteriores administraciones. En vano busqué las actas de cabildo, los acuerdos municipales, los informes. Aquel hombre aplicó el fin de la historia, no en el sentido de Fukuyama, sino algo más elemental: borrar la memoria.   
Pero vayamos a la leyes. Recientemente en el senado, la legisladora Laura Rojas, presentó la iniciativa de Ley General de Archivos. Esta iniciativa sustituirá a la anterior de 2012, con la finalidad de integrarla a los nuevos cambios constitucionales en relación a la transparencia y el sistema anticorrupción. Hasta ahí la cosa parece bien. Más todavía, no dudamos de la necesidad de tener un marco común para los archivos, donde el eslabón más débil suelen ser los municipios. La iniciativa resulta ambiciosa al proponer un Sistema Nacional de Archivos. Con las arcas en franco declive después de tanta corrupción y malos gobiernos, ¿de dónde va a salir el dinero, si a duras penas se compensa al Archivo General de la Nación que lidia con humedad y falta de espacio? Vaya usted a saber. Pero parece que en eso de las leyes, cuenta más la intención, que la ejecución. En principio la iniciativa es buena. Nos parece bien que se tome cartas en el asunto, que se busque generar orden en los archivos para su conservación, pero nos llama la intención que en esa misma iniciativa, los archivos históricos estén sujetos, como régimen totalitario, a tachaduras y borrones con el pretexto de la protección de los datos personales. Sin ir tan lejos, borrar la historia. En países como Estados Unidos o Francia, los archivos pueden ser abiertamente consultados a partir de los 25 años. Visto de esa forma, hasta un extranjero puede consultar archivos históricos desclasificados de seguridad nacional. De ese nivel el acceso a la información. Con la nueva iniciativa, caeríamos en el absurda política de tachonear los nombres del Plan de Iguala, el Plan de San Luis o el Plan de Guadalupe. No importan sus cien años, sino un criterio obtuso de datos personales. Pero en la política no hay casualidades. Para la senadora Rojas, “la clasificación conforme a las leyes de transparencia y acceso a la información no aplica para archivos históricos. Solamente procede testar los datos personales sensibles cuando se ha hecho una solicitud de información” (Blog, AGN, 17 de noviembre de 2016). Como Cantinflas: sí, pero no.  
Curiosamente, varios políticos mexicanos impugnaron la propuesta de ley 3 de 3, con el argumento de los datos personales. ¿No será pues, que detrás de los datos personales se escuda en realidad un política de opacidad? Algunos puntos de la iniciativa, son ambiguos en cuanto a los plazos para definir un documento histórico de uno administrativo en años recientes. Bajo ese criterio, el funcionario en turno, tendría carta abierta para cerrar los archivos. Pero el problema no es meramente para quienes investigan el pasado, sino más grave aún, para quienes en el presente se les puede entregar información recortada, o simplemente, se les niega el acceso con la justificación de lo datos personales. Visto de otra manera, aunque la iniciativa busca proteger los archivos y favorecer la transparencia, tiene unos candados para promover la opacidad. En pocas palabras: legislar con las patas.  
23 de noviembre
El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1285493.borrar-la-historia.html

Cambio de horario

Según la Secretaría de Energía, el horario de verano, generó un ahorro de mil 420 millones de pesos. No es nada a lado de lo robado por los Duartes, los Moreira…

Coahuila como Veracruz

O peor en corrupción. Empresas fantasmas y millones de pesos. Mera “coincidencia”. Renunció María Esther Monsiváis, secretaria de Infraestructura y Transporte. Primero negó, pero a los pocos días, la razón le asistió al senador Luis Fernando Salazar. El fantasma de Oscar Flores Tapia recorre Coahuila…

Alí Babá y los veinticinco ladrones



Alí Babá anda suelto y también veinticinco, o quizá cuarenta ladrones. Van vienen a la cueva. Salen. Se esconden. Cada día, durante las mil y una noches del sexenio, robaron el tesoro de Durango. “Ábrete, sésamo”. Y el dinero salía a raudales. Tanta veces fueron por el tesoro, que hizo falta más, y luego más. Insaciables, también fueron por las arcas de los municipios. Tomaron 15 millones de la capital. 40 millones de Gómez Palacio. Y siempre algo más... Un buen día, el dinero se acabó, y entonces, los ladrones recurrieron a los préstamos apresuradamente. Al final del sexenio ya se habían llevado 14 mil millones de pesos… y la cuenta seguía corriendo. Pero un buen día, corrieron vientos de cambio, y la fórmula mágica para abrir la puerta del tesoro, ya no funcionó. “Ciérrate, sésamo”. Ante los hurtos desmedidos, la nueva administración quitó las llaves, cambió las chapas y se propuso detener a los ladrones. Curiosamente, tras la primera detención, la noticia corrió como pólvora y el temor invadió a los que antes, impunes, saquearon el tesoro. 
Me gusta la sabiduría popular, porque en pocas palabras, resume todo un comportamiento. Un famoso dicho de raigambre medieval, nos dice: “excusa no pedida, acusación manifiesta”. Cuando sucedió la detención de Leonor Gutiérrez la ex subsecretaria de egresos del gobierno del estado de Durango, inmediatamente una multitud corrió a ampararse.  ¿A que le teme esa banda?  Ese día,  Alí Babá estuvo en vigilia. Angustiado por la situación, buscó protección, pero ya no en la cueva, sino fuera de ella. El ex gobernador Jorge Herrara, hizo fila desde las cinco de la mañana para obtener su amparo. Apresurada, luego siguió la banda: María Cristina Díaz Herrera, exsecretaria de Finanzas; César Guillermo Rodríguez Salazar, exsecretario de Comunicaciones y Obras Públicas del Estado; Eduardo Díaz Juárez, exsecretario de Salud, y una veintena más. Aunque al paso que vamos, podrían ser cuarenta o más los amparados que nos recuerdan al cuento del lejano oriente.
Pero este cuento duranguense  apenas empieza. Sin duda, un acierto del nuevo gobierno en Durango, a cargo de José Rosas Aispuro, es mandar un mensaje fuerte y claro sobre los abusos del gobierno anterior. Urgía una señal. Por lo general, es costumbre en los gobierno mexicanos, dejar en el cargo a un hombre de “confianza” para tapar las triquiñuelas, los desfalcos y la corrupción del gobierno saliente. Pero la fórmula no funcionó, porque en las pasadas elecciones en Durango, los ciudadanos se manifestaron a favor de la alternancia. ¡Cuánta falta hacía! Ahora nos estamos enterando del boquete que dejaron a los ciudadanos. Tan sólo movió una ficha el gobernador Aispuro, y rápido brincaron las ratas. ¡Perdón! Los amparos. Sin aspavientos y alardes, como el fallido gobernador de Nuevo León, el gobernador de Durango desencadenó una  fiebre sorpresiva por el amparo. Toda una pasión constitucional. Al respecto, la alcaldesa de Gómez Palacio, Leticia Herrera, quien fue un factor fundamental para el voto diferenciado, cuestionó con claridad: “Si se amparan es por algo”.
Llama la atención cómo los saqueadores que llamamos gobernadores, tejen redes de corrupción que implican los cargos más relevantes y estratégicos en la administración pública. Más todavía, queda la impresión, que no hay otro motivo, más que saquear, cuando conocemos los  casos de los Duarte en Veracruz y Chihuahua, de Borge en Quintana Roo, o de los Moreira en Coahuila. Ni qué decir de Sonora con Guillermo Padrés, ahora tras las rejas. ¿Cantará como Javier Solís, Las rejas no matan?
Pero estas historias apuntan un comportamiento identificable en nuestra República. Ser gobernador en México, tiene un propósito muy claro: saquear las arcas hasta que no quede nada. Tan bien establecido el objetivo, que lo primero es nombrar a un secretario de finanzas; otro de obras públicas, y así la cosa, hasta que se complete la red. Por si faltara algo más, todavía se puede nombrar a heredero, como recientemente lo mostró el “desaparecido”, Javier Duarte. ¿Qué camino siguieron en Durango? ¿Una combinación de Coahuila con Sonora? ¿Acaso siguieron el método chihuahuense o aplicaron  una técnica veracruzana? Por lo pronto, la multiplicación de los amparos lo dicen todo: “excusa no pedida, acusación manifiesta”. Alí Babá y los veinticinco amparados. 

16 de noviembre 2016
El Siglo
https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1283353.ali-baba-y-los-veinticinco-ladrones.html

Cuando Charles Bronson se volvió mexicano




Los síntomas son visibles. Deterioro. Autoridades incompetentes y sin credibilidad. Asaltantes y ladrones por todos lados. Frustración e impotencia. Ciudadanos toman las justicia por propia mano. ¿Qué más sigue? Como si fuera una receta, las condiciones están dadas, para que de vez en cuando, resurja el espíritu de Charles Bronson a la mexicana. Aplaudido por los ciudadanos. Temido por los criminales. El vengador anónimo resuelve, a punta de pistola, lo que las autoridades no pueden. En tiempos de desorden y anarquía, los justicieros cobran popularidad. Como caídos del cielo, lo mismo liberan a los pasajeros de un camión, vengan un robo, o detienen a maleantes a puros balazos.
En el Nueva York de los 70 y los 80, la criminalidad escaló a niveles de escándalo. Como una plaga, robos y homicidios por todo lados. Hasta que se impuso la “tolerancia cero”, el problema disminuyó sensiblemente; eso sí, de la mano de un duro e inteligente republicano. Zonas intransitables, se transformaron en seguros sitios turísticos. Con eficiencia y resultados, el temor se desplazó paulatinamente. Pero en todo ese drama, no faltaron las películas sobre los justicieros anónimos que hicieron frente a la criminalidad. Una saga representativa de aquellas décadas, fue Death Wish. Protagonizada por Charles Bronson, a la larga sería el prototipo del vengador atlético que después le siguió en Hollywood: Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger. Sin gimnasio y esteroides, Bronson pudo tanto como aquéllos. En su representación de Paul Kersey, El Vengador anónimo I, II, III, IV y V, —¡todo eso!— forjó un récord de violencia justiciera. Tanto así, que las autoridades pasaron de perseguirlo a necesitarlo. Un justiciero que en las calles hacía el trabajo sucio. Ese vengador era en apariencia, un “hombre sin atributos”, que al ser lastimado por el crimen, decide denunciar, con la enorme frustración cuando las autoridades nada pueden resolver. Cansado de la inseguridad, ese hombre cualquiera, se transforma al portar una pistola. Primero un pequeño y modesto revólver. Después, una pesada Magnum. Y cuando la ocasión requiere mayores esfuerzos, como enfrentar una pandilla, desempolva ¡artillería pesada! Parece broma, pero en otras ocasiones, la realidad en México siempre da para más. Todo lo supera. La reaparición del vengador anónimo por el rumbo de La Marquesa, en el Estado de México, ha causado revuelo popular. Entre aplausos, apoyo y fama, el justiciero mató a cuatro asaltantes de camino. Ahí quedaron los cuerpos, como una advertencia a otros asaltantes. Confiado en su defensa, recuperó las pertenecías de los pasajeros, y luego pidió a Fuente Ovejuna, no ser denunciado. En su ineptitud, las autoridades especulan sobre la sentencia que habría de caer al Charles Bronson mexicano, y no sobre los ladrones que delinquen tranquila e impunemente en la zona.  A todo esto, ¿qué es la realidad? Para el caso, el justiciero no deja lugar a dudas. Reaparece. Actúa. El sitio huele a pólvora. Charles Bronson en el microbus. Charles Bronson en el camión. Charles Bronson en el metro. Charles Bronson en la calle. Charles Bronson exhibe a las autoridades. Aunque se asemeja a una película de humor involuntario, las escenas son  realistas.  Hace algunas semanas, el senador Jorge Luis Preciado le llovió por su iniciativa de portación de armas y legítima defensa. A su parecer, el estado ha fracasado en brindar seguridad, a cambio, propone la portación de armas como un derecho similar al que tienen los estadounidenses. En lo personal no estoy de acuerdo con el uso de las armas, pero al mismo tiempo, en México vivimos de facto, entre ciudadanos armados. Más grave todavía, el gobierno sí ha resultado incapaz de ofrecer seguridad y justicia. Por lo mismo, cuando surge un justiciero anónimo, pronto levanta admiración y popularidad. En pleno siglo XXI, escenificamos Los Bandidos de Río Frío. Los que tienen suficiente dinero, pagan milicias privadas para protegerse en la jungla. Otra minoría, los políticos, gozan la seguridad que no tienen las mayorías. El resto: ¡sálvese quien pueda!

9 de noviembre 2016
El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1281047.cuando-charles-bronson-se-volvio-mexicano.html

Como alcohólico

El alcohólico vuelve a las andas. No termina de salir de una, cuando ya pide otra. No hay bebida que lo aplaque, así que toma como si no hubiera mañana. Llegado el momento, siempre sale con la última y nos vamos. Copa tras copa, botella tras botella, el final nunca llega, hasta que termina derrumbado. En el piso. Como ninguna, la alegoría del alcohólico, es la que mejor se aplica al manejo de las finanzas públicas del Gobierno Federal. Desde que llegó Enrique Peña Nieto a la presidencia, la deuda se ha disparado a niveles peligrosos. Se ha endeudado duro como si nada pasara, pero a la deuda siempre le llega su hora. Cada año del triste sexenio, el gobierno ha recurrido a la deuda como alcohólico. Dicho de otra forma, pedimos prestado el dinero que no tenemos para despilfarrarlo en la fiesta. La deuda en sí, no es mala, siempre y cuando se maneje responsablemente, sin romper una sencilla y sabia regla de oro: no endeudarse más de lo ingresamos. Pero ya sabemos que el mundo en la política funciona al revés, sin lógica, y para “joder” al país. Por cierto, esta última expresión, “joder”, proviene del mismo presidente que ya ganó un lugar en la historia, por su abierta incompetencia e insaciable corrupción.
Como instrumento financiero, la deuda puede ser un factor para salir del paso, o si se quiere, para financiar el desarrollo. Pero alarmantemente, ninguna de esas condiciones está presente en el manejo de las fianzas nacionales. El dinero no se invirtió en desarrollo ni tampoco en proyectos productivos. Mucho menos, en programas para generar valor social. Ese dinero que nos están cargando a los ciudadanos, es para financiar el gasto corriente, las próximas elecciones, y la lujosa fiesta del gobierno federal. 
El déficit nacional que ahora arrastramos, rompe con la regla de oro de las fianzas públicas. Presidentes como Zedillo, Fox y hasta Calderón, la mantuvieron a niveles manejables. Lo que ahora tenemos, es una bomba de tiempo que nos puede explotar en las manos.  A todo esto, ¿dónde esta la oposición? ¿dónde los contrapesos al poder? Los partidos felices recibiendo millones a manos llenas, la Auditoría encantada en el juego de la simulación, y los liderazgos más visibles, contando los días para la elección presidencial en 2018.
El problema que nos va a dejar Peña Nieto es un enorme riesgo al país. Hasta los truhanes del Fondo Monetario Internacional han advertido del grave problema al gobierno mexicano. Eso es tanto, como un cantinero advirtiendo sobre el peligro del alcohol a sus parroquianos. Ahora nos dice el FMI que nos conviene crear un “Consejo Fiscal independiente” para manejar la deuda, como lo expresó a principios de octubre, Vitor Gaspar, director del Departamento Fiscal del Fondo Monetario. Proviniendo de un banquero, esa recomendación, avisa al conductor borracho que puede chochar y ocasionar muertes a su paso. Por otra parte, la palabra “independiente”, deja ver que no confían en los cleptómanos que manejan las finanzas de la federación. Cual república bananera. Si Javier Duarte saqueó a todo Veracruz, qué no harán sus pares de la federación. ¡Todos con su casa blanca!  
El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, también ha señalado con prudencia el problema de la deuda:  “sí es importante que haga una reflexión del entorno que va a enfrentar más adelante y no nos exponga a una volatilidad”.
Por estos días, en la Cámara de Diputados se discute el presupuesto del próximo año 2017. Pero en vez de ajustar el cinturón y hacer una cirugía mayor peligroso problema, ya están proyectando más deuda. Eso se llama “visión de estado”. Veamos los números. La deuda actual representa el 51% del PIB. Esto significa que el gobierno mexicano paga más de intereses por la deuda, que lo que va regresar a los mexicanos en inversión pública (infraestructura, salud, educación, etc.). Para decirlo más claro: estamos jodidos. No creo que la solución esté en tener un gobierno de ángeles, pero al menos, tendríamos que construir como sociedad, un gobierno que no estorbe a los ciudadanos. Un gobierno, que si no va a ser factor de desarrollo, no sea un lastre para los ciudadanos.
Con frecuencia escucho o leo a muchos analistas mexicanos comparar la tragedia económica y social que provoca el gobierno de Venezuela a sus ciudadanos. Festejan que acá está controlada la inflación, que no hay escases de alimentos… sin embargo, al paso que vamos, el gobierno de Peña Nieto puede provocar una crisis catastrófica si no enderezan las fianzas. Quizá los más jóvenes, los llamados “millennials”, no lo saben, pero era tradición en el PRI,  —desde Luis Echeverría hasta Carlos Salinas de Gortari—, quebrar al país al final del sexenio. Rezo, imploro, porque no vayamos hacia allá.

2 de noviembre 2016
El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1278641.como-alcoholico.html

lunes, 26 de diciembre de 2016

Palacio Federal


La historia está en sus edificios. En el hormigón, el fierro, los ladrillos, o para acabar pronto, en las formas y los materiales. También está la historia en la disposición de los espacios que conforman una cierta identidad. De esa manera, la arquitectura vale, en tanto es ocupada por la gente. Un lugar, un espacio o un edificio pueden volverse un referente reconocido. A pesar de su juventud como ciudad, poco más de cien años, Torreón cuanta con referentes arquitectónicos reconocibles. Sin duda, por sus características, por el contexto de su historia, el Palacio Federal es uno de los emblemas de la ciudad. Construido por el gobierno federal entre 1944 y 1946, el Palacio Federal fue un inmenso edificio en la época. Su sola construcción durante el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho, reveló una vez más, la importancia de la región Lagunera, para la presidencia de la República. ¿En los últimos sexenios, qué obra de gran calado tenemos?
Eran otros tiempos donde la Laguna recibía gran atención de la federación. El Banco de México, no para Saltillo ni Durango; sí para Torreón. Otras grandes obras como la presa El Palmito, el Banco Rural, el Hospital Ejidal… pero regresemos al Palacio. Bajo una arquitectura federalista, el edificio tiene aires brutales que recuerdan a los gobiernos totalitarios de aquellos años, como la Alemania dominada por el Nacional Socialismo, o la Rusia dictatorial de Stalin. También, eran los años dorados del estado mexicano, como un estado fuerte, autoritario, con el control de casi todo, incluida la esposa del presidente. De esa manera, para atender directamente a la región, se construyó el Palacio Federal. De acuerdo con los parámetros de la época, el proyecto nació grande y se destinó una manzana para levantar ahí el pesado edificio de tres plantas y sótano. Se levantaron fuertes columnas y robustos pilares de concreto armado y arena del río Nazas. Sus colores son formales: blanco y gris oscuro. A la sencillez geométrica concebida por el arquitecto Luis Prieto Souza, quien fue un buen representante de la escuela tapatía, se agregó el conjunto escultórico que terminó por coronar el edificio. Cuatro magníficas esculturas para representar la agricultura, la industria, la educación y el deporte. Cada una vigila desde entonces las cuatro esquinas del edificio. Frente a una enorme multitud, el presidente Ávila Camacho y ex presidente Lázaro Cárdenas, inauguraron el Palacio el 5 de octubre de 1946. Ahí estuvo el gobernador de Coahuila, Ignacio Cépeda Dávila, un hombre de triste historia. También acompañó el joven alcalde de Torreón, político de buena memoria entre la gente: Braulio Fernández Aguirre.  
¿A qué viene esta historia? Desde hace unos meses se realizan obras de remodelación en el Palacio Federal, que ya cuenta con 70 años. De acuerdo con el Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (INDAABIN), la inversión asciende a 87 millones de pesos. El proyecto tiene aciertos plausibles como las instalación de paneles solares, adecuación de plafones en los techos, áreas verdes y mantenimiento general. Sin embargo, llama la atención, la instalación innecesaria de plafones en los muros y columnas del edificio. Lejos de conservar el edificio histórico bajo los criterios de intervención y restauración, han dañado la fachada con plafones. A todas luces el palacio requería restauración, pero ahora han perforado la fachada e instalado ahí plafones innecesarios, como quien trae dinero para desperdiciar. En un recorrido que hice el sábado pasado, pude constatar la manera en que han maltratado el edificio. Sin ningún respeto de la historia y la identidad arquitectónica. Celebro la modernización del edificio, la inversión para dignificar el espacio, pero también condeno la ignorancia con la que procedieron a dañar la fachada. ¿Quién asesoró el proyecto? ¿Por qué las mismas autoridades que reconocen el edificio como “artístico” permiten el daño? ¿Por qué no consultar antes a los expertos en restauración que tiene el mismo gobierno en el INBA y el INAH? Es una pena lo que ahora sucede, que bien podría enmarcarse en un manual de cómo dañar edificios históricos. En toda indolencia, llama la atención que los historiadores están dormidos. A ellos les interesa el mito de la revolución. De igual manera, se nota la ausencia de las ocho escuelas de arquitectura y sus cientos de alumnos. Les pasa de noche la pérdida del patrimonio arquitectónico en la región. ¿Dónde está el Colegio de Arquitectos? Urge a la ciudad un consejo responsable y comprometido con el cuidado y preservación de nuestro patrimonio. Lo que tenemos a cambio, es ignorancia e ignominia. 
26 de octubre 2016
El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1276301.palacio-federal.html
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