viernes, 30 de diciembre de 2016

Como alcohólico

El alcohólico vuelve a las andas. No termina de salir de una, cuando ya pide otra. No hay bebida que lo aplaque, así que toma como si no hubiera mañana. Llegado el momento, siempre sale con la última y nos vamos. Copa tras copa, botella tras botella, el final nunca llega, hasta que termina derrumbado. En el piso. Como ninguna, la alegoría del alcohólico, es la que mejor se aplica al manejo de las finanzas públicas del Gobierno Federal. Desde que llegó Enrique Peña Nieto a la presidencia, la deuda se ha disparado a niveles peligrosos. Se ha endeudado duro como si nada pasara, pero a la deuda siempre le llega su hora. Cada año del triste sexenio, el gobierno ha recurrido a la deuda como alcohólico. Dicho de otra forma, pedimos prestado el dinero que no tenemos para despilfarrarlo en la fiesta. La deuda en sí, no es mala, siempre y cuando se maneje responsablemente, sin romper una sencilla y sabia regla de oro: no endeudarse más de lo ingresamos. Pero ya sabemos que el mundo en la política funciona al revés, sin lógica, y para “joder” al país. Por cierto, esta última expresión, “joder”, proviene del mismo presidente que ya ganó un lugar en la historia, por su abierta incompetencia e insaciable corrupción.
Como instrumento financiero, la deuda puede ser un factor para salir del paso, o si se quiere, para financiar el desarrollo. Pero alarmantemente, ninguna de esas condiciones está presente en el manejo de las fianzas nacionales. El dinero no se invirtió en desarrollo ni tampoco en proyectos productivos. Mucho menos, en programas para generar valor social. Ese dinero que nos están cargando a los ciudadanos, es para financiar el gasto corriente, las próximas elecciones, y la lujosa fiesta del gobierno federal. 
El déficit nacional que ahora arrastramos, rompe con la regla de oro de las fianzas públicas. Presidentes como Zedillo, Fox y hasta Calderón, la mantuvieron a niveles manejables. Lo que ahora tenemos, es una bomba de tiempo que nos puede explotar en las manos.  A todo esto, ¿dónde esta la oposición? ¿dónde los contrapesos al poder? Los partidos felices recibiendo millones a manos llenas, la Auditoría encantada en el juego de la simulación, y los liderazgos más visibles, contando los días para la elección presidencial en 2018.
El problema que nos va a dejar Peña Nieto es un enorme riesgo al país. Hasta los truhanes del Fondo Monetario Internacional han advertido del grave problema al gobierno mexicano. Eso es tanto, como un cantinero advirtiendo sobre el peligro del alcohol a sus parroquianos. Ahora nos dice el FMI que nos conviene crear un “Consejo Fiscal independiente” para manejar la deuda, como lo expresó a principios de octubre, Vitor Gaspar, director del Departamento Fiscal del Fondo Monetario. Proviniendo de un banquero, esa recomendación, avisa al conductor borracho que puede chochar y ocasionar muertes a su paso. Por otra parte, la palabra “independiente”, deja ver que no confían en los cleptómanos que manejan las finanzas de la federación. Cual república bananera. Si Javier Duarte saqueó a todo Veracruz, qué no harán sus pares de la federación. ¡Todos con su casa blanca!  
El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, también ha señalado con prudencia el problema de la deuda:  “sí es importante que haga una reflexión del entorno que va a enfrentar más adelante y no nos exponga a una volatilidad”.
Por estos días, en la Cámara de Diputados se discute el presupuesto del próximo año 2017. Pero en vez de ajustar el cinturón y hacer una cirugía mayor peligroso problema, ya están proyectando más deuda. Eso se llama “visión de estado”. Veamos los números. La deuda actual representa el 51% del PIB. Esto significa que el gobierno mexicano paga más de intereses por la deuda, que lo que va regresar a los mexicanos en inversión pública (infraestructura, salud, educación, etc.). Para decirlo más claro: estamos jodidos. No creo que la solución esté en tener un gobierno de ángeles, pero al menos, tendríamos que construir como sociedad, un gobierno que no estorbe a los ciudadanos. Un gobierno, que si no va a ser factor de desarrollo, no sea un lastre para los ciudadanos.
Con frecuencia escucho o leo a muchos analistas mexicanos comparar la tragedia económica y social que provoca el gobierno de Venezuela a sus ciudadanos. Festejan que acá está controlada la inflación, que no hay escases de alimentos… sin embargo, al paso que vamos, el gobierno de Peña Nieto puede provocar una crisis catastrófica si no enderezan las fianzas. Quizá los más jóvenes, los llamados “millennials”, no lo saben, pero era tradición en el PRI,  —desde Luis Echeverría hasta Carlos Salinas de Gortari—, quebrar al país al final del sexenio. Rezo, imploro, porque no vayamos hacia allá.

2 de noviembre 2016
El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1278641.como-alcoholico.html